¿Tiene sentido invertir en oro?

Es una pregunta que hace años que me hago. Y lo que es mucho más relevante, que se hacen algunos de los inversores más importantes de nuestro tiempo. Entre los oroadictos se encuentran algunos de los gestores más reputados (entre ellos John Paulson, Marc Faber o Jim Rogers). Entre los oroescépticos, tenemos un grupo más heterogéneo que incluye como cabeza visible al archiconocido Warren Buffet. Los dos bandos mantienen posiciones muy marcadas, y salvo contadas excepciones (como es el caso de Soros, que ha pasado a tener una visión más cauta) no están dispuestos a cambiar su posición, por mucho que el precio del oro haga una cosa u otra.

Los oroadictos no discuten el uso del oro como forma de acumulación de riqueza. Ha sido así en los últimos siete mil años, dicen. Dicen que el oro es el activo real que permite guardar más valor en menos espacio. Aluden a que la historia de la humanidad ha tenido fases en las que oro y dinero eran la misma cosa, periodos en los que el oro soportaba el valor del dinero y que desde la ruptura del patrón oro a comienzos de los setenta, el oro es una forma muy efectiva de proteger la riqueza. La mejor protección tanto si la amenaza es el precio del petróleo y su efecto en inflación (como ocurrió en las dos primeras crisis del petróleo de comienzos de 1973 y 1979) como si el riesgo es la vorágine con los que los bancos centrales crecen sus bases monetarias, como ocurre recientemente.

Los oroadictos insisten con razón que el oro no es una materia prima sino una divisa refugio. Dicen que cuanto menores son los tipos de interés y las rentabilidades de los activos financieros (como ahora), mayor es el atractivo de una divisa como el oro que no puede imprimirse. Insisten en su utilidad como forma de diversificar el patrimonio, y mencionan como cuestión clave el cambio en la estructura de la demanda (con la demanda de inversores financieros representando más del 40% del total frente al 5-10% de comienzos de década). Explican que la demanda financiera tiene su origen no sólo en el inversor privado (con el añadido reciente de fondos cotizados conocidos como ETF como vehículo para inversión en oro físico), sino que también viene del sector público emergente, los que menos oro tienen y más ganas tienen de tenerlo y que más están acumulando reservas.

Los oroadictos ponen mucho énfasis en esto: el sector público, hasta ahora vendedor (de la mano del FMI y bancos centrales) es ahora comprador. El impacto en precios de este cambio es muy importante en un activo con una oferta limitada por el bajo crecimiento de las reservas.

Los oroescépticos, por otro lado, cuestionan en general el sentido financiero de invertir en una materia prima con una utilidad industrial (en joyería y electrónica) relativa. Reconocen que el oro estaba barato hace unos años tras haberse mantenido veinte años (desde 1980 hasta el 2001) sin subir de precio, pero insisten en que tras la fuerte apreciación de los últimos años (en que los precios se han multiplicado por seis desde el 2001, y en la que han recuperado sobradamente todo el diferencial con la inflación) la inversión es ahora puramente especulativa. Desprecian el argumento de que el oro es un activo financiero: a falta de intereses o dividendos, ¿qué rentabilidad genera la tenencia de oro más allá de la posible revalorización de precio?

Para los escépticos la subida del precio del oro es puramente especulativa. Y para ello hacen referencia al desarrollo brutal de la demanda de inversores financieros a través de ETF (el mayor fondo cotizado que invierte en oro físico del mundo acumula reservas de casi 1.300 toneladas, un nivel de reservas que le sitúa entre los seis principales tenedores de oro del mundo). Según ellos, esta demanda ha distorsionado los precios y ha hecho que el oro se negocie muy por encima de donde sus modelos de oferta y demanda sitúan los precios normales de la onza de oro. ¿Dónde estaría para los oroescépticos el precio objetivo del oro? Muy por debajo de los niveles actuales.

¿Dónde nos situamos nosotros? La nuestra es una adicción moderada. No somos quién para cuestionar siete mil años de interés inversor de la humanidad en oro. El oro no es sólo una materia prima, es realmente una divisa y lo es en el momento en el que los bancos centrales la adoptan como forma de acumulación de reservas. El cambio en la demanda, con una mayor componente financiera de inversor privado y países emergentes acumulando reservas, es estructural y hay que tenerlo en cuenta.

Pero ojo con unas expectativas demasiado ambiciosas: hay mucho dinero especulativo invertido en oro y cada vez más es una inversión sensible, para bien y para mal, al comportamiento de mercados financieros. El oro no es ni mucho menos una protección sin riesgo.

Nicolás Barquero, director de inversiones de Deutsche Bank Private Wealth Management.

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