Teletrabajo y bienestar

Superada, como parece en este envite, la virulenta crisis sanitaria, es momento de reflexionar en torno a las lecciones y motivación de futuro que el Covid-19 nos ha dejado. Para extraer de la calamidad la máxima oportunidad.

En el confinamiento hemos desarrollado conceptos como adaptabilidad, conectividad y comunicación con tecnología. Todo el planeta aislado físicamente, en la era de la globalización, evitó el aislamiento social con digitalización. España, país que hasta ahora seguía primando el presencialismo en el trabajo sobre méritos de productividad, ha sabido adaptarse al trabajo en remoto allá donde ha sido posible, salvando empleos con aprovechamiento, incorporando destrezas desconocidas, saltando de un escaso 8 por ciento de trabajo online el año pasado al 80 por ciento que se ha producido durante el Covid. El trabajo a distancia se legisló por primera vez en España en la reforma laboral de 2012, si bien apenas se ha introducido en convenios por la falta de esta cultura empresarial, a pesar de que aquella legislación promovida por la ministra Báñez estableció un marco de iguales derechos, retribuciones y representación a trabajadoras y trabajadores a distancia en relación con los presenciales. Ahora, el ministerio de Yolanda Díaz prepara una normativa conforme a los tiempos en los que hablamos de teletrabajo como una herramienta esencial para dotarnos de más calidad de vida.

Con éste y otros propósitos, la patronal CEOE, la Cámara de Comercio de España, la Cámara de Estados Unidos en España, grandes empresas como Banco Santander, las Big Four KPMG, PWC, EY y Accenture, e instituciones como el Consejo General de la Abogacía, del Notariado, Colegio de Registradores, Esade y grandes despachos de abogados como Roca Junyent, Sagardoy o Pinsent Masons, entre otros, se han adherido a la Declaración Trabajo&Innovación promovida conjuntamente por la asociación de juristas Women in a Legal World y la consultora 50&50 GL y a partir de 12 causas con 12 propósitos, para alumbrar una nueva cultura empresarial. Empresa y sector jurídico unidos para promover transformación organizativa y cambio de mentalidad para un modelo de trabajo que contemple flexibilidad para adaptarnos a la digitalización con formación permanente, a partir de liderazgos más emocionales que fomenten habilidades de cercanía, comunicación, entornos colaborativos y sentimiento de pertenencia a los equipos. El objetivo es la creación de ambientes diversos, sostenibles y confiables, más felices para el trabajador, más productivos para la empresa. Para este bien necesario resulta esencial que el trabajo forme parte del bienestar de las personas.

Hasta el Covid-19, el teletrabajo se asimilaba como herramienta de conciliación para favorecer a las mujeres, lo que en sí mismo suponía una discriminación. Entre las lecciones que nos deja la pandemia, es que trabajar desde casa ha sido una herramienta transversal que han incorporado lo mismo mujeres que hombres, millenialls que seniors. Otra cosa es que la ansiada flexibilidad laboral no se ha traducido en más conciliación por cuanto el teletrabajo se ha incorporado abruptamente, produciendo desbordamiento de horarios y tareas incompatibles con más carga doméstica.

El reto es cuánta calidad de vida nos va a proporcionar trabajar fuera de la oficina. Y eso dependerá de las empresas y de los trabajadores más que de regulaciones externas/extremas. Hay normativa europea y modelos nórdicos en los que inspirarnos. Necesitamos hablar de autogestión e incluir la corresponsabilidad en las relaciones laborales, entendida como responsabilidad de doble sentido entre directivos y equipos. Devolver confianza será medular para trabajar con autonomía, gestionar adecuadamente el tiempo y evitar la invasión del trabajo en la vida personal. Ello precisará de acuerdos en torno al establecimiento de pausas a media mañana, control de horarios online, de encendido y apagado digital, limitación de reuniones a media tarde y derecho a la desconexión digital, entre otros aspectos que eviten la fatiga informática. Y no valdrán excusas como que el teletrabajo hace más vulnerables los datos porque si algo ha de garantizar la regulación es la confidencialidad y la seguridad digital.

Miremos al futuro, a partir del último trimestre. ¿Alguien podía imaginar que la jornada semanal podría concluir presencialmente en miércoles y realizarse en jueves o viernes desde un lugar privado, incluso ajeno al domicilio habitual? Ahora es plausible. Para las actividades que no sean esencialmente presenciales, cabe imaginar jornadas semanales híbridas a voluntad de empresa y trabajadores con innumerables ventajas como más deslocalización, impulso a la España rural, atracción y retención de talento, inserción al mercado de personas con movilidad reducida, ahorro en el coste de oficinas, menor contaminación, eliminación de atascos, reducción de huella de carbono, cumplimiento del trabajo con flexibilidad y conciliación para todos. Confiemos que la norma que lo regule nos permita combinar teletrabajo con la cultura del encuentro, dotándonos de innovación y calidad de vida. Si vuelve el virus, que nos coja con los deberes hechos.

Gloria Lomana es periodista y Presidenta de 50&50 GL.

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