Torpeza y tacañería

Por José María García-Hoz, periodista (ABC, 22/02/06):

NADIE se esperaba la opa de la primera eléctrica alemana, E.ON, sobre la primera eléctrica española, Endesa. Pero, con todo, lo más sorprendente es que el primer sorprendido haya sido el Gobierno de España. En la Unión Europea del siglo XXI, cuando, para bien de todos, los gobiernos ya no pueden discriminar ninguna empresa en razón de su nacionalidad y menos si esa nacionalidad es alemana o francesa, resulta chocante que al Gobierno de España, con el aplauso del de la Generalidad, no se le ocurra otra cosa que primero alentar y luego apoyar la opa hostil de Gas Natural sobre Endesa. Pero ni el Gobierno ha podido impedir la aparición de un tercero en discordia, y hasta puede que de un cuarto.

Con un planteamiento obsoleto, casi de cuando la autarquía, el ministro de Industria, José Montilla, decidió que en tiempos de globalización, de libre circulación de capitales, la estrategia apropiada para defender la industria española pasaba por constituir «campeones nacionales», esto es empresas de gran tamaño en términos de mercado nacional y de medio-grande a escala europea.

Fijados ese objetivo y esa estrategia, compensaba el sacrificio de la competencia interna, pues efectivamente un «campeón nacional» disfrutaría de sensibles ventajas sobre las empresas competidoras del sector dentro del mercado nacional. Y si se sacrificaba la competencia, tampoco iba a importar mucho relegar algunos mandamientos del libre mercado impulsando ofertas de una empresa sobre otra carentes de cualquier consistencia económica. Con la convicción de quien piensa que no se puede equivocar y de que su poder es ilimitado, José Montilla empujó y presionó a, como dicen en Argentina, las dirigencias de La Caixa y de Gas Natural a presentar una oferta pública de compra por las acciones de Endesa. Hubo un contacto inicial y breve con Manuel Pizarro, presidente de Endesa, para contarle vagamente la operación y pedirle su adhesión. El contacto siguiente fue decirle a Pizarro que en veinticuatro horas se haría pública la opa de Gas Natural sobre Endesa, que no se preocupara, que la operación no iba contra él, que ya tendría un sitio en el nuevo organigrama.

La respuesta del presidente de Endesa fue convocar una rueda de prensa a la que se presentó enarbolando un ejemplar de la Constitución Española de 1978 y en la que afirmó que la oferta era hostil e insuficiente. Con las hostilidades rotas, de una y otra parte, han menudeado declaraciones desafortunadas. Pero una vez superadas las dificultades político-administrativas, Gas Natural, con el apoyo del Gobierno, implícito siempre y explícito cuando hizo falta, se enrocó tozudamente en un precio efectivamente insuficiente tanto en la cantidad como en la forma de pago, como lo demuestra el hecho de que, al poco tiempo de ser presentada la opa, la cotización de Endesa se situara consistentemente por encima de los 21,3.

Cuando ya todo estaba en manos de la decisión de los accionistas, la canciller de Alemania, Angela Merkel, telefoneó al presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, para decirle que al día siguiente el «campeón eléctrico» germano presentaría su propia oferta sobre Endesa, mucho más generosa que la de Gas Natural en dinero y en forma de pago: 27,5 euros a toca teja. El telefonazo se hizo, claro, por educación -quiero que seas el primero en enterarte- y por advertencia -si te llamo es para comunicarte que el Gobierno alemán respalda la operación-. A estas alturas, la opa de Gas Natural huele a cadáver y la pregunta del momento es por qué el Gobierno no ha sido capaz de llevar a buen término un diseño en el que había puesto tanto empeño y de cuya necesidad -según palabras del portavoz del Gobierno- todavía sigue convencido.

El error, probablemente, ha consistido en confundir los mecanismos de la intervención económica con los del libre mercado. Usando los primeros, el Gobierno decidió que Gas Natural y Endesa debían fusionarse. Echando mano del protocolo del libre mercado, decidió que la fusión debía ser a través de una opa, hostil si hacía falta. Y para colmo de errores, en un país donde, menos una, han fracasado todas las opas hostiles desde que en noviembre de 1988 se presentara una opa hostil del Banco de Bilbao sobre Banesto, Gas Natural ofreció un precio realmente tacaño que, en su prepotencia, incluso despreció el referente que presentaba la compra de Unión Fenosa por parte de ACS: más de treinta euros por acción. Con otras palabras, la torpeza del Gobierno despejó los obstáculos administrativos para una opa sobre Endesa, y Gas Natural, con su tacañería, fue la mejor invitación a que se formulara una opa competidora. Y no hay que despreciar la posibilidad de que EDF decida participar en la subasta. Si en lugar de su hostil determinación el Gobierno y Gas Natural hubieran desplegado habilidad y paciencia -o sea, talante- para articular una opa amistosa, la operación habría estado a salvo de personajes no invitados. Un «campeón nacional» se hace por convencimiento o por talonario. Y aquí han faltado los dos.

Por otra parte, no puede descartarse el clamor nacional populista, que inevitablemente denunciará a los «vendepatrias» que dejan al alemán o al gabacho quedarse con las joyas de la corona industrial española. Denuncia irracional porque, en primer lugar, en el sector de la energía, lo estratégico para España es contar con un sistema eficiente y fiable, al margen de cuál sea la nacionalidad de las empresas suministradoras; y en segundo lugar, porque, si en España los inversores extranjeros no pueden comprar empresas nacionales, ¿cómo justificarán las empresas españolas sus compras de empresas en el extranjero? Y por último, pero no menos importante, los accionistas de Endesa pueden felicitarse, porque se han librado de la alternativa de elegir entre el guatemala de un precio ridículamente bajo o el guatepeor de la incertidumbre de afrontar el futuro de una empresa enfrentada con el Gobierno. Enhorabuena a los premiados.