Telebasura

Por Cristina Alberdi (LA RAZON, 10/11/04):

En estos días se habla mucho de autorregulación, corregulación y acuerdos diversos entre las cadenas de televisión estatal y el Gobierno, para evitar la telebasura en horario infantil, cuando lo cierto es que existe una Ley desde 1999 que prohíbe la emisión de programas que puedan perjudicar el desarrollo físico, mental o moral de los menores en determinadas franjas horarias. La Ley, denominada de Televisión Sin Fronteras, se incumple sistemáticamente ya que no ha habido voluntad por parte de nadie, ni Gobierno ni televisiones para acatarla. El primero en levantar la voz ha sido el Defensor del Pueblo, que alertó hace unos días en las Cortes, al presentar su informe anual, contra «las imágenes zafias y los cotilleos inútiles y abyectos que niños y jóvenes consumen cuando se sientan frente al televisor». Puso de relieve el perjuicio que se puede ocasionar a los menores dada su pasividad ante las imágenes que suministran los estereotipos más reaccionarios, como la xenofobia o la violencia sexista.

Las cadenas privadas han empezado a asumir que la cosa va en serio, que se han rebasado todos los límites y que los responsables políticos no pueden permanecer impasibles ante semejante insulto a la dignidad de las personas y a las reglas que deben guiar la convivencia. Un alto responsable de una televisión privada ha dicho algo muy clarificador: «O nos regulamos o nos autorregulan». Y alguna cadena de gran audiencia ha anticipado muchas de las reglas que quieren cumplir en un futuro, y por supuesto, que cumplan también los competidores. Hay que distinguir entre opinión e información. La información ha de estar contrastada. Hay que dar lugar al derecho de réplica. Hay que respetar el honor y la intimidad evitando el insulto o la amenaza. Los programas reconocerán los errores y rectificarán lo antes posible. Estas y otras reglas sobre violencia, presencia de menores o difusión de mensajes atentatorios contra la dignidad de las personas constituyen el elenco habitual de los códigos de autorregulación que contienen los convenios que periódicamente firman los gobiernos y las cadenas de televisión y que luego, pasados los primeros meses de mutua autocomplacencia, incumplen todos descaradamente. La guerra de las audiencias marca la línea a seguir y las emisoras privadas, sobre todo, priman la cuenta de resultados sobre las normas deontológicas que deberían guiar su programación.

El pasado 26 de octubre el Gobierno alcanzaba un Pacto de Corregulación con las principales cadenas nacionales, la pública y las privadas, para evitar la telebasura en horario infantil. La vicepresidenta aseguró que «el Ejecutivo no se inmiscuirá en la programación» y que el Pacto, que contiene las pautas mínimas que deberán regir los contenidos, «no podrá ser vulnerado por ningún operador». A ver si esta vez es verdad, por fin se cumple con lo que está legislado y no asistimos una vez más a una exhibición de buena voluntad de cara a la galería. Y nos interesa que sea así por los menores fundamentalmente, y también por la erradicación de los estereotipos sexistas que es uno de los objetivos de la Ley Integral Contra la Violencia de Género, recientemente aprobada en su primer trámite en el Congreso. Los menores pasan frente al televisor una media de 3 horas diarias, y van perdiendo los hábitos de lectura más arraigados en otros tiempos. La televisión funciona de manera que mantiene a los niños entretenidos y pasivos ante la pantalla. Para la educación de los menores la programación es demoledora, los valores que se transmiten son negativos para la infancia y prima el objetivo comercial sobre planteamientos didácticos o pedagógicos. Los niños son fácilmente manipulables y además grandes consumidores.

Se utiliza la violencia cada vez en mayor medida dado que garantiza el éxito de audiencia. Se priman las conductas agresivas y el niño se socializa en medio de imágenes y reclamos cada vez más alejados de los valores que deberían ser el centro de una educación basada en el respeto al otro, la dignidad, la igualdad, la solidaridad y tantos valores que todos repetimos a diario y que nadie pone los medios para que sean una alternativa real, que incida en la formación. Estamos construyendo una sociedad que dirige a los niños a través de la televisión hacia una forma de comportamiento agresiva y violenta, que puede tener consecuencias indeseables en el futuro.

Por otro lado, en lo relativo a la igualdad entre hombres y mujeres y los valores que es necesario transmitir, el panorama es decepcionante. Las televisiones reproducen los estereotipos machistas, la desigualdad y las conductas agresivas con las mujeres. Incluso el tratamiento que, en términos generales, dan a la violencia de género deja mucho que desear. Los grupos de mujeres feministas y expertas juristas que han apoyado al Gobierno en la Ley Contra la Violencia de Género le han pedido que incorpore al Código de Corregulación, el tratamiento de la imagen de la mujer en los medios audiovisuales.

Es evidente que hasta ahora a nadie le había interesado realmente cambiar la imagen estereotipada de las mujeres que vemos a diario en las televisiones. Tampoco a nadie le gusta que les recordemos que esa imagen desigual y devaluada está relacionada con la violencia de género. Pero es una realidad innegable, avalada por estudios muy serios y hasta resoluciones de Naciones Unidas. Por tanto, bienvenido sea el Código de Corregulación y el compromiso del Gobierno y de las grandes cadenas. Estamos ante un reto importante en el que nos jugamos que ese objetivo que todos perseguimos de la igualdad y el respeto entre hombres y mujeres sea una realidad, y que los menores se socialicen en un ambiente que favorezca esos nuevos valores.