Tres escenarios que harían escalar la guerra de Ucrania

Cada día que pasa, estamos más acostumbrados a la guerra de Ucrania. A veces hasta la pasamos por alto. Sin embargo, ni ucranianos ni rusos la olvidan. Cada semana siguen muriendo miles de jóvenes, se gastan cientos de millones en munición y vehículos e indudablemente Volodímir Zelenski y Vladímir Putin sudan a borbotones ante la perspectiva de nuevas ofensivas y batallas.

Europa sufre el empobrecimiento a marchas forzadas de su clase media (todo un indicador de problemas socio-políticos), y en África la hambruna en el Sahel y el Cuerno de África se recrudece mientras millones alzan la mirada hacia el rico norte. Al tiempo, en Asia observan con atención los últimos efectos de la guerra.

En este caldo de cultivo debemos preguntarnos cuáles son los peores escenarios posibles en Ucrania y cuán probables son.

Escenario 1: La Gran Guerra en 2022

Lo peor de este escenario es que es muy probable. Casi tanto como que se alcance un alto el fuego este invierno.

El escenario es sencillo. Este otoño e invierno no hay alto el fuego. El invierno es cálido, los europeos ahorran gas y lo comparten con eficiencia, mientras que los productores de hidrocarburos satisfacen la demanda europea. Alemania ha modificado definitivamente su política hacia Rusia. Berlín no da segundas oportunidades.

Junto a este contexto europeo, Ucrania (que sigue en estado de movilización total desde febrero) logra detener el avance ruso e incluso apoderarse de la iniciativa ofensiva. Por primera vez, los ucranianos ya no están a la defensiva y toman la iniciativa en Transnistria, el frente de Jersón o Izium.

El éxito militar ucraniano se debe a estos factores.

Uno, la recepción de armamento y consumibles (combustible, piezas de repuesto y munición) desde Occidente.

Dos, la movilización total, que permite poner sobre el terreno a más de 15.000 jóvenes al mes. Para septiembre, Ucrania ya habrá reclutado otros 90.000 efectivos como mínimo, aunque la cifra real podría ascender a más de 200.000.

Tres, el apoyo económico occidental.

Cuatro, Rusia no está en estado de movilización y combate sólo con su ejército profesional desde febrero, un ejército desgastado tras meses de ofensiva.

Con el frente estancado y los ucranianos gozando de excedentes para iniciar sus ofensivas, la paz fuera de las negociaciones y la opción del general invierno agotada para Rusia en marzo de 2023, Vladímir Putin debe enfrentar su mayor decisión hasta la fecha: llamar a la movilización total.

El dilema es sencillo. El frente difícilmente se va a estancar, los ucranianos se han apoderado de la iniciativa estratégica y las primeras derrotas rusas se vislumbran en el horizonte. El ejército profesional ruso, reforzado mediante una intensa campaña de reclutamiento voluntario, es insuficiente.

Una derrota sería un mazazo que pondría en peligro la supervivencia política de Putin. Es necesario rubricar el estado de sitio e iniciar la leva de masas, llamar a filas a millones de rusos.

La apuesta es arriesgada: se corre el riesgo de seguir estancados y de que la guerra se torne impopular. Sin embargo, ante el empuje ucraniano y la imposibilidad de firmar la paz o de rendirse, Moscú no ve otra escapatoria. La movilización total es una huida hacia adelante.

Así, la apuesta aumenta, la guerra se recrudece y los ucranianos empiezan a sudar. ¿A cuántas unidades de combate puede entrenar, equipar y abastecer la Federación Rusa? ¿Qué capacidad industrial real tendrá Rusia si se instaura un régimen de economía de guerra?

En pocos meses, los rusos amplían el frente a toda la frontera de Ucrania. Ha comenzado una guerra de masas con millones de soldados en la que la demografía empieza a ganar cada vez más peso.

Por si esto fuera poco, la apuesta rusa es respaldada con abundante material entregado por China e Irán: municiones, blindados, drones…

Ante esta tesitura, Occidente redobla su apoyo a Ucrania: más artillería moderna, blindados y equipamiento individual para los nuevos reclutas. Más inteligencia táctica, más gastos.

El eje China-Irán y el eje occidental cada vez están más implicados, en lo que se ha convertido en una “guerra por delegación” en la que Washington y sus aliados se enfrentan a China y sus aliados a través de Ucrania.

Escenario 2: Escalada nuclear por error de cálculo

Los halcones ganan influencia en la OTAN. En Washington y las capitales del Este europeo se quiere forzar un alto el fuego. Alguien propone una jugada arriesgada: establecer una zona de exclusión aérea sobre Ucrania, dotar a Ucrania con misiles de largo alcance (+500 km), sitiar Kaliningrado, conquistar Transnistria o atacar Bielorrusia.

La arriesgada opción no es vista como “tan arriesgada”. Al fin y al cabo, los rusos llevan meses lanzando advertencias acerca de la entrega de cazas, armamento pesado o misiles de largo alcance, pero el Kremlin nunca ha reaccionado. Todas sus líneas rojas han sido superadas una y otra vez por los socios occidentales. Rusia no es creíble.

Entre la espada y la pared, heridos en su orgullo y ante la perspectiva de una derrota militar, los rusos inician una escalada nuclear con su correspondiente ración de teatralización estratégica.

Los cazas rusos empiezan a violar el espacio aéreo de la OTAN en masa, la artillería bielorrusa dispara contra las repúblicas bálticas de manera simbólica, la prensa militar rusa se hace eco de las maniobras de los submarinos y los bombarderos nucleares.

Un buen día, por primera vez desde hace décadas, Rusia hace una detonación nuclear demostrativa dentro de sus fronteras mientras llama a Occidente y Ucrania a negociar.

La detonación causa desconcierto en el mundo. El pesimismo se apodera de la bolsa y las empresas se desploman. En la OTAN saben que elevar la apuesta atómica y responder simétricamente a Rusia sin hacer negociaciones puede conducir a una indeseable escalada nuclear.

Aunque Moscú había alertado a Pekín de sus planes, numerosos países (incluida India, las repúblicas de Asia Central o Bielorrusia) se preocupan y tratan de apaciguar al Kremlin.

La OTAN se encuentra con un dilema: ceder ante el chantaje nuclear puede generar un antecedente peligroso, pero responder simétricamente ante una Rusia acorralada puede degenerar en una escalada nuclear de consecuencias incalculables.

Escenario 3: El contagio

Estados Unidos instrumentaliza la Guerra de Ucrania para debilitar a su adversario geopolítico chino. Sin embargo, Pekín está cada vez más implicado en el conflicto.

Si en un principio Xi Jinping tenía muy claro que no debía inmiscuirse en Ucrania, la necesidad de apoyar al aliado ruso termina por imponerse. China se ve arrastrada y Estados Unidos no deja escapar la oportunidad de dañar a los chinos y presentar la guerra como una lucha contra las autocracias.

Pekín y Washington convocan a sus aliados y tratan de estrechar lazos con ellos. La polarización es creciente y palpable, especialmente en África y Sudamérica. Las sanciones comerciales, el vocabulario diplomático y los gestos militares son un reflejo de la creciente agresividad entre ambas potencias.

El enfrentamiento conduce a una guerra económica que daña gravemente la economía mundial, lo que provoca la aparición de guerrillas y movimientos insurgentes auspiciados por ambas potencias, mientras que la clase media de todo el planeta cada vez se encuentra en una situación más precaria, dando lugar a giros políticos radicales y al crecimiento del fenómeno de la violencia política.

Puede que estos escenarios sean menos probables que la firma de una paz, o sobre todo de una tregua, este invierno, pero su posibilidad y sus efectos deben ser tenidos en cuenta por el lector.

Yago Rodríguez

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