Teresa (de Jesús) Punk

A lo largo de 2022 la figura de Teresa de Jesús ha cobrado renovada actualidad de la mano de la cancelación de Muero porque no muero, obra teatral de Paco Bezerra galardonada en el trigésimo Premio de Teatro Jardiel Poncela de la Sociedad General de Autores y que ha visto la luz por partida doble: en una de las colecciones de la SGAE y en el volumen Velocidad mínima (La Uña Rota), que recopila casi toda su producción. Bezerra es un dramaturgo español reconocido internacionalmente, quizá también porque las texturas temáticas y estilísticas de su obrador no encajan en una modalidad de teatro de salón destinada a los públicos más acomodaticios.

Según cuenta la versión oficial, esta pieza habría sido retirada de la programación de los Teatros del Canal, dependientes de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, por razones presupuestarias. Según otras fuentes, se trataría de pura y dura censura, dada su heterodoxa revisión de la figura de la santa y doctora de la Iglesia Católica. Inevitable y lógicamente, tal como está el patio, la bola de nieve ha ido creciendo, hasta el extremo de que se hayan producido intervenciones al respecto en la Asamblea de Madrid o de que se organizase algo así como una lectura dramatizada de desagravio, interpretada por un elenco de ensueño formado por Aitana Sánchez-Gijón, Ana Belén, Nathalie Poza, Julieta Serrano y Gloria Muñoz. Ojalá podamos ver pronto en escena este monólogo con las mejores condiciones y sin ruidos mediáticos, aunque sea apto solo para públicos desacomplejados.

En el prólogo a Velocidad mínima, Bezerra relata las circunstancias que favorecieron su interés por Teresa de Jesús a partir de 2014: el contacto de una productora teatral encargada del desarrollo de actividades para una fundación, V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, que se conmemoró en 2015. La verdad es que me hago cruces, pues cualquiera que haya leído o visto el teatro del autor, sabría de antemano que su aproximación nunca sería hagiográfica y que poco se parecería a propuestas gestadas durante aquellos años (pienso en La lengua en pedazos, de Juan Mayorga, Premio Nacional de Literatura Dramática en 2013). En cualquier caso, no fue hasta el encierro causado por la pandemia de covid que Bezerra resucitó —nunca mejor dicho— su proyecto teresiano, a la postre tan borrascoso.

Desde antes de los éxtasis místicos esculpidos por Bernini en el siglo XVII hasta su insólito patronazgo de la Sección Femenina de Falange Española en la pasada centuria —sin olvidar, por supuesto, su domesticación en el dormitorio de Francisco Franco en el Palacio del Pardo—, Teresa de Jesús ha sido un fetiche en manos de la ortodoxia. Afortunadamente, a partir de los años 70, un nutrido grupo de historiadoras y filólogas, dentro y fuera de España, ha favorecido una revisión de su persona de indudable calado: entre las hispanistas extranjeras me vienen a la memoria Rosa Rossi, Giuliana di Febo, Sonja Herpoel o Alison Weber, entre otras. Lo mismo puede afirmarse desde el pensamiento feminista: así, Françoise Collin, quien redactó un artículo tan sugerente como El libro y el código. De Simone de Beauvoir a Teresa de Ávila.

La obra de Bezerra es sumamente irreverente y se emplaza en un caudal generoso de obras literarias y artísticas que han querido desvestir de ciertos ropajes a la santa, al igual que se ha llevado a cabo desde el ámbito académico, pero con la libertad de los creadores de talento. A cualquiera debiera resultar sumamente sencillo distinguir entre una persona histórica y un personaje de ficción.

Tras una oleada de piezas en donde Teresa era retratada en primera instancia como una luchadora en contra de las rígidas normas patriarcales, entre femenina y protofeminista, en el siglo XXI Teresa de Jesús estaría transformándose en un icono antisistema; un caso emblemático de este cambio sería la novela de Cristina Morales titulada Malas palabras (2015). Pero este talante ya se advertía en la película Teresa: el cuerpo de Cristo (2007) de Ray Loriga —tan diferente de la serie filmada por Josefina Molina—, e incluso en la biografía de Olvido García Valdés publicada en 2001, cuyo inicio coincide con el arranque de la pieza de Bezerra: en la carnicería de su descuartizamiento.

Hace mucho que Teresa de Jesús se transformó en personaje; ella misma fue su inventora, como sabia y sagaz autobiógrafa. Y es como personaje literario homenajeado que conviene leerla en estas obras narrativas, teatrales y cinematográficas. Morales afirma en su prólogo a una olvidada novela de Ramón J. Sender (El verbo se hizo sexo), recuperada en 2022, que “Teresa de Jesús es matriz del punk y es matriarca punk”. ¿Por qué no? Se antoja una perogrullada, pero la revitalización es una de las condiciones indispensables de cualquier clásico —autor o personaje— que se precie, que quiera mantenerse vigente y no solo canonizado e incorrupto.

Rafael M. Mérida Jiménez es profesor de la Universidad de Lleida.

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