Tres debates diferentes sobre el cambio de horarios

La solicitud del Parlament balear para permanecer en el horario de verano -que debe cambiar al de invierno en esta próxima madrugada- nos trae nuevamente a la mesa la polémica sobre la conveniencia de estos cambios de hora y, en términos más generales, sobre las ventajas y desventajas de los horarios por los que se rige la actividad en España. Pero cuando discutimos de la posible conveniencia de cambiar los horarios, conviene recalcar que nos estamos refiriendo realmente a tres debates que, aunque relacionados entre sí, tratan de tres asuntos diferentes. En primer lugar tenemos el debate sobre el huso horario oficial hoy vigente, en un segundo lugar están los cambios de hora relativos al horario de verano y, en tercer lugar, debemos referirnos a esos horarios de carácter no oficial, esos usos y costumbres por los que se acaba rigiendo la actividad familiar, social y laboral del país.

Primero. En lo que se refiere al huso horario vigente, a menudo se evoca la conveniencia de deshacer el cambio que se realizó en España en 1940 para regresar al horario de Greenwich en invierno y armonizar así el horario peninsular y balear con el de Portugal y Reino Unido. Naturalmente España es soberana a la hora de escoger su huso horario de referencia. En caso de adoptar el de Greenwich en la Península y Baleares, Canarias podría quizás seguir con el mismo horario que tiene hoy -que va una hora adelantado respecto de su huso- de tal modo que compartiríamos la misma hora oficial en toda España, lo que revertiría en una mejor euritmia. Hay estudios que muestran que este cambio en la Península y Baleares supondría un ligero ahorro energético y una pequeña disminución en la emisión de dióxido de carbono. Así que, a primera vista, uno podría pensar que podría ser una medida deseable para España. Sin embargo, hay otras consideraciones a tener en cuenta. Sobre todo, este cambio al huso de Greenwich tendría el efecto de acortar el tiempo de luz por las tardes, lo que -como muy bien acaba de reconocer el Parlament balear- puede tener un efecto negativo en la actividad turística y de ocio.

Tres debates diferentes sobre el cambio de horariosSegundo. ¿Qué hacer con el horario de verano? Ante todo conviene recordar que éste se viene aplicando siguiendo las directivas de la Comisión Europea encaminadas a armonizar los horarios en Europa, la última de las cuales data del año 2011. Pero imaginemos que España decidiese no seguir tales directrices (para lo que tendría que modificar el Real Decreto 236/2002) y examinemos una vez más los pros y los contras del horario de verano. Entre los argumentos favorables a este horario siempre se menciona el ahorro energético. Sin embargo, los estudios existentes más fiables, entre los que se encuentran el realizado en 1975 en EEUU y los de 1999 y 2007, de la Comisión Europea, muestran que este ahorro, si existe, es muy modesto. No obstante, la evolución de los hábitos de vida, la importancia creciente de las instalaciones de aire acondicionado y las modificaciones de los precios de la energía eléctrica y de los carburantes, requieren que tales estudios se actualicen continuamente. La otra ventaja del horario de verano es el alargamiento de las horas de luz durante la tarde, particularmente importante en esta época del año, la de mayor actividad turística. No cabe ninguna duda de que el incremento de las actividades de ocio reviste mucha mayor importancia que el ahorro energético a fin de justificar el mantenimiento de la hora de verano, en particular para España.

Entre los argumentos contrarios a la hora de verano suelen esgrimirse los desórdenes del sueño en numerosos ciudadanos por la alteración del ciclo biológico circadiano, la necesidad de modificar frecuentemente la hora en numerosísimos relojes y sistemas informáticos y, finalmente, la falta de armonización en los horarios con los países que no realizan el cambio que también son muy numerosos. Pero, una vez puestos en la balanza los pros y los contras, la Comisión Europea, en un informe elaborado en 2007, concluye sin ambigüedades que "la hora de verano, además de favorecer la práctica de actividades de ocio por la tarde y de permitir un pequeño ahorro de energía, tiene pocas repercusiones y el régimen actual no constituye una preocupación en los Estados miembros de la UE".

Tercero. Finalmente, no podemos evitar referirnos a los horarios laborales, escolares, administrativos, sociales y familiares que predominan en España y que tanta sorpresa causan en nuestros visitantes. A mi juicio, éste es el aspecto verdaderamente irracional de nuestros horarios y es aquí donde deberíamos hacer un esfuerzo para adoptar unas costumbres más acordes con las del resto de Europa. La adopción de horarios más racionales podría favorecerse paulatinamente mediante el adelantamiento y acortamiento razonables de la pausa del almuerzo en el mundo laboral y académico, y mediante un horario más temprano y sensato en las emisiones televisivas de la tarde y de la noche.

En resumidas cuentas, en mi opinión, ni el cambio del huso horario al de Greenwich ni la supresión del horario de verano son convenientes para España. El argumento decisivo a favor de estos horarios adelantados de nuestro país es el ya mencionado del alargamiento del tiempo de ocio por las tardes. Disponer de tardes largas permite dedicar más tiempo al deporte, a las compras, a los establecimientos de restauración y a las actividades culturales. Todo ello revierte indiscutiblemente en una mayor actividad económica, y esto es importante en un país como el nuestro, en el que el turismo tiene una incidencia capital. Simultáneamente, la oportunidad para que todos (turistas y residentes) disfrutemos mejor del ocio es un punto clave para conservar e incrementar las facetas positivas de nuestra calidad de vida.

Es en este contexto en el que cabe interpretar la declaración institucional del Parlament balear. Al ser nuestra comunidad más oriental, en Baleares es donde este adelanto horario (tan beneficioso para el turismo) es menos acusado, por lo que a primera vista su declaración puede parecer justificada. Sin embargo, mantener en el archipiélago el actual horario de verano durante todo el año haría que tuviesen en invierno el mismo horario que Finlandia o Letonia, un horario por tanto diferente del resto de España y de las vecinas Francia, Italia y Alemania, lo que representaría una falta de armonía, cuando menos, pintoresca. En términos más generales creo que debemos felicitarnos de que, gracias al artículo 149 de la Constitución, la legislación sobre pesas y medidas y la determinación de la hora oficial sean competencias exclusivas del Estado central (y ojalá que así se mantenga en el futuro) pues, en otro caso, es fácil imaginar que a estas alturas ya imperarían en España unos 17 horarios diferentes.

Rafael Bachiller es astrónomo, director del Observatorio Astronómico Nacional (IGN) y miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO.

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