Theresa May podría respaldar un nuevo referendo por el Brexit

Ahora que las negociaciones por el Brexit entran en la recta final, un punto muerto se ha convertido en el desenlace más probable. Son buenas noticias. No significa que Gran Bretaña “se quedará afuera” de la Unión Europea sin ningún acuerdo: los acuerdos en la Unión Europea tienden a cerrarse en el último minuto. Pero el parlamento británico probablemente rechace cualquier acuerdo que logre negociar la primera ministra Theresa May con los líderes europeos, y la manera más factible de poner fin al estancamiento será realizar un nuevo referendo que reconsidere la decisión de abandonar la UE.

Hasta hace poco, la lógica descartaba esta posibilidad. Pero ahora las mecánicas políticas que podrían conducir a un nuevo referendo y a la cancelación del Brexit se están volviendo más claras.

Cualquier versión del Brexit que proponga hoy May enfrenta un veto. Un “Brexit blando” al estilo noruego que mantenga a Gran Bretaña en las estructuras comerciales de la UE sería bloqueado por los euroescépticos en el Partido Conservador de May. Un “Brexit duro”, que exija controles fronterizos con la República de Irlanda, es inaceptable para el gobierno irlandés y para la UE. Y un acuerdo híbrido que retire a Gran Bretaña del mercado único de la UE pero mantenga adentro a Irlanda del Norte sería un factor decisivo para el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte, cuyo respaldo May necesita para mantenerse en el poder.

Estos vetos enfrentados explican la única estrategia de May para el Brexit: decirles a los miembros del parlamento y a los líderes de la UE que deben elegir el menor de dos males. O aceptan cualquier acuerdo por el Brexit que proponga May, o enfrentarán un Brexit “sin acuerdo” caótico que terminaría resultando catastrófico no sólo para el Reino Unido sino para toda la UE.

Pero el esfuerzo de May por presentar una Elección de Hobson sufre un error garrafal: casi nadie cree que se atreva a sumergir en un caos a las empresas y a los votantes británicos. Un Brexit sin acuerdo echaría por tierra el período de transición que Gran Bretaña necesita desesperadamente para negociar las miles de reglas, regulaciones y normas exigidas para seguir comerciando con Europa, así como con Estados Unidos, Japón, China y otros países cubiertos por los acuerdos negociados por la UE durante muchas décadas.

Sin este período de transición, las exportaciones británicas entrarían en una parálisis temporaria en marzo de 2019, porque deben negociarse acuerdos sobre seguridad de productos, etiquetado, calidad de los alimentos, contratación pública y otros cientos de cuestiones poco conocidas para comerciar según las reglas de la Organización Mundial de Comercio –y estos deben complacer a los 164 miembros de la OMC-. La alteración de los flujos comerciales sólo sería temporaria, porque Gran Bretaña llegado el caso negociaría los acuerdos necesarios con la OMC, pero inclusive una interrupción breve podría resultar devastadora, como demostró el “freno repentino” en las finanzas bancarias que duró solamente unas semanas después de la quiebra de Lehman Brothers en 2008.

Para que su amenaza de no acuerdo resulte más creíble, May ha intentado enviar decenas de “avisos técnicos” a empresas, hospitales y organismos públicos sobre las medidas de emergencia que deberían tomar. Desafortunadamente para los partidarios del Brexit, el efecto de estas advertencias ha sido contraproducente: en lugar de originar un incremento significativo de los preparativos, la perspectiva de aviones que se quedan en tierra, hospitales que se quedan sin medicamentos y exportaciones que se interrumpen ha hecho que un Brexit sin acuerdo resulte improbable al punto del absurdo y, probablemente, desalentó a quienes toman decisiones en las empresas de derrochar dinero en prepararse para una contingencia tan poco realista.

La conclusión es que aún si May genuinamente quisiera ir por un Brexit sin acuerdo, una gran mayoría parlamentaria se uniría para impedirlo. Si bien hay interrogantes sobre los procedimientos parlamentarios exactos, las dinámicas políticas son claras. Perseguir una apuesta tan desesperadamente riesgosa como ésta contra los deseos manifiestos de una mayoría parlamentaria desataría una crisis constitucional que sólo podría resolverse apelando a los votantes –ya sea a través de una elección general o de un nuevo referendo.

El Partido Laborista opositor exigiría una elección general, pero los Conservadores, divididos como están respecto de Europa, se unirían para impedirlo. Una vez fracasada la maniobra electoral, los Laboristas casi con certeza apoyarían un referendo, que es respaldado por el 85% de sus miembros. Así, sólo harían falta unos pocos conservadores para crear una mayoría para el referendo, y podrían encontrarse con un aliado inesperado: Theresa May.

Para May, un referendo podría ser la llave que abra la jaula en la que sus propias “objeciones” la dejaron atrapada. Una vez que resultara claro que la única opción para abandonar la UE sería retirarse sin un acuerdo, May honestamente podría decir que cumplió con el mandato del referendo de 2016 para concretar el Brexit, pero que esto implicaría más disrupción que la prevista. En consecuencia, sería acertado preguntarles a los votantes si todavía quieren o no seguir adelante con el Brexit en estos términos más duros.

Al plantear esta pregunta, May podría superar en astucia a Boris Johnson y a sus otros rivales. Como los partidarios de línea dura del Brexit han presentado el “no acuerdo” como un desenlace perfectamente aceptable, no podrían objetar si ésa fuera la forma de Brexit que se les planteara a los votantes. Si esto prosperara, no se podría responsabilizar a May y ella tendría la satisfacción de ver cómo Johnson se hace cargo del caos resultante.

Mucho más probable es que un nuevo referendo rechace un Brexit sin acuerdo, no sólo por los riesgos económicos, sino también porque el equilibrio demográfico de la población del Reino Unido ha virado a favor de votantes pro-europeos en alrededor de un millón de personas desde 2016. Si los votantes rechazaran el “no acuerdo” en favor de cancelar el Brexit, los opositores de línea dura de May serían silenciados, y su puesto como primera ministra estará garantizado hasta la elección de 2022. Mejor aún, el fin de la incertidumbre en torno del Brexit resultaría en un rebote económico, que casi con certeza garantizaría una victoria conservadora en el 2022.

En resumen, un nuevo referendo para romper con la impasse parlamentaria latente quizá resultaría en que Gran Bretaña se quede en Europa y May, en Downing Street. ¿Por qué May no habría de aprovechar esta oportunidad?

Anatole Kaletsky is Chief Economist and Co-Chairman of Gavekal Dragonomics. A former columnist at the Times of London, the International New York Times and the Financial Times, he is the author of Capitalism 4.0, The Birth of a New Economy, which anticipated many of the post-crisis transformations of the global economy. His 1985 book, Costs of Default, became an influential primer for Latin American and Asian governments negotiating debt defaults and restructurings with banks and the IMF.

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