Tres acciones esenciales para salir de la pandemia en América Latina

Algunas personas hacen fila para obtener alimentos donados en São Paulo, en mayo de este año. Credit Victor Moriyama para The New York Times
Algunas personas hacen fila para obtener alimentos donados en São Paulo, en mayo de este año. Credit Victor Moriyama para The New York Times

En la misma semana en la que el presidente Jair Bolsonaro, de Brasil, ha descubierto que la COVID-19 no es una simple “gripecita”, México se ha convertido en el cuarto país con más muertes causadas por el coronavirus.

Más de un mes después de haber sido declarada el nuevo epicentro de la pandemia por la Organización Mundial de la Salud, América Latina sobresale en las mediciones globales. De los diez países con más casos confirmados en el mundo, cuatro son de esta región: Brasil, México, Perú y Chile, y los dos primeros figuran entre los cinco con mayor número de muertes.

En marzo, uno de nosotros advirtió en un artículo de opinión del Times que América Latina podría convertirse en la mayor víctima del coronavirus debido a los desequilibrios de sus sistemas de salud, especialmente a la poca inversión pública. Ahora planteamos que es necesario crear correctivos para controlar la pandemia pero también para fortalecer los sistemas de salud a nivel regional.

Para salir de la crisis vemos tres acciones esenciales: la prolongación de las medidas de distanciamiento social, el establecimiento de un pago de emergencia adecuado y el uso inteligente de la atención primaria para efectuar el aislamiento social de los sintomáticos.

Los sistemas de salud en la región son más frágiles que en otras partes del mundo: el panorama epidemiológico es más complejo y requiere acciones diferenciadas para satisfacer una demanda creciente. A pesar de que la salud es un derecho social en la mayoría de los países latinoamericanos, no es una prioridad de la inversión. La falta crónica de financiación conduce a una oferta limitada de servicios de salud.

El artículo de marzo recomendaba a los gobiernos que no escatimaran esfuerzos para contener el contagio. Cuatro meses más tarde, varios países parecen haberla seguido. Colombia, Ecuador, Bolivia, Venezuela y El Salvador han adoptado cuarentenas estrictas desde ese mismo mes. Perú se anticipó a todos ellos y, antes de confirmar la primera muerte, decretó la cuarentena el 15 de marzo, un día después que España, que en ese momento era el segundo país con más casos en Europa.

Sin embargo, las medidas de distanciamiento social no están teniendo el mismo efecto que en las naciones europeas. Ecuador y Perú han experimentado un colapso hospitalario y Chile, un vertiginoso aumento del contagio. Con pocas excepciones, las respuestas a la pandemia se enfrentan a limitaciones estructurales en la región más desigual del mundo.

El virus no es el gran igualador social, como se decía al inicio de la pandemia. Si bien todos estamos potencialmente expuestos a la enfermedad, la probabilidad de que se extienda y cause cuadros más graves y más muertes es significativamente mayor entre los más pobres y los que no son blancos. Si la población más vulnerable en Europa son los ancianos, en América Latina la desigualdad distribuye los factores de riesgo de manera más equitativa entre generaciones. En muchas ciudades, incluso antes de la pandemia, la edad promedio de las personas que mueren varía dependiendo del barrio en el que se vive. En São Paulo la diferencia es de hasta 23 años.

En este contexto, las políticas de aislamiento social solo serán efectivas cuando las personas tengan las condiciones materiales para aislarse. En la región, donde la informalidad laboral alcanza alrededor del 50 por ciento de los empleados dejar de trabajar y quedarse en casa simplemente no es una opción. Los mercados populares de alimentos, donde el campo y la ciudad se encuentran, son uno de los grandes focos de infección de países como Perú y Ecuador.

La desigualdad es también la principal limitación para aplicar las cuarentenas. Argentina, uno de los pocos casos exitosos en la región, ha sido capaz de abordar este tema de frente. Al confirmar la primera muerte por la COVID-19 en Latinoamérica el 7 de marzo, el país anunció un cierre generalizado dos semanas después. La decisión fue acompañada casi inmediatamente por la aplicación de un pago de emergencia y una línea de créditos de tasa cero para los trabajadores informales. Argentina, con poco menos de 2000 muertes hasta ahora, tiene controlada la pandemia.

Las evidencias de China y Corea del Sur e Italia sugieren que los países deben prolongar las cuarentenas para seguir aplanando la curva de transmisión. Pero creemos que tal medida solo puede resultar efectiva si se aprueba una renta básica por un periodo largo de tiempo para la población más vulnerable y los trabajadores informales.

Mientras que algunos gobiernos, como el de Perú, trataron de implementar medidas de emergencia sin éxito en gran parte por falta de capacidad estatal para hacerlo, Brasil probó exactamente lo contrario. A pesar de ser uno de los pocos países en desarrollo con un sistema de salud universal y décadas de experiencia en la ejecución de programas de transferencia de efectivo para millones de familias cada mes, el país sufre otro problema crónico en la región: la demagogia política.

El gobierno brasileño agrava la inestabilidad de la crisis sanitaria. Los enfrentamientos con los gobiernos locales, el constante cambio de ministros de Salud —tres en tres meses— la distorsión de los datos oficiales, por no hablar del comportamiento del presidente de Brasil. Bolsonaro incentivó manifestaciones ciudadanas y se compró un pleito para poder recetar medidas terapéuticas sin respaldo científico. La insistencia de Bolsonaro por reabrir las actividades económicas se expresa finalmente en los terribles datos de más de mil muertes diarias, con el país camino a convertirse en el campeón mundial en muertes.

En la situación brasileña se combinan desinformación, negación de la ciencia, curanderismo. Si no fuera por la existencia y la resistencia del Sistema Único de Salud, que atiende a los que no disponen de seguro médico —es decir, alrededor del 75 por ciento de la población— el panorama en el país sería aún más grave. La decisión del Tribunal Supremo de conceder autonomía a los estados para hacer frente a la pandemia permitió que Brasil estructurara una gobernanza paralela informal. De esa manera, la cuarentena pudo aplicarse en algunas ciudades de Brasil, pese al presidente Bolsonaro.

El ejemplo de Brasil demuestra la importancia de los gobiernos locales. De hecho, la atención primaria puede ayudar a superar el déficit de tecnología al utilizar de manera estratégica el sistema de salud y la confianza de la población en los agentes comunitarios de salud para efectuar el diagnóstico precoz de personas sintomáticas y rastrear los contactos analógicamente. Luego, aislando a esas personas para romper la cadena de transmisión del virus.

En el combate contra la pandemia en América Latina se ve limitado por la desigualdad estructural, la falta de capacidad del Estado y la demagogia política. Hace falta que los gobiernos nacionales y subnacionales se coordinen para compensar estos factores y dar una respuesta homogénea.

Es fundamental prolongar las medidas de distanciamiento social y que cualquier apertura de actividad sea monitoreada y basada en las recomendaciones de la comunidad científica. Para reforzar esa política, se requiere el uso inteligente de la para identificar a los sintomáticos y ayudar a aislarlos. Finalmente, para asegurar el cumplimiento de dichas medidas es necesario establecer un ingreso de emergencia adecuado para las familias más vulnerables.

América Latina no puede superar en pocos meses sus lagunas estructurales, pero sí puede encontrar en la pandemia la oportunidad para identificar los puntos débiles y la energía para empezar a tratarlos de manera profunda y sistemática.

José Gomes Temporão es médico y exministro de la Salud de Brasil. Miguel Lago es director ejecutivo del Instituto de Estudos para Políticas de Saúde (IEPS), un centro de investigación basado en Brasil que se dedica a estudiar políticas y sistemas de salud.

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