Las enérgicas medidas contra Amanecer Dorado resultan convincentes, aunque es demasiado pronto para hablar de su «crepúsculo». Es necesario tener presente que no estamos hablando de un partido típico de extrema derecha, ni siquiera según los elásticos baremos del extremismo europeo. La represión judicial desencandenada en estos últimos días demuestra que las autoridades del país disponían de suficientes pruebas incriminatorias para haber perseguido a Amanecer Dorado desde mucho tiempo antes. El dato de que haya hecho falta el asesinato de un ciudadano griego para motivarlas, mientras que en gran medida han quedado impunes incidentes anteriores en los que se vieron envueltos principalmente inmigrantes resulta inquietante.
La infiltración de extremistas en las fuerzas de seguridad del Estado es incluso más alarmante todavía: varios oficiales superiores de la policía, entre ellos dos funcionarios del más alto rango, se han visto obligados a dimitir o se les han retirado sus competencias en el curso de las dos últimas semanas en relación con la investigación sobre Amanecer Dorado. También se encuentran extremistas en las filas de las fuerzas armadas griegas; existe un pequeño sindicato de reservistas de las fuerzas especiales que hace unos días estaban haciendo, en esencia, un llamamiento a un golpe de estado. Dio la impresión de ser lo suficientemente serio como para que el fiscal jefe del Tribunal Supremo del país convocara una reunión de urgencia por la noche.
Lo cierto es que esta anomalía es prácticamente única en la UE, en un rincón de este planeta en el que se pensaba que la democracia y el imperio de la ley estaban a salvo de las «intervenciones de uniformados». Parece como si las medidas decisivas se hayan tomado sólo ahora, cuando tenían que haberse tomado hace mucho tiempo.
No obstante, la cuestión más grave es por qué cientos de miles de griegos han querido votar a este partido, que nunca ha hecho ningún esfuerzo por ocultar su verdadero rostro. Pocos días antes de las elecciones del 17 de junio de 2012, el portavoz de Amanecer Dorado agredió y hostigó físicamente a dos parlamentarias de izquierdas en una emisión de televisión en directo. Encuestas posteriores demostraron que el apoyo al partido subió justamente después de estos hechos. Tampoco los griegos pueden alegar que no fueran conscientes de que los candidatos que habían elegido para el Parlamento eran nazis. ¡Pero si llevan tatuada en el pecho la cruz gramada, por el amor de Dios! De hecho, después de la muerte de Pavlos Fyssas, y a pesar del dato de que había pruebas concluyentes de que Amanecer Dorado estaba involucrado en ella, el partido seguía situándose todavía en tercer lugar en las encuestas, aunque cayendo.
Antes del asesinato, había incluso analistas que pronosticaban que los fascistas obtendrían un segundo puesto en las elecciones del próximo mes de mayo al Parlamento Europeo, puesto que su partido estaba ya recibiendo en las encuestas el apoyo de un 15% del cuerpo electoral. Por si fuera poco, el 22% de los partidarios de Amanecer Dorado respondió, en un sondeo reciente, que votaban conscientemente por este partido debido a su ideología nazi. En ningún otro lugar de Europa arrojan los datos un predominio similar de los ideales fascistas.
Como es notorio, la crisis ha sido clave para el resurgimiento de los extremismos. La próxima vez que debatan sobre Grecia, los dirigentes de la UE deberían ser conscientes de que hay límites a las imposiciones que se pueden exigir a una sociedad democrática antes de que se venga abajo. Los últimos acontecimientos son un trágico recordatorio de que la sombra de los extremismos se cierne a nuestro alrededor. No obstante, el hecho de que no haya partidos de este desmesurado extremismo que gocen de popularidad en la mayoría de Estados europeos, incluso en países como España, donde los niveles de desempleo son comparables a los de Grecia, muestra que también hay algunos rasgos profundamente griegos en el ascenso de Amanecer Dorado. Estos matones se han desarrollado a partir de ideas preexistentes y populares en determinados segmentos de nuestra sociedad: la homofobia, la xenofobia, el antisemitismo y la intolerancia.
El hecho de que estas ideas no tuvieran representación política oficial antes de la crisis no significa que no estuvieran allí o que en la sociedad griega existiera un consenso paralelo en contra de ellas. Lo que precisamente se demuestra es que estaban hibernadas por culpa de las prácticas clientelistas de los dos grandes partidos, que las mantuvieron acalladas a cambio de prebendas. Ahora que ya no hay dinero con el que sobornar a estos extremistas, éstos han vuelto a morder la mano que los estaba alimentando.
Existe una necesidad urgente de reflexionar sobre lo que se puede hacer, especialmente en el sistema educativo de Grecia, para asegurarse de que los discursos extremistas se vean marginados. Si salvamos de la oscuridad a la próxima generación, quizá se diluya algo de esta vergüenza.
Nikos Chrysoloras es columnista del diario ‘Kathimerini’.