Todos archivados

Quiso el azar, a veces tan atento, que me encontrara hace algunos días sentada a la misma mesa que el director general del Libro, Archivos y Bibliotecas,

Rogelio Blanco, y que me hablara del tema de los archivos. Me pareció de alto interés.

Todos los rebeldes han pasado por una etapa en que han detestado que sus datos figurasen en archivos que escapaban a su control. Hoy en día, sin embargo, nuestros datos figuran en tantos lugares --compañías telefónicas, listas de supermercados, gimnasios a los que no acudimos pero que pagamos puntualmente, entidades bancarias, clínicas dentales, etcétera--, que ya poco puede preocuparnos que existan los archivos históricos (provinciales, nacionales, generales de la Administración y de- más), que dependen del Ministerio de Cultura.

Esos archivos se saben toda nuestra historia. La lejana en el tiempo y la más reciente. En ellos se encuentra desde el primer documento que generamos, nuestra partida de nacimiento, hasta el último, el de la partida definitiva. En medio, claro está, dejamos justificaciones de compraventas, cambios de estado civil sucesivos, herencias, títulos académicos y demás reflejos de las vicisitudes de todas las vidas.

Nos enteramos de la existencia de los archivos porque, a veces, aparecen de manera cruzada en alguna noticia de importancia, ya sea la recuperación de la memoria histórica o alguna investigación en particular. Lo cierto es, sin embargo, que sí que deberían preocuparnos o, mejor dicho, ocuparnos, pues albergan informaciones que, en la actualidad, están al alcance de todos los ciudadanos con conexión a internet gracias, entre otras iniciativas, al programa Pares, o sea, el Portal de Archivos Españoles, un proyecto del Ministerio de Cultura destinado a difundir en internet el patrimonio histórico documental español conservado en su red de centros.

El portal ofrece un acceso virtual, libre y gratuito a esos pasillos kilométricos atestados de millones de legajos que todos imaginamos, al mejor estilo cinematográfico o literario, como corredores oscuros llenos de telarañas, con goteras y olor de humedad, iluminados con apenas algunas bombillas de unos pocos vatios y con un solo funcionario, con su guardapolvo descolorido, que camina hastiado, oyendo el eco de sus pies, que se arrastran a cada paso. Por supuesto, nada más lejos de la realidad: las estanterías se miden por kilómetros, en efecto, y los legajos se cuentan por millones, es verdad, pero todo lo demás es, en efecto, puro cine, producto de nuestra imaginación.

El portal tiene interés no solo para el investigador o el estudiante, sino también para cualquier ciudadano inquieto. La inmersión en la página de Pares es una especie de máquina del tiempo que nos puede llevar varios siglos atrás sin pestañear y ponernos delante, sin ir más lejos, de una copia de las Alegaciones presentadas por Catalina de Médicis, Reina de Francia, sobre sus derechos a la Corona de Portugal. Si un usuario curioso busca, por ejemplo, "Catalunya entre 1800 y 2000", verá que se le ofrecen diversas posibilidades, entre las cuales llaman la atención, por ejemplo, "Dominación napoleónica en Cataluña", "Colegio de Drogueros y Confiteros de Barcelona", "Colección de hojas de propaganda relacionadas con Cataluña", "Papeles de Cuba" o "Fotografías de la guerra civil española de Albert-Louis Deschamps". Se puede acceder también al Archivo Rojo, una serie de más de 3.000 imágenes sobre la guerra civil española, con comentarios a cada una de ellas y un botón para el usuario llamado Aportar información, gracias al cual el visitante puede añadir algunos datos de su conocimiento. La variedad de documentos es inimaginable.

El proceso de digitalización, en el que se sigue trabajando actualmente, no solo permite el acceso a los documentos a cualquier hora del día y sin desplazamientos físicos, sino que, además, supone el cuidado y la conservación de los archivos, que, al ser consultados vía internet, no sufren manipulación alguna. La procedencia de lo que se guarda en los archivos ha sido y es variopinta, pues va desde materiales donados, adquiridos o reproducidos hasta la recuperación de fondos documentales, hemerográficos, bibliográficos, audiovisuales, maquetas, esculturas y obra pictórica. Se trata de material de procedencia tanto nacional como internacional, en este último caso de países entre los cuales cabe destacar Francia, Bélgica, Suiza, Cuba, México y Argentina.

Conclusión: Por una parte, los archivos del Ministerio de Cultura suponen una herramienta de conocimiento a disposición de todos los ciudadanos. Por otra, si encontramos por casa algunos documentos de interés y dignos de guardarse y de ser compartidos --fotografías, escritos, audiovisuales-- y no encontramos sitio para ellos, podemos pensar en donarlos a los archivos, donde, sin duda, darán buena cuenta de ellos.

Por último, no sé si a todo el mundo, pero seguro que a muchos nos consuela ver que nuestros impuestos no siempre van a parar a cuestiones fútiles, sueldos inexplicables o asuntos peregrinos. Que nuestra memoria se cuide, se muestre y se enriquezca es necesario y, sin duda, una buena señal.

Flavia Company, escritora y periodista.