Tras la huelga general

Como suele suceder, el balance sobre el éxito o fracaso de la huelga general del pasado día 29 varía según quien sea su autor: para los sindicatos un éxito rotundo, para la patronal y el Gobierno un evidente fracaso. La prensa más ecuánime ha considerado que ha sido un éxito en el sector del transporte y la industria, un fracaso en servicios y comercio. Más allá de estas disputas, ahora que tras la huelga las aguas se han calmado por el momento, dos cuestiones deben ser objeto de reflexión: primera, qué eficacia puede tener hoy una huelga general; segunda, si en el siglo XXI tienen razón de ser los piquetes informativos.

El derecho de huelga fue, en sus inicios, un arma de los trabajadores frente a los empresarios, probablemente su única arma para defender sus escasos o nulos derechos dada la inexistente regulación de sus condiciones de trabajo. Pero una huelga general tiene un carácter distinto: no es una huelga frente a la empresa sino frente al Gobierno, en concreto frente a determinadas medidas legales de política laboral, en el presente caso frente al decreto-ley de reforma laboral que se está tramitando como ley. En definitiva, es una huelga por motivos laborales pero de carácter político, ya que se pretende presionar al Gobierno y no al empresario.

¿Es, pues, un simple acto de protesta política? No, es una huelga, no cabe la menor duda. El artículo 28.2 de la Constitución garantiza la huelga como derecho fundamental en los siguientes términos: "Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses". No sería ajustada a derecho, por tanto, una huelga por motivos no vinculados a los intereses laborales (por ejemplo, una huelga contra la reforma de la ley del aborto o contra una nueva ley de procedimiento penal) pero es evidente que una huelga contra la actual reforma laboral cabe dentro del amplio objetivo de defensa de los intereses de los trabajadores que es el supuesto constitucional previsto para ejercer tal derecho.

Ahora bien, ¿es la huelga general un buen instrumento para defender los derechos de los trabajadores? Ahí sí tengo muchas dudas. En primer lugar, divide a los trabajadores, algo perfectamente visible el pasado día 29, porque al afectar a la generalidad de los mismos -de ahí el adjetivo general- no distingue entre ellos: asalariados o autónomos, parados o con trabajo, con contratos fijos o temporales, administrativos o laborales, con sueldos altos, medios, bajos o basura, en grandes, medianas o pequeñas empresas, en la industria, los servicios, el comercio, etcétera.

El fracaso de una huelga general se produce cuando no es general sino parcial y, si esto sucede, la presión frente al Gobierno se debilita y lo que se ha tomado como una medida de fuerza se vuelve como un bumerán contra quienes la han promovido. Probablemente, esta es la situación actual. Tras una huelga que fue más parcial que general, una amplia mayoría parlamentaria aprobará, sin despeinarse, la reforma laboral cuestionada. ¿No hubiera sido mucho más efectiva y, en todo caso, menos costosa y más unitaria, una convocatoria sindical a manifestarse un mismo día y a la misma hora? Tengo la impresión que, excepto en situaciones límite, ha pasado el tiempo de las huelgas generales y los sindicatos, como en otras materias, se limitan a reiterar estampas de épocas pasadas.

Sucede otro tanto con los famosos piquetes informativos. Escuchaba a Pepe Álvarez, dirigente sindical de la UGT de Catalunya, esgrimir en defensa de tales piquetes que eran una conquista irrenunciable del movimiento obrero en el siglo XIX. Efectivamente así era, sólo que a comienzos del siglo XXI ya no son piquetes informativos sino, en general, veladamente, piquetes coactivos que amenazan, expresa o tácitamente, a quienes no están dispuestos a ir a la huelga. Porque vamos a ver, ¿se necesitan hoy piquetes informativos cuando durante los días y semanas anteriores se ha ido precisamente informando por prensa, radio, televisión, medios digitales y redes sociales, de los motivos, razones, argumentos y objetivos de la huelga?

Cuando en el siglo XIX los trabajadores y los sindicatos no tenían acceso a los medios de información, tenían razón de ser los piquetes informativos, es más, eran esenciales para que las huelgas tuvieran éxito. Pero este no es el caso actual: Méndez y Toxo han ocupado papeles estelares en telediarios, tertulias, informativos de radio y primeras páginas de los diarios. Es ridículo decir que los piquetes informan cuando ya todo el que quiere está más que informado. En todo caso, son piquetes de agitación, y en eso están en su derecho, o de coacción, y en eso no están en su derecho. Y no saben que quienes se sienten coaccionados, aunque aquel día hagan huelga, se convierten en los primeros adversarios de la misma y de los sindicatos que la han convocado. Muchos piquetes, probablemente sin saberlo, contribuyen al desprestigio sindical.

El Gobierno ha llevado a cabo una profunda reforma sindical. Para defender debidamente a los trabajadores, ahora convendría que los sindicatos llevaran a cabo una profunda reforma sindical.

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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