Todas las víctimas de las guerras

El sábado 1 de abril, a las cinco de la tarde, en cumplimiento del acuerdo del pleno municipal del anterior 20 de julio, tuvo lugar un emotivo acto en el cementerio de Santa Maria de Talló de Bellver de Cerdanya. En presencia de gran parte de los residentes se inauguró una lápida de mármol negro en recuerdo de los vecinos y vecinas de Bellver y Batllia muertos en acciones de guerra. Se podría pensar que se trata de un acto más en resarcimiento de las víctimas de la guerra civil y de la dictadura franquista, pero en este caso con dos variantes ciertamente innovadoras y dignas de destacar. De un lado, el recuerdo se extiende a todas las víctimas de las guerras padecidas en estas tierras pirenaicas desde la Guerra dels Segadors a la guerra civil. Del otro, en la relación de víctimas de la última contienda no se hace distinción entre las de la represión republicana y las de la represión franquista, sino que se ha optado por incluirlas a todas por riguroso orden alfabético, porque al fin, todos los asesinados fruto de la represión o las muertes en las trincheras fueron igualmente víctimas del odio y la intolerancia.

Esto no significa, como señala el alcalde e historiador Joan Pous, que se equiparen unas con otras, porque las víctimas de la represión republicana ya fueron resarcidas inmediatamente después de la guerra civil, mientras que las víctimas de la represión franquista han tenido que esperar casi 70 años para ser reconocidas y dignificadas. Igual que debe subrayarse que mientras la mayor parte de la represión republicana fue llevada a cabo por pelotones de incontrolados --lo cual les convierte en unos vulgares asesinos-- y en oposición --y de espaldas-- a las instrucciones dadas por las autoridades republicanas; la represión franquista, que continuó y se acentuó después de la guerra civil, fue instaurada, ejecutada y administrada por las autoridades del régimen dictatorial y, muy especialmente, por el Ejército, que se encargaba de instruir los consejos de guerra, un simulacro de juicio que duraba unas pocas horas y que a menudo se saldaba con varias sentencias de muerte.

Hay algunos detalles conmovedores de la lápida que comentamos. El primero es la coincidencia aun de muchos nombres y apellidos con los que figuran esculpidos en el mármol y el folleto editado por el historiador Salvador Vigo, en el que se recogen los nombres de las víctimas. Son pocos los vecinos, salvo los llegados en la segunda mitad del siglo pasado, que no puedan reconocer su linaje --y a menudo también su nombre-- en la lápida entre las víctimas de la gran guerra o de la guerra civil. De las otras guerras no se han podido localizar las relaciones de víctimas, aunque sí la descripción de la brutalidad de los conflictos. Así, la ocupación francesa de 1691 arrasó 68 casas en Bellver de Cerdanya y de la ocupación anterior se dice que entraron en Bellver "matando, destruyendo, deshonrando y quemando las personas, honores y haciendas con tal exceso y lamentable forma, que siendo antes una villa grande y una tierra populosa, hoy apenas la habitan 25 casas, y aun miserables".

El segundo es tomar conciencia de la gran cantidad de guerras que ha habido en Catalunya y, a menudo, entre catalanes: Guerra dels Segadors (1640-1569); guerra de los nueve años o de la gran alianza (1688-1697); guerra de sucesión (1705-1714); guerra grande (1793-1795); guerra del francés (1808-1814); las tres guerras carlistas del siglo XIX (1833-1839, 1846-1849 i 1872-1876); y la guerra civil (1936-1939). Eso sin contar otros conflictos menores como los de Nyerros i Cadells en el primer tercio del siglo XVII, del que aun pervive alguna masía fortificada en las afueras de Bellver, o la de Els Malcontents (1826-1827).

Por último, lo que a menudo se llama oasis catalán no ha sido tal a lo largo de la historia. En Catalunya se ha matado y mucho. En las guerras civiles de los siglos XIX y del XX se ha matado brutalmente. En la guerra civil murieron --en el frente o por la represión-- un mínimo de 42 habitantes de Bellver, el 3% de la población de 1936. Y la muerte por la violencia de los ejércitos y la ocupación ha golpeado especialmente a lo largo de la historia las comarcas fronterizas, como la Cerdanya, que eran escenario de los enfrentamientos entre España y Francia: la guerra grande costó la vida a 87 civiles de Bellver, el 5% de la población total según el censo de Floridablanca de 1787.

Hay que recordar las enseñanzas del pasado y honrar a sus víctimas, no con ánimo de pasar cuentas, sino para resarcirlas del olvido que han sufrido --la doble muerte material y la desmemoria-- y para tener el suficiente juicio y entereza para, por encima de las discrepancias, evitar nuevos conflictos que alimentarían las relaciones de víctimas del mañana. Y, sobre todo, y como pretende el Parlament con la ley del memorial democrático, hay que recuperar las raíces de la tradición democrática de nuestro país que son el mejor antídoto contra nuevos envites de violencia e intolerancia. Es por ello que resultan oportunas y aleccionadoras las contribuciones que son generosas con el recuerdo de todas las víctimas como el que se realizó en Bellver de Cerdanya.

Antoni Segura, catedràtic d'història contemporània i director del centre d'estudis històrics internacionals de la UB.