Todos los vídeos del presidente

La política ha entrado definitivamente en lo que podríamos llamar la youtubización. El debate organizado el lunes 23 por Youtube y la CNN entre los candidatos demócratas en Carolina del Sur puede que sea recordado dentro de unos años con la misma reverencia mediática que el famoso cara a cara de 1960 entre Kennedy y Nixon. Entonces, la televisión introdujo un nuevo lenguaje. Ahora, parece ser que serán las microfilmaciones colgadas de la red las que marcarán las líneas maestras del futuro. El visionario Marshall MacLuhan, mucho antes de que internet entrara en nuestras vidas, ya predijo que el medio es el mensaje. El medio, la herramienta comunicativa, es lo que importa. Es decir, el mensaje que genera el medio se mide por el cambio de escala, de ritmo, de pautas, que el medio provoca en una sociedad o en una cultura. La aparición de Youtube --un medio innovador a través del cual gente muy diversa se comunica con todo el mundo a base de pequeñas píldoras grabadas en formato electrónico-- entra de lleno en la definición de MacLuhan. El mensaje que transmite el fenómeno Youtube es que hay una nueva forma de conocer el mundo, de intervenir en él.

Hay expertos que expresan muchas dudas al respecto. Dudas referidas, sobre todo, a lo que es calificado como la "dictadura del Youtube". Nick Douglas, en el Washington Post, advierte: "O te ven en el Youtube o no te ve nadie. Pensar que Youtube y el concepto vídeos en la red son sinónimos reduce nuestra concepción sobre lo que significa ver imágenes en internet". En un año, la web adquirida recientemente por Google, ha pasado a ocupar del 43% al 60% del intercambio mundial de vídeos. Con estas cifras, y a pesar de la advertencia de Douglas, no es de extrañar que los candidatos demócratas y republicanos vean en Youtube un arma cuya utilización no solo es necesaria sino ineludible. Solo hay que recordar los recientes éxitos de los vídeos de las llamadas chicas sexy de Obama y Clinton, unas cantantes de medio pelo que se contorsionan con un himno a sus ídolos preferidos. O la excelente parodia de Hillary sobre el final de Los Soprano, con Bill comiendo zanahorias en lugar de aros de cebolla.

En el debate, la CNN escogió 39 grabaciones de las más de 3.000 que los internautas colgaron en Youtube con el reclamo de que sus preguntas iban a ser respondidas en directo y por sorpresa. La disposición del debate fue extremadamente clásica, con cubos iluminados, mucha luz, mucho espectáculo, y ocho atriles desde los que Obama, Clinton, Edwards y los demás comparsas, de pie, contestaban. La novedad, claro, es que las preguntas procedían de una pantalla con fondo de barras y estrellas, unas estrellas que explotaban y daban paso a cada uno de los vídeos.

Hubo de todo. Graciosos (como el del muñeco de nieve que se queja del cambio climático y sufre por su bebé, que va a convertirse en agua), barriobajeros (como la de una pareja de payasos, Jackie Broyles y Dunlap, algo así como una mezcla de Torrente y Caiga quien caiga), emotivos (como el de unos hermanos que dan de comer a su madre, enferma de alzhéimer), políticos (des de Darfur, para reclamar una intervención militar). Y también imaginativos, coloquiales, domésticos, irónicos y atrevidos. Ante la posibilidad de un nuevo orden comunicativo, de un nuevo medio que esté en condiciones de crear un mensaje nuevo, ha habido reacciones de todo tipo. El New York Times tituló: "Nuevo formato de debate, los mismos candidatos de siempre".

Algunos de los candidatos criticaron el tono, demasiado jocoso. Muchos internautas se quejaron de la censura televisiva, del hecho de que fuera la CNN quien escogiera las grabaciones libres colgadas en Youtube. Otros dijeron que se trataba de un circo. Y, en la mejor definición de las dos horas de debate, el periodista Patrick Healy escribió que fueron una mezcla de pathos y bathos. Es decir, una tragicomedia. Algo así como un mejunje de trascendencia y banalidad. De emoción ético-política y de anticlímax o fantasmada.

Así están las cosas. ¿Cuál es en realidad el secreto que seduce en este invento? Creo que hay tres. Como mínimo, tres. Por un lado, la familiaridad. Los internautas preguntan al futuro presidente desde su humilde casa, decorada con manteles a cuadros y con estatuas grotescas, con librerías baratas y muebles de ocasión. Están ahí. No tienen que desplazarse a ningún estudio ni ver las caras de Obama o Hillary. Son ellos, los políticos, quienes de alguna manera se desplazan al hogar del contribuyente. El segundo secreto es consecuencia del primero. Cuando uno está en casa hace lo que le apetece. Pregunta sobre el racismo o sobre Irak sin cortapisas. O hace como el chico que se presenta ante la audiencia para luchar por el derecho a tener armas con su babe, su pequeña, una auténtica escopeta automática. El votante está aquí, libre de imposiciones, sin nervios, dispuesto a todo. Y un tercer secreto. Esto, señoras y señores, es un espectáculo. Para llamar la atención, uno tiene que saber descifrar el código. Si la pregunta es sobre religión, no se planta uno ante la cámara para preguntar sobre religión, a secas. Enseña una moneda de curso legal que reza: In God we trust y pregunta: "¿Están ustedes de acuerdo con esta moneda?".

Es decir: pathos y bathos. El medio nos indica el mensaje: "That's entertainment!"

Josep María Fonalleras, escritor.