Toma tres, tevetrés

Por Arcadi Espada (EL MUNDO, 04/11/06):

Querido J:

Entre los grandes momentos de la noche electoral, no sé si lo oíste, estuvo el grito ciudadano en la puerta de un hotel de la Rambla de Cataluña. Toma tres, tevetrés, coreaban. La afortunada rima hacía referencia al vacío que los medios informativos catalanes habían hecho a Ciutadans y la contundente respuesta, tres escaños, que dichos medios habían obtenido de la realidad.

El asunto es interesantísimo. Por primera vez se presenta un partido a las elecciones. Tiene el aval de 3.000 militantes y 12.000 simpatizantes que firmaron un manifiesto a favor de la constitución de un nuevo partido político en Cataluña. Durante cerca de un año sus promotores hicieron campaña por todo el país de sus puntos de vista. Estos actos solían celebrarse con una notable y entusiasta asistencia, a la que no arredraron los boicoteos violentos de grupos nacionalistas.

La campaña se intensificó durante las semanas anteriores al referéndum del Estatut y se tradujo en un aumento considerable, prácticamente diario, de afiliaciones y adhesiones al proyecto. Entre el lanzamiento del primer manifiesto, en junio de 2005, y el inicio de la campaña electoral se celebraron tres actos fundamentales en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, en el Teatro Tívoli y en el Palau de la Música. Siempre hubo lleno hasta la bandera y en los dos primeros, además, cientos de personas no pudieron acceder al auditorio.

El eco mediático de esos actos fue siempre muy limitado, con la excepción (aunque siempre circunspecta) de los casos en que hubo incidentes. Igualmente, hubo una general desatención sobre el proceso de creación del partido y de los puntos de vista ideológicos que iban configurándolo. Y, asimismo, se dio una extraña y desvergonzada paradoja en los periódicos: no sólo las críticas y los insultos sobrepasaron a los elogios en una proporción de 100 a uno; sino que una proporción parecida se estableció entre las citadas críticas al nuevo partido y las informaciones sobre su actividad. Casi todos los diarios se ejercitaron intensamente en el escupitajo de precisión sobre un objetivo invisible.

Durante la precampaña electoral, los responsables del ya nuevo partido comprobaron con alarma creciente que no lograban franquear la aduana mediática. Casi al borde de la desesperación dieron entonces con la metáfora más hermosa, coherente y eficaz que haya tenido campaña electoral alguna en España. El cuerpo desnudo de Albert Rivera provocó un impacto social considerable. Aunque sin enderezar su colmillo, algunos medios se rindieron a la evidencia: se trataba de una noticia y había que tratarla. Pero otros, entre los que se cuenta la televisión pública, y algunos de los programas audiovisuales de mayor audiencia, siguieron empecinados y despreciaron con suma suficiencia la iniciativa. «No les haremos propaganda», decían.

Querría que te detuvieras en este argumento, porque es esencial. Tipos dedicados desde hace décadas al periodismo, religiosos practicantes de la máxima según la cual noticia es que un hombre muerda a un perro y vehículos bien lubricados de la más diversa propaganda política, económica o cultural, se ponían sus galoncitos de agente de la autoridad y prohibían el paso al periodismo. ¿En nombre de qué? Desde luego no en el nombre de los elementales principios que llevaron al Financial Times, The Independent, la CBS o al Washington Post a hablar de Rivera. No. Sólo en nombre de sus pequeños y mezquinos burós provinciales.

Estaban esperando, como el comer, que llegara la campaña. Porque una vez en ella podrían ampararse en la autoridad de derecho. Las cuotas. Ciutadans era un partido extraparlamentario y no podía aspirar a que hablaran de él. Eso lo decían, ¡pásmate!, muchos de los que protestaban porque la distribución del tiempo en los bloques de noticias electorales de los medios públicos atendiera a la cuota parlamentaria de cada partido. Se quejaban de ese estúpido corsé, pero eran incapaces de entrevistar a Albert Rivera en cualquier programa no sujeto al cinturón de hierro. Algo parecido sucedía en la mayoría de los periódicos, que organizaban sus páginas en función de una lottizacione no menos rígida y grotesca. Así pues, y con contadísimas excepciones, Ciutadans pasó su invierno mediático en la gélida compañía de los partidos Azul y Humanista.

Bien, amigo mío. El Partido Azul ha obtenido 1.019 votos, el partido Humanista, 2.466 y Ciutadans ha llegado a los 89.567. La comparación con el Partido Antitaurino, que obtuvo 13.158, no es procedente: porque en realidad tuvo más atención y mucho mayor cariño mediático que Ciutadans. En estos números está explícito el fracaso de los medios. La única justificación atendible de los medios es la realidad. Como se dice irónicamente en el argot, no dejes que la realidad te estropee una buena historia. Y qué duda cabe que la marginalidad de Ciutadans era una buena historia.

Hay algo profundamente perverso en el funcionamiento mediático de algunos lugares, célebres como Cataluña. Siendo tradicionalmente los periodistas chiens de garde confunden el amo. Y pasan de servir a la sociedad en su defensa ante el poderoso a servir al poderoso en su defensa ante la sociedad. Había sólidas y numerosas pruebas de que Ciutadans suponía un cierto fenómeno social. Si no las atendieron fue para seguir las consignas del poderoso y proteger un estatus cuyo reflejo más deslumbrante son las cuotas. Cuotas que tienen un lógico sentido parlamentario, pero que no pueden trasladarse de ningún modo a la vida social. Ahora los periodistas llaman a los dirigentes de Ciutadans y la primera pregunta que hacen es ésta: «¿Le ha sorprendido el éxito?» Ya se ve que más que pregunta es una petición de solidaridad y de clemencia, cuando no el acostumbrado y pétreo ejercicio de cinismo.

Al fracaso periodístico en la detección de lo real debe sumarse el fracaso de las encuestas. Empezando, por cierto, por ésa del Centro de Investigaciones Sociológicas, que paga el dinero público y que anotaba un 1% en la sección Otros de su encuesta electoral catalana. No ha sonado aún la hora en que el CIS pida disculpas y evacue responsabilidades por sus errores.

Pero volvamos a los chiens y a la garde. Me temo que no sólo la sociedad, sino también el poder, está bastante cabreado con su trabajo. Al fin y al cabo no han cumplido con su concreto deber de impedir el acceso al Parlamento de la novedad prohibida. Hay algunas explicaciones de su impotencia. La primera es que, a pesar de los patéticos y ya veteranos esfuerzos del señor Enric Marín, jefe de prensa del Gobierno Maragall y de su socio académico Tresserras, no hay un espacio catalán de la comunicación.

Algunas emisoras de radio y este periódico donde te echo las cartas han burlado las tácitas o explícitas consignas y han dado cuenta concreta de la realidad. Por cierto: es puramente extraordinario que algunas ingenuidades menores del Partido Popular les reprochen haber hecho bien su trabajo. En esa acusación de favoritismo no sólo hay ignorancia, sino también una muestra oblicua del respeto que les merecen los votantes, a los que consideran meros alfileres en la solapa de algún comunicador.

En segundo lugar, los chiens han fracasado porque el periodismo ya no es el único foro donde se dirime el conflicto social y, por tanto, electoral. Nadie debe desconocer que Ciutadans ha tenido la hegemonía en internet, como no podría ser menos en un partido que fue creado en la red. Y, en último lugar, porque los chiens pasados a doberman siempre fracasan.

Sigue con salud

A.