Terrorismo yihadista y nuevos usos de Internet

Terrorismo yihadista y nuevos usos de Internet: la distribución de propaganda.

Tema: El uso que de Internet llevan a cabo las redes del terrorismo yihadista se encuentra sometido a una continua y rápida transformación.

Resumen :El uso que de Internet llevan a cabo las redes del terrorismo yihadista se encuentra sometido a una continua y rápida transformación. Las instituciones y agencias implicadas en la lucha contraterrorista en Internet necesitan de una continua actualización de sus conocimientos y premisas de actuación. En este ARI se estudian algunos de los desarrollos más recientes relativos a la faceta comunicativa del terrorismo yihadista: la “externalización” de las funciones propagandísticas, el establecimiento de la un presencia en la red más estable y segura, y los principales métodos de distribución de contenidos. Se sugieren algunas medidas para hacer frente a esta faceta de las actividades terroristas en Internet.

Análisis:El uso que de Internet llevan a cabo las redes del terrorismo yihadista se encuentra sometido a una continua y rápida transformación. Las razones que explican esta incesante mutación son varias: en primer lugar, la presencia de estos grupos en el ciberespacio se ha llevado a cabo a través de un elemental proceso de ensayo-error y de aprendizaje vicario, lo que les ha llevado a desechar aquellas prácticas que no estaban cumpliendo sus objetivos o resultaban contraproducentes, al tiempo que se experimentaba con nuevos usos, o se imitaban desarrollos exitosos procedentes de los más diferentes ámbitos de la sociedad y la economía. Por otro lado, la propia tecnología en la cual se basa Internet no ha cesado de ofrecer nuevas desarrollos y potenciar los ya existentes, lo que unido a la capacidad creciente de los equipos informáticos y el software comercial, ha permitido que los usuarios puedan adaptar su estrategia a los nuevos usos y servicios ofrecidos por la red de redes. Por último, la presencia yihadista en Internet se ha visto forzada a evolucionar permanentemente para sobrevivir en un entorno cada vez más hostil, lo que le ha llevado a primar todos aquellas prácticas que pudiesen mejorar la seguridad operacional, el anonimato y la durabilidad de su mensaje.

Diseñar una estrategia eficiente para neutralizar y prevenir las actividades del terrorismo yihadista en Internet exige adaptarse a este vertiginoso ritmo de transformación, lo que obliga a las instituciones y agencias implicadas en la lucha contraterrorista a un continuo esfuerzo de actualización de sus conocimientos y premisas de actuación.

El terrorismo yihadista lleva a cabo un amplio uso de Internet como herramienta de comunicación segura, coordinación operacional, obtención de inteligencia, ciber-sabotaje, aprendizaje, etc. En este análisis nos centraremos en los desarrollos más recientes relativos a su faceta propagandística, la cual constituye su principal y más importante actividad en internet.[1]

“Externalización” del trabajo propagandístico

Cada vez más, las organizaciones y redes yihadistas están confiando parte del proceso de elaboración y distribución de sus materiales propagandísticos a individuos y grupos, que no sólo no forman parte de su estructura organizativa, sino que incluso pueden carecer de contacto personal y un conocimiento directo con aquellos que protagonizan la violencia terrorista. Internet permite este tipo de trabajo colaborativo y desestructurado, capaz de poner en contacto y coordinar los esfuerzos de un heterogéneo grupo de personas ubicadas a miles de kilómetros de distancia.

En los últimos años, la red se ha visto inundada de “grupos mediáticos” y plataformas virtuales, cuya principal misión ha sido la edición en video, difusión y autentificación de los materiales procedentes de una amplia constelación de grupos yihadistas procedentes de África, Oriente Medio y Asia. Si bien buena parte de ellos se han dedicado exclusivamente a replicar y hacer nuevas versiones de los materiales audiovisuales que previamente habían sido difundidos por los propios grupos terroristas, existe un reducido grupo de estas plataformas, tales como Al Fajr Media Center y Global Islamic Media Front (GIMF), que desempeñan un papel central en la cadena de distribución de la propaganda terrorista. Detrás de dichas siglas encontramos a personas que han concebido su aportación a la yihad como la puesta a disposición del movimiento de sus conocimientos informáticos, habilidades lingüísticas o su creatividad. Se trata de una nueva generación de terroristas a “tiempo parcial”, capaces de conjugar un intenso compromiso con la yihad global, con una actividad profesional y una vida social perfectamente “normal”. La cooperación entre los grupos terroristas y este entramado de ciber-activistas se fundamenta en relaciones de confianza mutua cuyo origen se halla en la propia red. Algunos de estos “yihadistas virtuales”, como el tristemente famoso Younes Tsouli (conocido en la red como Irhabi007),[2] son contactados en Internet por los propios grupos terroristas tras una intensa y espontánea carrera de méritos, replicando este tipo de materiales, facilitando su distribución o elaborando y difundiendo manuales para llevar a cabo la “yihad mediática”.

La creciente cooperación con estos partidarios virtuales ofrece considerables ventajas para estas organizaciones, lo que explica por qué los terroristas han ido cediendo progresivamente parcelas de su acción propagandística:

  • Les permite nutrirse del conocimiento y el ingenio de una extensa cantera global de voluntarios sin necesidad de recurrir a arriesgados procesos de reclutamiento, y sin que tenga que arrojar a estos valiosos militantes a una vida de clandestinidad y exposición al riesgo. Los grupos yihadistas resuelven así el recurrente problema de incorporar recursos humanos especialmente cualificados, ofreciendo así una participación en la yihad menos comprometida, pero igualmente satisfactoria para aquellos que desean combatir a su enemigo empleando únicamente el teclado de su ordenador.
  • Economiza los esfuerzos de estos grupos. La edición digital de video, la traducción a otros idiomas, la incorporación de subtítulos, el alojamiento en espacios web, etc., constituyen tareas capaces de consumir enormes cantidades de tiempo. Se trata de una serie de cometidos que pueden ser percibidos como frustrantes y rutinarios para aquellos que se han sumado a estar organizaciones buscando protagonizar gestas heroicas, dando rienda suelta a sus deseos de combatir violentamente a un enemigo demonizado. Externalizar estas funciones permite maximizar sus recursos y que estas organizaciones puedan volcarse en exclusividad a su principal misión: la violencia terrorista.

El reconocimiento que reciben estas plataformas por parte de la comunidad radical las ha convertido en un actor capaz de influir en la agenda y en la estrategia del movimiento yihadista global. Paradójicamente, el tipo de relaciones entre plataformas virtuales y grupos terroristas empieza a invertirse. En un primer momento eran las plataformas virtuales las que ansiaban que algunos de los grupos que combatían la yihad decidiesen difundir algunos de sus materiales a través de sus conductos. En la actualidad sucede lo contrario. Son los nuevos grupúsculos yihadistas los que pugnan para que sus materiales sean distribuidos a través de alguna de estas redes, algo que les permitiría homologarse a los grupos consolidados y recibir el reconocimiento y el apoyo de los partidarios de la yihad global. Un claro ejemplo de esta tendencia es lo sucedido con el grupo yihadista somalí Shabaab al-Mujahideen. Desde su creación, dicha organización ha tratado de proyectar a la opinión pública internacional la idea de que Somalia es un escenario central de la yihad global y que ellos son el único grupo que realmente combate por la imposición de la sharia y la expulsión de los ocupantes “cruzados” (tropas etíopes). Para ello puso en marcha algunas páginas web a través de las cuales difundir sus videos y manifiestos, al tiempo que trataba de obtener más atención de los canales de televisión internacionales, especialmente Al Jazeera. Dichos esfuerzos obtuvieron unos resultados modestos y, en el caso de la televisión qatarí, hasta contraproducentes. Los yihadistas somalíes acusaron a la cadena satélite no sólo de “permanecer del lado de los medios anti-islámicos cuando cubren las batallas contra las fuerzas cruzadas”[3] sino también de “esconder” en sus cajones gran parte del material original que los yihadistas africanos le habían proporcionado. Sin embargo, la popularidad de Shabaab y la importancia que empezó a recibir el frente somalí dentro de la comunidad radical aumentó exponencialmente desde el momento en que la plataforma GIMF empezó a publicar en su apartado “oficial” (junto a los materiales de al-Qaeda, los Talibán, al-Qaeda en el Magreb Islámico y otros) los comunicados procedentes del grupo somalí. Esta homologación mediática permitió situar la situación de Somalia como un nuevo agravio más para la audiencia islamista radical, hecho que fue refrendado posteriormente por los propios Osama Bin Laden y Ayman Al-Zawahiri, que empezaron a dedicar cada vez más atención en sus mensajes públicos a este misérrimo país africano. El propio líder del grupo somalí llegaba a reconocer en un mensaje en audio: “Nuestros hermanos de Global Islamic Media Front (…) sois el puente entre la nación islámica y sus luchadores (…) estáis motivando a las generaciones futuras, iluminando el sendero hacia la gloria y el fortalecimiento”.[4]

Una presencia en Internet más estable y eficaz: la primacía de los foros

Mantener en la red una presencia estable y capaz de llegar a todos los potenciales interesados no ha sido una tarea fácil para los grupos yihadistas. En una primera etapa, muchas de estas organizaciones pusieron en marcha sus propias páginas web oficiales con objeto de dar difusión a sus comunicados, videos de operaciones y materiales de interés. Dicha estrategia de comunicación fue pronto desechada por sus innumerables inconvenientes. El principal de ellos fue la volatilidad de estos espacios “oficiales”. Si bien es cierto que el elevado número[5] de webs de inspiración yihadista, y su capacidad de reaparecer en diferentes ubicaciones, hace inviable tratar de erradicar en su totalidad este tipo de contenidos, no sucede igual cuando el objetivo es tratar de neutralizar el reducido número de webs administradas directamente por estas organizaciones. Dichos sites oficiales, como la propia web de al-Qaeda (alneda.com), sufrieron un incesante hostigamiento tras el 11 de septiembre de 2001, lo que las obligó a iniciar un continuo peregrinar por la red bajo diferentes alojamientos y dominios hasta que desaparecieron definitivamente.

Por otro lado, la puesta en marcha de estos sites implicaba la contratación de un dominio web y un servicio de alojamiento a través de una tarjeta de crédito, un medio de pago poco atractivo para una organización terrorista debido a la facilidad con la cual puede trazarse la identidad del pagador. Para sortear esta vulnerabilidad, los ciber-yihadistas recurrieron al uso de datos procedentes de tarjetas robadas. Sin embargo, dicho procedimiento sólo permitía tener la web activa hasta que el fraude era descubierto por el propietario de la tarjeta, y tras su denuncia, la empresa cancelaba el servicio.

Otra estrategia utilizada por los yihadistas fue el hackeo de webs legítimas (generalmente de instituciones estadounidenses), para conseguir, sin el conocimiento de sus responsables, alojar en su servidor materiales de contenido terrorista. Este procedimiento era especialmente útil cuando el propósito era la rápida difusión de archivos (como videos de degollamientos o atentados con explosivos) entre una audiencia radicalizada a la que se informaba previamente a través de listas de correo electrónico. Dicho archivo podía ser descargado y replicado en cientos de nuevas webs antes de que esta acción parasitaria fuese descubierta y eliminada la intrusión. De ahí que el propósito tuviera que ver más con el ciber-sabotaje y con la humillación del enemigo que con la creación de una infraestructura estable en Internet.

Otro recurso habitual fue la creación de webs a partir de los servicios gratuitos de alojamiento ofrecidos por algunas empresas como Geocities.com y Yahoo.com, las cuales ofrecían la posibilidad de acceder a este servicio aportando poco más que una dirección de correo electrónico. Sin embargo, dicha acción tampoco aportó una solución definitiva ya que este servicio gratuito y potencialmente anónimo estaba vinculado a una limitación en la cantidad de datos que se podían transferir. Aumentar dicha cuota implicaba la contratación de un servicio de pago. Por tanto, estas webs no sólo no podían ser consultadas de manera masiva sino que tampoco podrían ser utilizadas como plataforma para distribuir archivos de gran “peso”, como las grabaciones en video. Paradójicamente, algunas de estas webs desaparecieron no como fruto de acciones de sabotaje o de cancelación del servicio por parte de estas empresas sino por el incremento desmesurado de las visitas que se producía cuando la dirección empezaba a tener cierta popularidad entre la comunidad radical, o su existencia trascendía a los medios de comunicación. Cuando se producía esa avalancha de visitas, la web terminaba “muriendo de éxito”, una vez que la empresa prestataria del servicio suspendía automáticamente el acceso por haber consumido la cuota de datos disponible para usuarios gratuitos.

Las redes yihadistas han desechado progresivamente la pretensión de mantener un site oficial debido a la enorme cantidad de tiempo y esfuerzo dedicada a una tarea que terminaba resultando estéril. La estrategia alternativa ha sido evolucionar hacia una presencia en Internet mucho más horizontal y difusa. La punta de lanza de esta nueva fase son los foros de Internet. Dichos espacios se insertan plenamente en la filosofía de la Web 2.0. Este términohace referencia a una nueva generación de portales web basados en comunidades sociales virtuales y en una gama especial de servicios que fomentan la colaboración y el intercambio ágil de información entre los usuarios. El internauta abandona, cada vez más, el perfil de consumidor pasivo de los materiales accesibles a través de la red y se involucra en esa realidad virtual, siendo protagonista de esos mismos contenidos. En los últimos tiempos no han cesado de crecer las webs que ofrecen a sus usuarios algún tipo de interacción, una tendencia que se incrementada exponencialmente, en función de las nuevas posibilidades que ofrecen los nuevos adelantos tecnológicos aplicados a internet y a la informática.

Estos espacios presentan toda una serie de funciones útiles para las redes yihadistas, pero ante todo se han convertido en cualificadas herramientas para la difusión de contenidos propagandísticos. Los foros son especialmente atractivos por la facilidad con la que pueden ser diseñados y gestionados, lo que permite su rápida reaparición en caso de sufrir un ciber-ataque. La participación en el mismo se basa en una cierta jerarquía basada en el mérito y la confianza mutua. Sus usuarios pueden ser agrupados en alguna de estas categorías:

  • Administradores: generalmente son un reducido número de activistas situados a la cabeza de la plataforma. Sólo ellos tienen conocimiento de las claves de acceso a la gestión del foro (bien porque han sido los creadores del mismo, bien porque dichas claves le han sido confiadas con posterioridad). Dicho privilegio les permite tener acceso a todas las funcionalidades que ofrecen esta plataformas virtuales: establecer el diseño general de foro, eliminar cualquiera de sus contenidos, admitir a rechazar participantes, tener conocimiento del perfil de usuario, el historial y los hábitos de navegación de cada uno de los usuarios, lo que supone una posición ventajosa a la hora de llevar a cabo labores de reclutamiento on line.
  • Moderadores: su función es la de vigilar el cumplimiento de las normas de uso del foro, velando por la coherencia ideológica de los textos y materiales que se cuelgan en dichas páginas. Estos usuarios tienen la capacidad de eliminar los contenidos que se consideran contraproducentes u hostiles al mensaje yihadista. Dicha categoría es otorgada por los administradores, en base a la confianza y el nivel de compromiso demostrado.
  • Usuarios: constituyen la gran base de los participantes del foro. Una vez registrados en el mismo, y admitidos por los administradores, adquieren la capacidad de poder visitar sus contenidos y participar en los mismos publicando posts, respondiendo públicamente a otros usuarios e incluso contactando con ellos a través de mensajes privados o llamados de teléfono vía Internet. Algunos foros espacialmente célebres, como el ya desaparecido Al-Ekhlaas (“sinceridad”), llegaron a tener registrados más de 25.000 usuarios.

Además de estas tres categorías generales, existen toda una serie de distinciones entre los participantes, según los criterios establecidos por sus administradores. Los administradores pueden decidir otorgar a sus miembros diferentes denominaciones de la más variopinta inspiración (corresponsal sénior, guerrero, mártir, emir, jeque, etc.) en función de sus méritos dentro del foro. Esto no sólo alimenta su autoestima y el agradable sentimiento de reconocimiento entre el grupo de referencia, sino que también se traduce en una serie de privilegios de uso. Así, por ejemplo, sólo algunas de estas categorías tienen acceso a determinados sub-apartados o contenidos de acceso restringido: generalmente, los de contenido más radical o aquellos que contienen información más sensible, como determinados manuales para la fabricación de artefactos y explosivos. El criterio seguido para otorgar estas distinciones suele ser el número de posts publicados en el foro. Este reconocimiento se suele hacer de manera automatizada, sin atender excesivamente al contenido del mensaje, lo que explica que la inmensa mayoría de las participaciones sean breves comentarios agradeciendo a otros usuarios un post o expresiones ceremoniales de júbilo, ánimo o piedad. De ese modo, lo usuarios con aspiraciones al ascenso social dentro de esta subcultura virtual pueden escalar rápidamente por los diferentes escalones dentro del foro.

Junto a las participaciones espontáneas de sus miembros, en los foros se pueden encontrar los posts procedentes de los administradores, o de aquellos usuarios que han sido reconocidos como portavoces autorizados de los contenidos remitidos por los grupos terroristas. Para distinguir estas participaciones procedentes de la vanguardia yihadista del resto de aportaciones de la ciber-comunidad radical se les suele reservar en exclusiva la utilización de algunos sub-apartados, o el uso de un determinado avatar (representación gráfica del usuario) con el emblema del grupo terrorista. Ningún foro mantiene la exclusiva sobre la difusión de la comunicaciones de ningún grupo, ni tampoco se pretende privilegiar a ningún de estos espacios frente al resto, lo que les permite mantener un perfil más bajo que el de los sites oficiales, algo que se suele traducir en una menor hostilidad por parte de los hackers que se dedican a atacar las webs yihadistas.

La confluencia entre  piratería y yihadismo en internet

Los foros permiten alojar fotografías y texto. Sin embargo, la acción propagandística del yihadismo está cada vez más basada en la difusión de archivos de video que requieren una elevadísima capacidad de almacenaje y transferencia de datos, una necesidad que dichas plataformas no pueden cubrir. La primacía alcanzada por los foros como herramienta propagandística no hubiese sido posible sin la coincidencia en el tiempo de un nuevo desarrollo en Internet que ha permitido a los yihadistas solventar este problema. Paradójicamente, los yihadistas han empleado el mismo procedimiento que algunos internautas utilizan para descargar de manera ilegal: cine, música y software. Se trata de los servicios web de alojamiento de archivos de gran tamaño. Desde hace unos años, y de manera paralela al incremento del ancho de banda y la velocidad de las conexiones domésticas a Internet, han proliferado empresas como RapidShare, MegaUpload y Ziddu que ofrecen a sus clientes la posibilidad de alojar en sus servidores archivos que podrán ser descargados por cualquier usuario simplemente con copiar en la barra de direcciones de su navegador el link correspondiente. Como viene siendo habitual, dichas empresas ofertan un versión limitada de sus servicios de manera gratuita, junto a una versión de pago mucho más atractiva que no está afectada por restricciones en el tamaño máximo de los archivos que se pueden alojar, velocidad de transferencia de datos, tiempo de espera o número de veces que se puede utilizar el servicio. No obstante, acceder a estos servicios premium no ha sido un problema para los yihadistas, los cuales han hackeado dichas cuentas, o se han servido de algunos programas informáticos que permiten evadir las limitaciones de uso impuestas a los usuarios gratuitos.[6]

La ventajas de esta nueva vía de distribución de contenidos frente a otras alternativas, como los famosos programas de intercambio de ficheros (peer-to-peer o P2P) como, por ejemplo Kazaa o Ares, son innumerables. Por un lado, es una vía mucho más rápida de transferencia de datos, no dependiendo del número de personas que posean y deseen compartir el archivo, y ante todo es una vía infinitamente más anónima y segura que la transferencia de archivos de ordenador a ordenador. Este sistema puede ser fácilmente infiltrado con objeto de conocer la localización de las computadoras que comparten archivos. Buena prueba de ello es la elevada eficacia de las agencias de seguridad a la hora de actuar contra individuos implicados en la difusión de contenidos cuya mera posesión constituye un grave delito, como el caso de la pornografía infantil. Esta importante brecha de seguridad explica por qué las redes P2P nunca han sido una vía principal para la distribución de contenidos terroristas. Buena parte de los materiales de esta naturaleza que circulan en las redes de intercambio proceden de usuarios (generalmente occidentales) que poco tienen que ver con el activismo yihadista, pero que se sienten atraídos por la macabra experimentación con el horror que se desprende del visionado de los videos de degollamientos, explosiones, francotiradores y similares.

El procedimiento de divulgación de los links que permiten acceder a los contenidos alojados en estas webs comerciales, es básicamente el mismo, tanto para la piratería en Internet, como para el activismo yihadista. En ambos casos han proliferado una serie de foros que actúan como bibliotecas virtuales de enlaces. En el caso de las páginas yihadistas, la noticia de la difusión de un nuevo comunicado, video o grabación sonora va acompañada de decenas de links que conducen a un mismo contenido (ofrecido en diferentes formatos de calidad), alojado de manera simultánea en multitud de empresas de diferentes nacionalidades. Algunos de estos enlaces suelen tener una rápida caducidad, ya que son deshabilitados por la propia empresa cuando ésta comprueba que ha violado los términos de la prestación del servicio por alojar contenidos de naturaleza violenta o ilegal. Generalmente son los usuarios los que denuncian la existencia de dichos contenidos, o es la empresa la que puede llevar a cabo de oficio una limpieza de los contenidos que alojan sus servidores. Para dificultar esta actividad de “desenganche” los yihadistas suelen emplear dos métodos:

  • Nombrar a los archivos que se alojan en estos servidores con denominaciones neutras o sin significado aparente, para evitar así que dichas empresas pueden intuir a simple vista el tipo de contenidos que alberga dicho archivo.
  • Encriptar los archivos con una contraseña que se difunde en el propio foro. De esta manera los encargados de vigilar los contenidos alojados en sus servidores no pueden acceder a estos archivos si alguien no les facilita ese dato.

No obstante, la principal garantía de que dichos materiales radicales seguirán disponibles en la red es la propia acción de los usuarios de estas páginas. Fuertemente concienciados de la necesidad de garantizar la permanencia y accesibilidad del mensaje yihadista, dichos activistas se apresuran a descargar los contenidos, los cuales son de nuevo alojados en estos discos duros virtuales, en esta ocasión empleando unos enlaces y contraseñas de acceso diferentes. El siguiente paso es escribir un nuevo post ofreciendo el nuevo catalogo de enlaces, una participación especialmente agradecida y comentada por el resto de usuarios, lo cual le permitirá seguir ascendiendo en el “escalafón” del foro.

La contribución a la yihad mediática queda igualmente facilitada por la disponibilidad y sencillez de otros usos de Internet, como los blogs.[7] En cuestión de minutos, y de manera completamente anónima y gratuita, puede elaborarse un nuevo repositorio de enlaces a contenidos yihadistas. De hecho, Internet no ha cesado en los últimos tiempos de ofrecer nuevas usos que permiten mejorar y potenciar la faceta comunicativa del terrorismo yihadista. Es muy posible que dicha estrategia de comunicación, basada en las páginas de alojamiento de archivos, se vea rápidamente reemplazada por otro tipo de páginas que como Megavideo y InternetArchive.org permiten no sólo alojar y descargar estos archivos de gran tamaño sino también poder visionarlos on-line, lo que acelera el proceso de su “consumo” al tiempo que se reducen los “rastros digitales” que supone descargar y alojar estos contenidos en una computadora.

Conclusiones: En los últimos años se ha avanzado notablemente en la adopción de medidas tendentes a combatir las actividades terroristas en Internet, tanto en el ámbito nacional como internacional. El fortalecimiento de las unidades destinadas a combatir delitos tecnológicos y a la generación de inteligencia sobre las actividades yihadistas en la red, el establecimiento de mecanismos formalizados entre las agencias de seguridad para compartir este tipo de información y la tipificación penal en algunos países de determinadas actividades relacionadas con el activismo yihadista en Internet han contribuido considerablemente a combatir la impunidad que hasta el momento disfrutaban estas redes cuando operaban en el ciberespacio.

Sin embargo, y más allá de la evaluación de la eficacia de estas medidas, debe asumirse que la propia naturaleza de Internet determina que la lucha contra las actividades terroristas en Internet nunca podrá alcanzar sus objetivos plenamente. Los terroristas y sus partidarios han sabido adaptarse con rapidez a este entorno crecientemente hostil, explotando con eficacia las nuevas potenciales que ofrece la red de redes. La prevención de las actividades terroristas en el ciberespacio tiene una naturaleza estructural y cíclica: cada nueva medida tendente a dificultar estas acciones encontrará una nueva contramedida que le reste eficacia. Un proceso circular que, al igual que la lucha contra la piratería cibernética, los fraudes bancarios y la pornografía infantil, se ven potenciados por el incesante ritmo de innovación que permite que aquellos que hacen un uso ilegítimo de la red estén siempre un paso (o varios) por delante de sus perseguidores.

Esta realidad no supone un argumento a favor de la resignación y la apatía frente al activismo terrorista en Internet. Las actividades virtuales de estas redes tienen graves repercusiones en el mundo “real”. Dentro del ámbito de la propaganda, que dichas acciones se lleven a cabo con total impunidad genera un aumento de la radicalización terrorista y una erosión de la resistencia de las sociedades frente a las embestidas del terrorismo. Se hace por tanto preciso una continua labor de readaptación de determinados aspectos, tanto del marco legal y jurídico como del esquema organizativo y operacional de las fuerzas de seguridad para poder resultar eficaces a la hora de contrarrestar el terrorismo en Internet.

Estos son algunos de los ámbitos de trabajo que deben ser potenciados para hacer frente a los nuevos usos terroristas de Internet que hemos analizado a lo largo de este trabajo:

  • Modificar la legislación penal para contemplar adecuadamente la realidad del terrorismo en Internet. Deben introducirse nuevos tipos penales que abarquen con exactitud la complejidad y diversidad de las diferentes participaciones en la “yihad mediática”. Tratar de hacer frente a la presencia terrorista en la red desde un paradigma legal basado en la existencia de organizaciones, jerarquías y subordinación entre individuos resulta un esfuerzo vano y hasta contraproducente. La infraestructura yihadista en la red se ha construido sobre la base de una cooperación horizontal y desestructurada entre individuos, que en la gran mayoría de ocasiones carecen de conocimiento mutuo y se hayan desprovistos de vínculos con organizaciones claramente delimitables. Más allá de la abstracción y difícil aplicación del delito de apología del terrorismo, deben construirse supuestos penales para aquellos individuos que deciden realizar su aportación individual a la lucha terrorista replicando y difundiendo contenidos violentos en la red, contribuyendo al proceso de elaboración de propaganda terrorista, administrando espacios web o poniendo a disposición de la comunidad global de apoyo al terrorismo sus conocimientos técnicos.
  • Vincular de manera efectiva a las empresas prestatarias de servicios de Internet en la lucha contra los contenidos radicales. Las administraciones públicas deben establecer mecanismos de supervisión para garantizar que dichas empresas reaccionan de manera diligente ante el alojamiento de contenidos de carácter inequívocamente terrorista en sus servidores. Una posible medida sería el establecimiento de un departamento u oficina dedicada a centralizar las denuncias sobre contenidos radicales, contactar con dichas empresas y fiscalizar su respuesta. En este sentido, debería modificarse la legislación para que la ausencia de control de las empresas de Internet sobre sus contenidos, o la desidia a la hora de colaborar en esta tarea, pudiera traducirse en sanciones administrativas o incluso el bloqueo de dichas webs dentro de un determinado país. Como es obvio, el carácter transnacional de los actores que operan en Internet hace necesario que dicho objetivo sea alcanzado a través de la cooperación internacional y el esfuerzo por armonizar las diferentes legislaciones nacionales.
  • Implicar a la sociedad civil en la lucha contra los contenidos radicales. El modelo a imitar es el que ya se viene aplicando en la lucha contra la pornografía infantil en Internet, estableciendo cauces formalizados a través de los cuales los internautas puedan hacer llegar sus informaciones y denuncias a las autoridades competentes. La participación de la sociedad en la persecución de la presencia terrorista en Internet actúa como un multiplicador de fuerza de las agencias de seguridad, las cuales verán multiplicados, sin coste alguno, sus capacidades de generar inteligencia y abarcar al amplio fenómeno de la presencia terrorista en la red. Las empresas de servicios de alojamiento en Internet pueden verse igualmente beneficiadas por esta colaboración espontánea y desinteresada. La clave está en imitar el modelo que utilizan algunas webs de visionado de videos, las cuales incluyen un sencillo procedimiento para denunciar dichos archivos ante los administradores si consideran que infringen las normas de uso o incluyen contenidos inapropiados.

Manuel R. Torres Soriano, Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Granada y profesor de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

Notas:

[1] Véase Manuel R. Torres (2009), El Eco del Terror. Ideología y propaganda en el terrorismo yihadista, Plaza & Valdés, Madrid, y Evan Kohlmann. (2006), “The Real Online Terrorist Threat”, Foreign Affairs, vol. 85, nº 5.

[72 Véase Sean O’Neill (2007), “Terrorist 007 ‘was Internet Propagandist for al-Qaeda’”, The Times, 26/IV/2007, y Rita Katz y Michael Kern (2006), “Terrorist 007, Exposed”, The Washington Post, 26/III/2006.

[3] Evan Kohlmann (2009), “Shabaab al-Mujahideen: Migration and Jihad in the Horn of Africa”, NEFA Foundation, mayo, www.nefafoundation.org/miscellaneous/FeaturedDocs/nefashabaabreport0509.pdf.

[4] Ibid., pp. 46-47.

[5] No existe una cifra exacta de webs de inspiración yihadista. La estimación suele oscilar entre las 5.000 páginas webs recopiladas por el profesor israelí Gabriel Weimman (Terror on the Internet. The New Arena, the New Challenges, United States Institute of Peace Press, Washington DC, 2006) y los 50.000 espacios web según los datos de una búsqueda automatizada llevada a cabo por un grupo de investigadores del Laboratorio de Inteligencia Artificial de la Universidad de Arizona, bajo el proyecto “Dark Web Terrorism Research”.

[6] Brian Krebs (2009), “Hacked File-Upload Accounts Prized by E-Jihadis”, The Washington Post, 25/III/2009.

[7] Michael Moss y Souad Mekhennet (2007), “An Internet Jihad Aims at US Viewers”, The New York Times, 15/X/2007.