Tenemos una oportunidad

El viernes comienza en Cornualles –una península espectacular y no tan conocida en el suroeste de mi país– la cumbre anual del G7, el foro que reúne a Francia, Italia, Japón, Alemania, Estados Unidos y Reino Unido más la Unión Europea. Va a ser la primera vez que los dirigentes de estas democracias unidas por los valores que comparten se vean cara a cara desde que a principios del año pasado estalló la terrible pandemia del coronavirus.

Este año la presidencia rotatoria corresponde al Reino Unido, tomando el relevo de Estados Unidos y precediendo a Alemania en 2022. Esta presidencia es una oportunidad, no solo para demostrar el firme compromiso de mi país de actuar a nivel internacional allá donde sea necesario en cooperación con sus aliados –una actitud que podemos resumir en el famoso lema de Global Britain–, sino para responder de manera decisiva a las dos crisis que afrontamos: la pandemia y su recuperación, y el cambio climático.

Ambas están estrechamente relacionadas, pero voy a comenzar por la primera. La Covid-19 es, sin duda, la fuerza más destructiva que hemos visto desde hace décadas, además de la mayor prueba a la que se ha sometido el mundo moderno. Para derrotarla, los países tenemos que adoptar un enfoque abierto y de cooperación, comenzando por las vacunas. En la cumbre de este fin de semana, el primer ministro británico, Boris Johnson, pedirá al resto de integrantes del grupo que hagan compromisos concretos para vacunar contra el coronavirus a todo el planeta para finales de 2022.

El Reino Unido ha intervenido activamente para que los más vulnerables tengan acceso a las vacunas: financiando el desarrollo y producción de la vacuna de Oxford-AstraZeneca; garantizando que esté disponible a precio de coste –casi una de cada tres vacunas administradas mundialmente ha sido de Oxford-AstraZeneca–; y trabajando para establecer el programa Covax de distribución de las vacunas a los países en desarrollo, al que también ha aportado más de 630 millones de euros. En este sentido, saludo la nueva contribución de España y las donaciones de millones de vacunas para Latinoamérica anunciadas recientemente por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Para conseguir que todos estemos vacunados para finales del año que viene –porque como se ha dicho una y otra vez, ninguno estaremos a salvo hasta que no estemos todos a salvo– es imprescindible acelerar el ritmo de fabricación de las vacunas, la reducción de las barreras a su distribución internacional y compartir las dosis sobrantes con los países en desarrollo, ya sea bilateralmente o a través de Covax. En esta cumbre, el primer ministro británico dará más detalles del plan británico para compartir sus dosis sobrantes.

Boris Johnson también pedirá apoyo para el Radar Global de Pandemias, un nuevo sistema de vigilancia para proteger los programas de inmunización contra nuevas variantes que puedan ser resistentes a las vacunas, detectándolas antes de que se expandan.

La recuperación de la pandemia es también una ocasión única para darle la vuelta al crecimiento económico mundial, y eso me lleva a hablar de la segunda crisis que mencionaba al principio: el cambio climático.

Esta va a ser la primera cumbre en la que todos sus participantes se han comprometido para conseguir la neutralidad en las emisiones netas de carbono en 2050. Es un avance significativo, pero hace falta más si queremos proteger la naturaleza –¡y a nosotros mismos, claro!– de los peores efectos del cambio climático. El primer ministro va a pedir al resto del G7 que hagan compromisos fuertes en reducción de emisiones, primando las energías renovables y proporcionando financiación para los países en desarrollo de cara a la otra gran cumbre que organiza el Reino Unido este año: la Conferencia de las Partes (COP26) de la ONU, que tendrá lugar en Glasgow en noviembre.

El presidente de la COP26, el británico Alok Sharma, estuvo recientemente en Madrid y se reunió con el presidente Sánchez y las vicepresidentas Nadia Calviño y Teresa Ribera. Sharma elogió la política climática española y los compromisos anunciados en energías renovables, y junto con Ribera destacó la necesidad de incrementar tanto la financiación internacional como la inversión privada, tanto en mitigación como en adaptación.

Los gestos importan: la de Cornualles va a ser una cumbre neutra en carbono, ya que el Gobierno va a compensar las emisiones generadas mediante cuatro proyectos en países en desarrollo, desde una instalación de compostaje en Vietnam a la utilización de biogás en Tailandia y un proyecto de mejora de cocinas en Uganda. Además, todo el material utilizado provendrá del reciclaje y posteriormente se reciclará.

Para conseguir que las propuestas lleguen más allá del mundo occidental y con el objetivo de intensificar la cooperación con las democracias más grandes del mundo, mi primer ministro ha invitado a Cornualles a los dirigentes de Australia, India, Sudáfrica y Corea del Sur. En total, los 11 dirigentes representarán a unos 2.200 millones de personas –el 60 por ciento de los habitantes de países democráticos– y a la mitad de la economía mundial. Conseguir un acuerdo este fin de semana tendrá un impacto aún mayor en el mundo, demostrando cómo las democracias trabajan juntas para mejorar la vida de sus ciudadanos.

Sé que se dice que estas cumbres no sirven para nada. Entiendo a veces esta percepción, pero no estoy de acuerdo. El G7 marca una agenda mundial, y la dirección política fijada por sus dirigentes tienen un efecto dominó en muchas otras organizaciones e instituciones internacionales. En el pasado, tomó medidas para combatir la evasión fiscal, salvó 27 millones de vidas del sida, la tuberculosis y la malaria, y ha impulsado la educación de millones de niños en los países más desfavorecidos. En 2015, abrió el camino al histórico Acuerdo de París para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero.

En el presente, tenemos un ejemplo de hace solo unos días: la decisión adoptada este pasado fin de semana por los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales del G7 –porque además de la cumbre de los líderes, durante el año también se celebran reuniones en distintas áreas: Interior, Comercio, Sanidad, Asuntos Exteriores, Digital y Tecnología, y Medio Ambiente– de comprometerse a un impuesto mínimo del 15 por ciento a nivel mundial. Este acuerdo histórico es el primer paso para conseguir una reforma fiscal más justa, más adecuada al siglo XXI.

Y para reforzar esa visión más moderna del G7, la presidencia británica creó seis grupos que irán dando sus recomendaciones a los políticos en ciencia, empresas, sindicatos, sociedad civil, mujeres y jóvenes. Voy a centrarme brevemente en estos dos últimos, tan afectados por la pandemia. En abril, expertos, activistas y otros representantes feministas se reunieron en Women7 para recomendar, entre otras cuestiones, que la igualdad de género se extienda a todas las áreas, incluyendo la política exterior, las finanzas, el comercio y el cambio climático; y que la retórica se lleve a la práctica, con resultados tangibles que requieren financiación. En mayo, delegados juveniles de los países del G7 presididos por la Red de Futuros Líderes emitieron sus recomendaciones, pidiendo a los dirigentes mundiales que impliquen mejor a los jóvenes en la toma de decisiones, y que tengan en cuenta las implicaciones a largo plazo de las decisiones que toman hoy.

Estamos en un momento difícil, el más difícil en más de una década. Nuestros ciudadanos miran a los gobiernos para que marquen el camino que nos ayude a salir de estas crisis. Tenemos una oportunidad, y no debemos desperdiciarla.

Hugh Elliott es embajador del Reino Unido en España.

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