Tiempo electoral

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Estamos en campaña y es tiempo de promesas. Cada partido hace las suyas creyendo que son las más ansiadas por la población y que les van a permitir captar el voto de los electores. No tengo nada que objetar a esto.

Lo que quiero comentar hoy son las que se refieren a mi institución, la Universidad de Zaragoza, que es la responsable de más del 90% de las titulaciones universitarias que se imparten en nuestra Comunidad.

Estamos escuchando promesas de titulaciones en los campus de Huesca y Teruel, como si ello fuera un premio, un compromiso incumplido o un factor de desarrollo esencial para ambas ciudades. En Aragón tenemos un grave problema de vertebración del territorio, pero mi pregunta es: ¿qué puede hacer y cómo la universidad para aportar soluciones? Si repasamos la historia reciente podemos obtener alguna respuesta.

Cuando se desarrolló el Estado autonómico, desde mediados de los pasados años ochenta, la administración de cada territorio quiso disponer de sus propias universidades públicas. Pasados unos años, con las sucesivas reformas y la implantación del Plan Bolonia, el número de titulaciones aumentó en todos los centros de educación superior, clásicos y nuevos. La orientación de prácticamente la totalidad de las universidades fue la misma y se basó en la creencia de que lo mejor para sus territorios era que sus jóvenes no tuvieran que irse a estudiar a otra ciudad, y mucho menos a otra comunidad. La idoneidad de las titulaciones impartidas para el desarrollo socioeconómico de cada región quedó en un segundo plano.

Ante el hecho de la falta de protagonismo internacional de la universidad española y de que el proceso de vaciado de la España interior no se ha detenido, los resultados de esas políticas parecen más que discutibles. Pienso que retener a los jóvenes durante cuatro años en sus lugares de origen y tener que decirles adiós después de acabar su formación, porque sigue sin haber oportunidades allí donde han estudiado, no es una manera eficiente de vertebrar el territorio. Incluso económicamente no es la mejor opción. La comunidad de origen es la que se encarga de aportar los fondos que requiere la formación universitaria pública, del orden del 80% del coste, mientras que el fruto del trabajo de estos jóvenes se quedará allí donde desarrollen su carrera profesional, fuera de su comunidad con demasiada frecuencia.

Como puede apreciarse, soy más partidaria de extender la formación universitaria hacia las titulaciones que más acordes están con las necesidades actuales y futuras de nuestra región. Y, para eliminar dudas, esto no quiere decir que deban impartirse en los campus zaragozanos obligatoriamente. Es más, si existe una relación cada vez mayor entre tejido social y económico y formación universitaria, será más fácil y eficiente distribuir los centros universitarios por toda la Comunidad. El discurso partidista de llevar titulaciones a Huesca y Teruel, sin que ni se haya demostrado su necesidad allí, ni que el resultado es el mejor para todo el conjunto de los aragoneses, solo sirve para acallar el argumento del centralismo zaragozano, pero está alejado de una ordenación académica auténtica.

No quiero terminar sin añadir una reflexión más. Se dice siempre que los ciudadanos tenemos los políticos que nos merecemos. Creo que la frase es bastante acertada, y que en este tema también se cumple. La universidad pública española elige a sus órganos de gobierno de forma democrática entre toda la comunidad, profesores, personal administrativo y alumnos. Pero nuestra responsabilidad no acaba el día de la elección de rector. Es necesario seguir siendo activos durante todo el periodo, y esto se puede hacer de muchas formas. Promover debates, reflexiones, estudios, de forma individual o colectiva, debería ser parte de nuestras obligaciones.

En el caso de las promesas de nuevas titulaciones, debo reconocer que apenas ha existido discusión. Cada parte propone sus ideas y la comunidad universitaria asiste como convidado de piedra. O peor, como los famosos tres monos: oír, ver y callar. Sin un ejercicio de reflexión interna, que busque ideas y propuestas de interés, seguiremos viendo cómo nuestro desarrollo profesional queda en manos de aquellos que solo buscan un puñado de votos.

Ana Isabel Elduque, Catedrática del Departamento de Química Inorgánica de la Universidad de Zaragoza y decana del Colegio Oficial de Químicos de Aragón y Navarra.

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