Tejiendo PSOE con hilo rojo

Casi como herrumbrosas lanzas quedaron las armas ideológicas del PSOE. Fue desigual la batalla contra ese ejército neoliberal que le comió el terreno cuando quiso ganar la guerra contra el azote de la crisis económica. Como banderas deshilachadas se vieron destrozadas las enseñas socialistas en torno a la igualdad y las políticas sociales. La cabalgada neoliberal supuso desde tiempo atrás el arrasamiento de lo público y que apenas creciera la hierba de la igualdad allí donde desconsideradas pezuñas pisaban fuerte sobre la sanidad pública o una educación para todas y todos. El Partido Socialista se replegó sobre sí en apretado cerrar filas casi suicida. No se puede vivir en el temor. No se debe existir en la tibieza. El PSOE debe recuperar el aliento, reconfigurarse a sí mismo y reconstruir el proyecto con el que la ciudadanía pueda volver a poner su alma en el apoyo a un socialismo democrático capaz de ofrecerse como alternativa, no sólo de Gobierno, sino de políticas transformadoras que hagan frente a la neoliberal ortodoxia económica del PP.

Con atonía propia de una situación posheroica, el partido de Pablo Iglesias, el de los 135 años de digna historia, ha ido viendo cuán rápido descendía el apoyo electoral desde los 11 millones de votos en las elecciones generales de 2008 hasta los 3,5 de las últimas elecciones al Parlamento Europeo. Números sin magia muestran la crudeza de la realidad. Para salir de un proceso tan declinante no cabe sino apresar la realidad por sus cuernos y dejar expedita la vía hacia ese congreso extraordinario que suponga la posibilidad de que el Partido Socialista viva el momento actual como el de un acontecer que lleva a cifrar la dignidad en estar a su altura.

Una etapa nueva, como la que el PSOE abre con este próximo congreso, requiere incluso cambiar el lenguaje, no sea que el poderoso de turno se empeñe en hacer que las palabras signifiquen lo que él quiera. La batalla ideológica implica confrontarse con la derecha y también hacer autocrítica en la izquierda. Capaces de luchar contra los elementos oligárquicos, las bases socialistas se encuentran a un tris de que las utilicen para ajustes de cuentas que se sitúan en las antípodas de lo que el PSOE debe hacer. Pero el socialismo ha de contribuir, mediante su propia reconstrucción, a la reconstrucción de una sociedad muy dañada, desestructurada en sus relaciones sociales, desarbolada en sus capacidades de resistencia y descoyuntada por tanto tirón para desmontar un Estado de bienestar que es patrimonio público. A eso no se enfrenta nadie bajo la consigna de cerrar filas, sino, por el contrario, bajo el lema de abrir filas, para abrir espacios por donde ciudadanas y ciudadanos entren en comunicación fluida con un partido que será útil si ellos lo sienten como suyo. Y puestos a abrir ventanas y puertas, ciérrense las puertas giratorias, esas por las que altos cargos se granjean puestos de consejeros en grandes empresas bien encaminadas a la acumulación de beneficios y no a la fraterna solidaridad que la práctica socialista ha de dejar como impronta de por vida.

Abrir el PSOE es realizar en su seno una revolución democrática que lo sitúe para presentarse hacia fuera como partido creíble, capaz de suscitar confianza. Radicalizar la democracia interna es, entre otras cosas, aplicar el sabio principio de la división de poderes a la propia organización para evitar la acumulación del mismo y, con ello, propiciar una realidad más participativa. La aportación de Montesquieu la asumo con el compromiso de no presentarme como candidato a primarias para la presidencia del Gobierno. Así podrá estar asegurado que dichas primarias abiertas se realizan, en condiciones de transparencia y de igualdad de oportunidades, sin que queden enturbiadas por quien puede ser juez y parte. Distinguir entre el ámbito del partido y el de las instituciones es medida saludable para que la militancia pueda ganar mayor protagonismo, reforzado si el 40% de los miembros de ejecutivas y otros órganos del PSOE es ocupado por militantes que no ostenten cargos públicos.

Un partido socialista más cabalmente democratizado puede asumir que la reconstrucción es su opción. El proyecto socialista necesita esa reconstrucción en profundidad que lo sitúe claramente en la izquierda, donde ha de ser reconocible como tal por propios y ajenos. Una política de izquierda es la que se toma en serio la justicia económica desde el mismo ámbito de la economía. Actuar en éste de forma eficaz implica poner en primer plano la lucha contra el paro, consecuencia social dramática de la crisis económica en la que estamos. Y si para ello hace falta que fluya el crédito que la banca privada se niega a dar a pequeñas y medianas empresas, creadoras de puestos de trabajo, apuéstese por una banca pública que resuelva tan decisivo expediente. Y defiéndanse los derechos de trabajadoras y trabajadores de las agresiones de una derecha que no repara en gastos para destruir. Y prepárense para defensa a fondo del Estado social, de un sistema público de sanidad, también de educación, de pensiones y de dotación para la atención a personas dependientes. Defender Estado social es garantizar condiciones de vida dignas y trabajar por la defensa de derechos sociales amenazados, e incluso derechos civiles que fácilmente pueden verse en suspenso. Y defender la dignidad es seguir apoyando una revolución feminista para la que es irrenunciable el derecho a decidir de las mujeres en cuanto a su maternidad.

La hora crucial para adentrarse en nuevos caminos por la izquierda frente a las vías impositivas de la derecha es también momento para acometer procesos que, reformando la Constitución —al final un proceso constituyente—, den paso a un renovado pacto constitucional que recoja lo relativo a la inaplazable reforma federal del Estado de las autonomías, situándola bajo el horizonte de un Estado federal plurinacional. Esa ha de ser propuesta para que el Estado español se reconfigure de forma que, desde la legalidad democrática, dé respuesta a la cuestión de las naciones que se halla pendiente de solución más integradora para nuestra convivencia.

Pasión política para todo ello es lo que hace falta, pasión sin la que nada grande se hace, ni en la biografía de los individuos ni en la historia de los pueblos. En el caso de los socialistas es la pasión por la justicia, la que anuda lucha por la libertad y objetivos de igualdad, la que es razón de ser de una tradición que en el próximo congreso del PSOE ha de encontrar el hilo rojo para tejer de nuevo su propio futuro, al servicio de las trabajadoras y trabajadores, de las ciudadanas y los ciudadanos, de una sociedad española que en una Europa fracturada quiere encontrar ese sitio que de ninguna manera puede ser el de una posición subalterna en unas relaciones neocoloniales. También la reconstrucción de una Europa desdibujada tiene que ser por la izquierda. También para eso hace falta una candidatura para la secretaría general del PSOE con la convicción de que si no está en la izquierda, un partido socialista está fuera de lugar.

José Antonio Pérez Tapias es decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada y candidato a secretario general del PSOE.

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