El nacimiento de una democracia es algo hermoso, pero no siempre agradable. Antes de que comenzara la actual sublevación, el coronel Gadafi ya impidió la entrada de dinero en Bengasi para que la ciudad se apagase lentamente. En estos momentos de desorden revolucionario, la ciudad parece aún más caótica. Pero, así como aquel letargo forzoso alimentó la resistencia, la profusión improvisada de viejas banderas, pancartas caseras y octavillas es hoy un signo de grandes esperanzas.
Estuve en Bengasi para inaugurar la primera oficina de la Unión Europea (UE) en la Libia libre. Llegué a la recién bautizada plaza de la Libertad, vi la bandera de la UE ondeando cerca del juzgado y me reuní con algunas de las personas que están luchando por la democracia. Como en la plaza de Tahrir de El Cairo, no solo he visto entusiasmo por las reformas, sino también mucha simpatía hacia los europeos. Me acogieron más como a una amiga que como al huésped al que se recibe por primera vez. «Bienvenida, Cathy, bienvenida Europa», me decía uno, «sabemos que os preocupáis por nosotros; gracias por visitarnos; vuelve otra vez».
En las oficinas del Consejo Nacional de Transición (CNT), Fatma me dio la bienvenida ataviada con el vestido tradicional libio. La niña, alta para sus seis años, había venido a ofrecerme un ramo de flores y se sentía cohibida al saberse el centro de atención. Me dijo que le gustaba dibujar y que tenía dos hermanos más pequeños, pero que, por desgracia, su padre había muerto y su tío se ocupaba ahora de la familia. Con Fatma sentada a mi lado, empecé a hablar con los líderes del CNT sobre sus esperanzas para su país. Me dijeron: «Queremos hacer esto nosotros mismos, solo necesitamos que nos ayuden en algunas cosas». La seguridad es una de sus principales preocupaciones. Para reforzarla, quieren una mejor gestión de las fronteras y un sistema eficaz de concesión de licencias de armas que evite su proliferación indiscriminada.
Los jóvenes libios con los que hablé estaban más preocupados por cómo participar en una democracia. «No es solo una cuestión de elecciones», me dijo uno. Como en Egipto, la revolución tiene una amplia base social, unida en torno a reivindicaciones esencialmente laicas como son la libertad, la justicia y la igualdad. La religión desempeña un papel importante, pero no esencial, al menos por ahora.
También me reuní con representantes de la sociedad civil. Mohamed, un defensor de los derechos humanos que pasó ocho años como prisionero político, me dijo: «Estar en prisión no fue lo peor», «el principal delito de Gadafi ha sido el de intentar matar nuestro espíritu y nuestros sueños». Yezid es uno de esos jóvenes revolucionarios demócratas conocidos como shabab. Ahora dirige una emisora de radio. Los medios han adquirido gran importancia en Bengasi: desde que empezó la revolución se han creado 55 periódicos.
Las mujeres con las que hablé querían desempeñar un importante papel en el futuro del país. Me transmitieron el mensaje de que las mujeres tenían que confiar en sí mismas para comprender que pueden contribuir a construir la democracia. Nunca habían tenido esta oportunidad y por eso necesitaban ayuda.
Salí de Bengasi determinada a que la UE proporcionase esta ayuda. La tarea de la UE en Libia, como en Egipto y Túnez, es proporcionar asistencia práctica, no solo ahora, sino mucho después de que hayan callado las armas y los medios de comunicación occidentales hayan vuelto a casa. Con nuestra ayuda, la democracia puede echar raíces profundas: libertad de expresión, derechos humanos, Administración imparcial, independencia del poder judicial, respeto de la propiedad y cultura de la igualdad y la dignidad.
Pero una auténtica democracia no puede imponerse desde el exterior, pues fracasará si se percibe como la versión actualizada del imperialismo occidental. Mi corta visita a Bengasi ha despejado cualquier posible aprensión de que la ayuda de la UE sea vista así. El anhelo de democracia es evidente en toda Libia, y no solo en las ciudades de la parte oriental controladas por el CNT. No fui yo la primera que habló de derechos humanos y de Estado de derecho, sino ellos.
Por supuesto que nadie puede garantizar que la Libia pos-Gadafi vaya a ser un modelo de democracia liberal. La historia está llena de ejemplos de revoluciones que descarrilan. Por eso, porque la tiranía puede regresar, la UE colaborará estrechamente con la nueva Libia para garantizar que la democracia prospere y sea duradera.
Abandoné Bengasi con optimismo, convencida de que Libia puede lograr este objetivo. Había visto a gente inteligente, realista y dispuesta a afrontar el reto. Lo más alentador fue cuando le pregunté a un grupo de personas sobre el futuro de los círculos próximos a Gadafi. Alguien dijo que seguirían el ejemplo de Sudáfrica: crearían una Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Los demás asintieron, no solo porque estuvieran de acuerdo, sino simplemente porque esta conclusión les parecía más que evidente.
Catherine Ashton, Alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.