¿Tiene el PSOE una alternativa al PSC en Cataluña?

Tiene el PSOE una alternativa al PSC en Cataluña

Jordi Pujol Soley gustaba de referirse al PSC como "el PSOE", siglas que pronunciaba a la antigua, "SOE". Pretendía, con ello, subrayar el vínculo con España (¡la obediencia española!) de los socialistas domésticos, lo que en la moral de caverna del Milhomes equivalía a declararlos anticatalanes.

Cualquier objeción del PSC al Govern solía saldarse geolocalizando la crítica. "¡Madrit!", gritaban los convergentes, y el sortilegio convertía cualquier discrepancia, por razonable que fuera, en una conjura mesetaria con ramificaciones en Cataluña (el enemigo interior). Con ser estupefaciente que la célebre cordura catalana se fundara en esta clase de aberraciones, más lo era el efecto que operaba en los aludidos, que con cada andanada reculaban otro poco.

Así, y en el intento de impugnar la acusación de malos catalanes, el PSC se tendió en el diván y se entregó a la elaboración de sesudas teorías respecto a sí mismo: las dos almas, el catalanismo de progreso, la España federal... La obsesión identitaria, puramente expiatoria, acabó alejando al PSC de sus bases (votantes, al fin y al cabo, del PSOE) y la deriva proestatutaria de Maragall y Montilla terminó por abonar el terreno para la fundación de Ciudadanos.

La insistencia del PSC de Miquel Iceta en su negativa a Rajoy no es más que la enésima expresión de un complejo secular, que tanto debe al temor al qué dirán en Cataluña cuanto al sectarismo antipepé. Por este orden, además. No en vano, entre las credenciales de catalanidad sancionadas por el nacionalismo, la más concluyente es la aversión al PP y Ciudadanos. De ahí, por ejemplo, que Iceta reaccionara al pacto Sánchez-Rivera advirtiendo ante el Comité Federal del PSOE que el PSC no se sentía cómodo, dado que Ciudadanos "se entiende en Cataluña como un partido antinacionalista y anticatalanista primario".

Esa misma incomodidad, esa necesidad de no contrariar en demasía a los apóstoles del procés, es la que sustenta el 'no' de Iceta al PP, que es, por cierto, su única convicción política. La suya y la de su partido: nada, en efecto, distinguía el argumentario de Iceta del de su oponente en las primarias del PSC, Núria Parlon, lo que asemejaba el proceso a una elección de delegado de segundo de ESO, el tipo de simulacro, en fin, que da perfecta cuenta de la vacuidad en que se halla sumida la política catalana.

La advertencia del PSOE respecto a la posibilidad de que un 'no' del PSC obligue a revisar la relación entre ambas formaciones se antoja un tanto vaporosa (tanto como esa sempiterna suspensión del concordato con la Santa Sede que el PSOE lleva incrustado en su ADN). Aun así, el grado de incertidumbre es, en esta ocasión, algo mayor. Para empezar, el PSC ya no es ese granero de votos sobre el que el PSOE construía sus más halagüeñas expectativas. Los 25 escaños que lograra en 2004, siendo candidata por Barcelona Carmen Chacón, se han quedado en 7. Por decirlo más gráficamente: en 12 años ha perdido algo más de un millón de votos; exactamente, 1.114.744. De algún modo, el PSOE ya ha asumido el precio de lo que supondría recomponer su presencia en Cataluña.

Por otra parte, la reciente presentación en sociedad de la plataforma para la recuperación de la Federación Socialista Catalana, entre cuyos promotores se halla el ex secretario de Organización del PSC de Barcelona Julio Villacorta (ex dirigente, asimismo, de Ciudadanos, fuerza por la que concurrió como candidato a regidor por Barcelona en 2007), lleva a pensar en que el PSC no está en disposición de seguir tensando la cuerda. Y que, por una vez, va a tener que mancharse.

Ciertamente, una hipotética Federación Catalana del PSOE habría de disputarle el electorado a Ciudadanos, primer partido de la oposición en Cataluña. Con todo, el coqueteo de Inés Arrimadas con el catalanismo (la plataforma pro FSC, de hecho, es más fruto del desdibujamiento de Ciudadanos que del nacionalismo del PSC, que viene de muy lejos) no es sino un aval para que la empresa, cuando menos, siga su curso. Y que, como ocurrió con Ciudadanos, sea jaleada por un sector del PSOE, aunque tan sólo sea como aviso para navegantes.

Ambos factores, la escualidez del apoyo en las urnas y la amenaza de reemplazo, estarían detrás del reset de última hora en el discurso de Iceta, que ha empezado a hablar de "abstención técnica". En ello le va, técnicamente, su negocio.

José María Albert de Paco es periodista y coautor, junto a Iñaki Ellakuria, de 'Alternativa naranja'.

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