Tesoros nacionales

André Breton vivió durante cerca de medio siglo en una modesta vivienda, entre dos pisos como «el calvario del fulminado» de Alfred Jarry. En el número 42 de la calle Fontaine. Allí nos recibía con la copita de ron blanco del rito y de «La embrujadora de serpientes». (Traduzco y cito entre comillas sus inolvidables publicaciones). En este retiro trapense residió desde 1922, dos años antes de escribir el primero de sus dos «Manifiestos del surrealismo» (Ediciones del Sagitario en 1924 y, en 1930, posteriormente, en las Ediciones Kra). Y vivió estrechamente hasta su ocultación en 1966 a los setenta años. Desgraciadamente no ha conocido la reciente adopción presidencial de sus manifiestos como tesoros de Estado, para disuadir a los estafadores del arte.

Que no se haya conseguido crear una fundación o un museo con todo lo que el poeta cosechó es un ultraje para la cultura y para el sentido común. Y, sin embargo, ya en 1926 André Breton escribió en las ediciones Surrealistas «Legítima defensa» ilustrado por Joan Miró.

Diariamente, durante tres años, asistí a la reunión, presidida por André Breton, en El Paseo de Venus. Él hubiera deseado que el café se llamara el Paseo de Afrodita. Allí se redactaron o reeditaron algunos pasquines con tino y trino, como el que redactó con Philippe Soupault: «El surrealismo está al alcance de todos los inconscientes». Nadie hubiera podido imaginar que aquel aviso, tomado como esquela para pedestres del mercado, iba a ser tan premonitorio. En 1919 André Breton había escrito ya «Monte de Piedad», libro raro o de bibliofilia con ilustraciones de André Derain.

En Nueva York, conoció a su última mujer con la lámina de «Arcano 17» en la mano. La chilena Elisa Claro, el 20 de agosto de 1944. Día que inmortalizó con un manuscrito de 48 páginas, un mosaico de piel de bacalao de color habana e ilustraciones del también chileno Roberto Matta. Hasta su ocultación, hace catorce años, esta viuda del silencio, del talento y de la elegancia luchó por conservar el tesoro y el castillo de estrellas. Durante más de un cuarto de siglo recibió juramentos en falso. Unos le prometieron crear una Fundación del Surrealismo, otros un Museo de la Modernidad y los más tahúres, la Mansión Internacional de la Poesía.

En 1924 André Breton escribió «Los pasos perdidos» en la editorial Gallimard, evocando los orígenes del surrealismo de Dadá a Marcel Duchamp y de Lautréamont a Jarry.

La desidia de los mandos pudo con Aube, la hija de André Breton (y de Jacqueline), y con Oona, la nieta del poeta. Atravesadas por los siete puñales de la Dolorosa, se resignaron a la subasta de sus recuerdos. Durante treinta y siete años ellas, en colaboración con Elisa, mientras vivió, trataron de encontrar una solución con las sucesivas camarillas de pillas y pillos. El que ha participado en estas discusiones con estafadores sin domicilio ni aquí ni fuera, poderosos de la macroignorancia, conoce lo que es la humillación. Uno de ellos instó: Tenemos que llegar a un compromiso antes de las próximas elecciones de nuestros diputados; el anuncio de nuestro acuerdo conducirá a nuestro equipo a la «Victoria»; luego sería demasiado tarde.

De 1930 a 1933 André Breton dirigió la revista «El surrealismo al servicio de la revolución», publicando varias cartas autógrafas dirigidas al propio André Breton y firmadas por Salvador Dalí. Cuando se hicieron cargo los Trascendentes Sátrapas del Colegio de Patafísica Marcel Duchamp y Max Ernst, de VVV, Breton escribió la «Antología del humor negro». Publicada por vez primera en 1940, y que es hoy uno de sus libros más editados.

En 1931 André Breton con «Unión libre», leyó una fotografia en braile de Ferdinando de Scianna para afirmar, inspirándose en ella, que su mujer Suzanne Muzard tenía piernas de cohete, nuca de alga, sexo de caramelo antiguo, caderas de tallo de pavo real blanco, sexo de espejo, ojos de sabana, nalgas de primavera… En 1921 con «Campos magnéticos» publicó 150 ejemplares numerados con retratos de Picabia. La palabra surrealista para los mandamasas y matamusas, en sus asambleas vale por rareza de corral. Mandos potemkines que han asentado la geografía de museos y fundaciones a la gloria de todos los que se sometieron, e incluso militaron en los partidos más terroríficos del siglo XX. Durante toda su vida Breton conservó su foco de energía: «Claro de tierra» escrito el 15 de noviembre de 1923 e ilustrado por Giorgio di Chirico, que fue vendido y repartido en mil pedazos durante la subasta oficial. Exactamente en 4.100 lotes. Se pujó por cada uno de ellos como si se tratara del canesú de una modelo, o del taparrabos del futbolero de pelotas. En 1943 André Breton escribió «En pleno margen» ilustrado por Kurt Seligmann.

Tres Esperanzas, tres Nadjas (Nadejdas) iluminaron las vidas de Lenin, Stalin y André Breton: Kroupskaia, Alliluieva y la francesa Léonie Delcourt. Doce años después de que Breton publicara su primer poema en La Falange (que nada tenía que ver con la del primo nacionalista), la musa se les apareció a los surrealistas. Aquella inmaculada concepción les enseñó lo que es fundamental aprender y nadie revela: las relaciones de la poesía con la vida y el azar, el amor loco. Todos los recuerdos, apuntes y fotos del grupo, uno tras otro, fueron vendidos al mejor postor.

En 1925 André Breton escribió «Nadja». En una carta a su editor Gallimard del 20 de diciembre de 1939 desea unir «Nadja», «Vasos comunicantes» y «Amor loco» bajo la misma portada.

Los manuscritos son un floreciente comercio para especuladores del lucro. Especialmente los que se etiquetan con el reclamo de surrealistas. A menudo recibo mensajes como el de Sergei Martín: En la sala de subastas n°12 del Hôtel Drouot fue vendida por el Estudio del Baron Ribeyre (actuando como experta Maryse Castaing) una carta manuscrita suya (una correpondencia “pneumática” de cinco líneas) dirigida a Dalí, por 1.200 euros... Los escritores ignoramos las compraventas realizadas a nuestras espaldas. Inconscientes las fomentamos con nuestra pasión por la bibibliofilia.

A partir de 1961 André Breton dirigió la revista «La brecha». Serie de ocho números, los últimos, comenzada en octubre de 1961. Con ilustraciones de Jean Benoît, Magritte o Toyen. Para pagar al estado el impuesto de herencia los funcionarios decidieron cortar una pared del pisito de Breton para saldar la cuenta fiscal. Sin enojo dispusieron el tajo. La leyenda de Pecorone de Ser Giovanni cuenta cómo otro acreedor cobró su deuda en tiempos de barbarie: cortándole al deudor una libra de su cuerpo. En 1932 André Breton escribió «Miseria de la poesía»: La poesía no puede dejarse pervertir por el orden y la propaganda de los titanes totalitarios y los estafadores de la poesía.

Fernando Arrabal, dramaturgo.

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