Tenemos un plan

No deja de ser una pequeña sorpresa que finalmente el ministro de Industria, Miguel Sebastián, haya aceptado que su plan Vive es mejorable. Porque el actual plan de incentivos ha logrado lo que no había sucedido nunca: todas las asociaciones sectoriales, cainitas donde las haya, han unido su voz para solicitar un plan de ayudas "normal" en línea con las actuaciones en vigor en otros países de nuestro entorno. Y lo han conseguido. Felicidades por su tesón.

La Administración española ha venido subvencionado la renovación del parque automovilístico desde 1994, cuando era ministro de Industria Juan Manuel Eguiagaray. Con uno u otro nombre, con unas u otras condiciones, durante 15 años, comprar un coche nuevo venía primado cuando en el momento de la venta se entregaba otro con antigüedad suficiente para que su destino fuese el desguace. La idea es muy plausible: renovando el parque automovilístico se mejora la seguridad vial, se reduce la contaminación y se anima la actividad de un sector clave. Tan buena era, que en esta época de crisis la han copiado alemanes, franceses, ingleses, italianos...

Cabe preguntarse por qué no ha habido hasta ahora un plan similar en España. La respuesta real solo la sabe el ministro, pero a mí se me ocurren, al menos, dos hipótesis:

Primera. El sector ya tenía ayudas previas gracias a la caída de la recaudación que aportaba el hecho de que el impuesto de matriculación primase los coches de bajas emisiones de dióxido de carbono. Es decir, los impuestos como arma de persuasión en favor del medioambiente. La pérdida de recaudación por este concepto se consideró suficiente ayuda al sector.

Segunda. El plan es intelectualmente correcto. Cuando la crisis comenzó a recrudecerse, se diseñó un plan de apoyo (Vive) centrado en la ayuda a la financiación. No es, técnicamente, un mal plan, pero es muy complejo y, sobre todo, carece de gancho comercial, pues poca gente piensa realmente en el coste de la financiación (o de uso) cuando compra un coche. Todo incentivo debe ser emocional.

Por fin, la tozudez del sector y la realidad del entorno han podido más que el rigor del ministro y este ha cedido, aunque, eso sí, de forma muy astuta, anunciando 2.000 euros de ayuda, cuando la Administración central solo va a poner 500. El resto saldrá de las arcas de las comunidades autónomas y de un descuento especial de los fabricantes. El descuento de los fabricantes se le supone: solo tendrán que jugar con el precio visual. Respecto a la ayuda de las autonomías, habrá que ver quién puede y quién quiere: no está asegurado que todas se animen.

Tener un plan de incentivación era casi un elemento de necesaria solidaridad europea. Hasta la fecha, los planes de nuestro entorno han ayudado a nuestras plantas y es hora de que nuestro mercado devuelva el favor a las plantas europeas, pues no podemos olvidar que, salvo Seat, para quien el mercado español supone más del 30% de las ventas, el resto de fábricas venden el 90% de su fabricación fuera de nuestro mercado. Nuestros impuestos ayudarán a las plantas alemanas, italianas o francesas como los de los ciudadanos de esos países han ayudado a las nuestras. Algo muy lógico en un entorno de mercado único. Seguro que se tacha de electoralista esta medida, pero no lo es más que las ayudas alemanas, con elecciones en septiembre y con el agravante de que CDU y SPD gobiernan en coalición, por lo que lo que uno propone el otro lo eleva. Veremos cómo quedan sus incentivos tras las elecciones.

Merece la pena recordar que este plan se acabó de gestar en el Salón Internacional del Automóvil de Barcelona. Quienes se hicieron los remolones en acudir deberían estar más que agradecidos a este evento que fue el detonante del sí del ministro. ¿Casualidad?, no creo, más bien saber hacer.

Este plan tendrá efectos positivos, seguro. Por un lado porque los consumidores lo esperaban y por otro, porque la estadística juega a favor. La caída del mercado empezó en España antes que en otros países y en mayo del 2008 la caída ya superaba el 30%. En cualquier caso, con un plan o con otro, este ejercicio no será bueno, con ventas de alrededor de un millón de coches, cuando en el 2007 superamos el millón y medio. Pero la sensación de caída en un abismo se habrá cuando menos suspendido.

Y ES AHÍ donde el plan tiene todo su sentido: animar al consumidor, elevar la confianza del ciudadano asustado por los 4 millones de parados y unas perspectivas nada claras. La economía española necesita que el gasto que no harán este año franceses, alemanes o bri- tánicos en nuestras costas lo hagan catalanes, madrileños o aragoneses. Si no, tendremos un problema muy serio. Por eso se comienza a hablar de mejoría, para que la gente consuma. No se puede olvidar que en épocas de recesión es cuando más se ahorra, porque el ahorro es una actitud defensiva. Y que el principal acelerador o freno de las recesiones es el ánimo colectivo.

Es cierto que igual que se incentivan los coches podrían, o deberí- an, incentivarse las motos. Pero también las mercerías, las floristerías o hasta las pastelerías... Lo más importante de esta medida es animar un consumo que debe repuntar como sea para que la caída de la economía se frene.

José Antonio Bueno, socio de Europraxis.