Tiempo de aunar esfuerzos

El denominador común de todo verdadero progreso, material y humano a lo largo de la historia de la humanidad ha estado conformado por ciudadanos libres -de coacción-, mercados abiertos a la competencia -sin restricciones-, derechos de propiedad -seguros- y ausencia de barreras a la innovación. La correlación de estos principios con los grandes logros de las sociedades humanas a lo largo de toda la historia está sobradamente probada y documentada por una miríada de investigaciones empíricas, muchas de ellas recientes.

Desde esta perspectiva es curioso constatar que, como nos recuerda Rodney Stark en su «How the West Won» (2014), todo lo que vinieron a ofrecer los regímenes políticos marxistas -del pasado y del presente- más allá de la retórica política  y propagandista con la que confundieron -y lo siguen haciendo- lamentablemente a tanta gente, fue un simple regreso al origen de los tiempos. En los regímenes políticos totalitarios, incluidos los comunistas, reina el espíritu de las satrapías persas. Los gobernantes deciden cómo tienen que vivir su vida los gobernados, cómo tienen que disponer de su hacienda y cómo deben pensar correctamente. Las leyes son la voluntad del sátrapa. Los súbditos viven a merced de la voluntad del amo supremo. La desconfianza es la norma. Los imperios mesopotámico, egipcio, chino, persa, otomano e incluso el romano se caracterizaron por economías comandadas por los tiranos que los gobernaban; al igual que la URSS de Stalin, la China de Mao -nos recuerda Stark- y la Venezuela de nuestros días. Es decir, todo el sofisticado aparato filosófico, político, económico y propagandístico marxista siempre ha estado al servicio del regreso a las satrapías. Entre el modelo de las ciudades griegas y Babilonia, los marxistas están por Nabucodonosor.

Sirva esta digresión para recordar que todo un vicepresidente del Gobierno de España ha sostenido en público que la riqueza de los españoles -el dinero de bolsillo, nuestros ahorros, nuestras inversiones mobiliarias e inmobiliarias, y todo cuanto tenga valor de nuestras posesiones- debe ser puesto al servicio del Estado, es decir, de un Estado a sus órdenes. Hasta ahora no ha sido desmentido por su superior, el presidente del Gobierno -a pesar de la extrema gravedad de sus declaraciones-, y sin embargo el peligro que encierra no puede pasarse por alto. Pretende el vicepresidente que los cuatro factores determinantes de nuestro progreso económico y social queden suspendidos: coaccionando abiertamente la libertad de los ciudadanos, restringiendo cuando no eliminando el mercado libre, suspendiendo el muy civilizado y legítimo derecho de propiedad y zanjando cualquier posibilidad de emprender algo nuevo que no haya sido decretado por el Estado -del vicepresidente-.

Con las citadas declaraciones -no desmentidas al día de hoy- ¿cómo se le ocurre al presidente del Gobierno pedir la mutualización de nuestra deuda con países adscritos desde siempre a los citados cuatros fundamentos de nuestra civilización, que aquí están poniéndose en cuestión? La crisis que estamos padeciendo es suficientemente grave como para agravarla aún más con amenazas populistas, qué aunque no puedan ser realizadas a corto plazo anuncian su posibilidad si el «cuanto peor mejor» que interesa a la estrategia comunista termina dominando la política del Gobierno.

Pensar que un Gobierno de Frente Popular con un peso creciente y a la vista de la ideología comunista de siempre nos puede sacar de la crisis sin menoscabo de los fundamentos del éxito de Occidente y por tanto de los nuestros, es una peligrosa quimera que nos costaría muy cara. Gobernar nuestro país con comunistas enemigos de nuestros logros civilizadores que quieren regresar a la prehistoria y golpistas confesos que en plena crisis utilizan la BBC británica para tratar -otra cosa es conseguir- de desprestigiar a España con calumnias y mentiras es cuando menos un gran desatino.

Es la hora de aunar esfuerzos entre quienes dentro de nuestro marco constitucional y los principios que han servido para forjar nuestros éxitos como país, lo que excluye a comunistas e independentistas, y empujar todos en la misma dirección generando así credibilidad entre nuestros socios europeos, los mercados financieros y obviamente entre la ciudadanía española. No son tiempos ni circunstancias para unos nuevos Pactos de la Moncloa, pues entonces todas las fuerzas políticas remaban en la misma dirección y ahora no, sino de una alianza del PSOE con PP y Cs que incorpore al Gobierno de la nación personalidades del máximo nivel y reputación -que en España, felizmente, abundan- para sacar el país adelante. Un país que ha demostrado cumplidamente a lo largo de la historia -sobre todo reciente- que cuando ha sido bien gobernado ha conseguido resultados magníficos.

Dentro de unos pocos años habrá ganadores y perdedores -en términos relativos- de la crisis. Estamos a tiempo de actuar para evitar perder posiciones como en la anterior y salir ganando, porque está en nuestras manos conseguirlo.

Jesús Banegas es presidente del Foro Sociedad Civil.

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