Todo vale por un sillón

Todos los nacionalismos persiguen un mismo fin: crear una nación propia, independizarse y romper por tanto la nación de la que forman parte. Por eso, sorprende el carácter de normalidad con la que algunos quieren revestir las negociaciones y los acuerdos con el nacionalismo-independentista catalán o vasco en cuestiones tan esenciales como determinar quién debe ser el presidente de nuestro país o si se aprueban o no los presupuestos generales.

Siempre es necesario llegar a acuerdos, nadie lo cuestiona, pero hasta este momento había un cierto consenso que garantizaba que cuando menos, el independentismo catalán o vasco no iban a tener la llave de la gobernabilidad del país del que quieren separarse a cualquier precio. Ese cierto consenso saltó por los aires con la moción de censura que lideró Sánchez y necesitó el apoyo de los nacionalistas e independentistas vascos y catalanes. Siendo eso relevante, es más inaudito que después de unas segundas elecciones, sea quien aspira a presidir el Gobierno de España quien esté fiando el futuro de todos los españoles y la estabilidad de nuestro país a los que quieren romperlo. Todo ello teniendo como tiene otras opciones para conformar Gobierno.

Para quienes creemos en la unidad de España es sintomático y muy preocupante que en todos los lugares donde el socialismo ha podido elegir entre un gobierno con partidos constitucionalistas o con partidos de extrema izquierda, nacionalistas e independentistas, ha elegido lo segundo.

Así lo hicieron en Navarra. Pudiendo haber pactado un gobierno estable con Navarra Suma, coalición que integramos UPN, Cs y PP y que ganó ampliamente las elecciones con un 36,5 por ciento de los votos, el Partido Socialista ni siquiera quiso sentarse a hablar con nosotros y optó por un pacto con Geroa Bai (marca blanca del PNV en Navarra), Podemos e Izquierda Ezkerra. Aun así, los números no le daban para tener la mayoría necesaria para gobernar y Chivite no dudó en aceptar la abstención de Bildu para ser presidenta de Navarra. Una abstención que, como los propios líderes de Bildu advirtieron, empezando por Otegui, no era gratis y, de hecho, ya han empezado a cobrar la factura.

Insisto: pudiendo haber elegido formar gobierno con una amplia mayoría (31 de 50) conformada por quienes siempre hemos defendido el estatus de Navarra como Comunidad Foral, diferencia y dentro de España, el Partido Socialista de Navarra eligió pactar con los nacionalistas vascos y los populistas de extrema izquierda y echarse en manos de un partido que sigue sin condenar la barbarie terrorista.

De esta forma el socialismo navarro consiguió alcanzar la presidencia del gobierno, haciéndose cómplice al mismo tiempo de quienes tienen como objetivo la anexión de Navarra por el País Vasco y la ruptura de España.

Pactar siempre supone ceder en cuestiones que para la otra parte son esenciales. El nacionalismo lo sabe, y por ello está aprovechando con habilidad esos acuerdos para fortalecer su proyecto rupturista. Los nacionalistas nunca renunciarán a su único y primer objetivo, que en el caso del nacionalismo vasco no es otro que la creación de esa entelequia de nación vasca con Navarra dentro, llamada Euskalherria y separada del resto de España.

En Navarra ya estamos viendo cómo, por un sillón presidencial, el socialismo ha renunciado a su propia ideología y está haciendo suya la política nacionalista y de extrema izquierda. Así, por poner un ejemplo, el Gobierno de Chivite ha dejado en manos del nacionalismo vasco la política lingüística que es fundamental para la construcción nacional según el ideario y la hoja de ruta independentista. De hecho ha revalidado a la misma consejera nacionalista que lideró esta política la pasada legislatura y que fue declarada en parte ilegal por los tribunales .

Querer enmascarar en discursos vacíos esta realidad es una enorme irresponsabilidad, mayor si cabe cuando es cometida por formaciones políticas que están llamadas a liderar España, como es el caso del PSOE. Sánchez parece no querer ver que el nacionalismo vasco no tardará mucho en plantear un desafío secesionista desde el norte de España similar al catalán, para lo que ineludiblemente necesitan a Navarra. Parece mentira que quien aspira a presidir España no sea consciente de la relevancia estratégica que tiene Navarra.

Navarra es la perla que le falta al nacionalismo vasco para alzarse en un proceso como el que estamos padeciendo en Cataluña. De hecho, estamos viendo ya, cómo en la Comunidad Autónoma Vasca se ha presentado un borrador de reforma de estatuto vasco que pisotea los derechos de los navarros y plantea la ruptura con todos los españoles.

Tras haber ido de la mano de los constitucionalistas en muchas cuestiones, es una pena ver ahora a un PSOE renunciando a sus políticas solo por el sillón de La Moncloa al tiempo que se hace cómplice de los que van a seguir trabajando para destrozar España, ese proyecto común que el PSOE debiera defender por encima de cualquier cosa.

También por encima del sillón de La Moncloa.

Javier Esparza es Presidente de UPN.

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