Tres monedas en la fuente

No conviene ser demasiado egoísta al pedirle cosas al Año Nuevo. Todos tenemos un cupo de buena suerte y el arte de vivir consiste en administrarlo con inteligencia. Cuidado, por ejemplo, con los sorteos: hay un veterano hombre público al que le tocó varias veces la Lotería y otras tantas sufrió graves desgracias familiares. Después de mucha perseverancia un pariente mío tuvo el gran golpe de suerte de llevar una participación en el Gordo y la desgracia consecutiva de contraer enseguida una enfermedad incurable. Felicítense si superan sin incidencia alguna el sorteo del Niño y eviten riesgos innecesarios en quinielas y bonolotos.

No perdamos de vista la moraleja del famoso cuento de los tres deseos que tan bien resume la actual encrucijada de la economía española. Zapatero se comportó durante dos años como la anciana glotona que pide al hada benefactora, al genio de la lámpara o al espíritu del nuevo año una salchicha, un chorizo o una morcilla -las variantes son interminables- para echar a la cazuela. Y enseguida empezaron a caer en nuestra olla devoluciones fiscales, cheques bebé, ayudas para abrir y cerrar zanjas, subsidios a parados de larga duración y demás longanizas de diversas longitudes y grosores.

De igual manera que en el cuento el marido monta en cólera y castiga la gula de su cónyuge consumiendo el segundo deseo en la petición de que la salchicha se le adhiera a la nariz, nuestros acreedores y nuestros socios en la Unión Europea se han aplicado con fruición durante los últimos meses a la tarea de proporcionar la máxima visibilidad al lastre insoportable del déficit español. ¿Qué hacer ahora que sólo nos queda un deseo? Pues ponernos de acuerdo, como aquel matrimonio reconciliado por la adversidad, en pedir que se nos caiga el déficit de la nariz. O sea en volver a la situación anterior a la aparición del genio.

Ojalá no se nos olvide nunca esta lección de que tampoco en la economía caben atajos porque nadie debe gastar lo que no tiene ni ninguna nación puede costear un tridente burocrático -cuando no te ensarta el pincho municipal, lo hacen el autonómico o el estatal- que consume gran parte de su renta. Pero a punto de dejar atrás las navidades más tristes de las últimas décadas, justo cuando afrontamos la cuesta de enero más empinada de nuestra vida, la sociedad española aún puede sacar fuerzas de flaqueza y ver la luz al final del túnel, reflejada en el retrovisor de su propia experiencia. Saldremos adelante como lo hicimos a finales de los 70 y a mediados de los 90, porque lo que la política ha estropeado o agravado, lo arreglará o mitigará la política tras la expresión de la voluntad democrática en las urnas. Si no se convocan ya las generales, las municipales y autonómicas se convertirán en un plebiscito para exigirlas. Con un sondeo como el que empezamos a publicar hoy parece imposible que, al margen de todo su buen ánimo para el combate, Zapatero pueda terminar 2011 en La Moncloa.

Yo no voy a pedir su desalojo anticipado, porque no me compensa consumir en ello un deseo cuando, en el peor de los casos, si yerro en el pronóstico, la agonía sólo se prolongaría tres meses. Lo esencial es que en el ínterin no suceda nada que dañe aún más nuestra capacidad de recuperación y que cuando llegue el momento de ese nuevo impulso regenerador conservemos nuestra musculatura a punto. Eso es lo que busco lanzando hoy mis tres monedas en la fuente, como en aquella película de Jean Negulesco que sirvió para promocionar a la vez el Cinemascope y la Fontana de Trevi, mientras sonaba la maravillosa canción interpretada por Frank Sinatra: «Three coins in the fountain… Each one seeking happiness…». Si mis plegarias son escuchadas y mis demandas atendidas, a finales de año seremos un poco más felices porque nos sentiremos un poco más libres.

1.- Que España no deba acogerse a ningún fondo de rescate internacional.

Pese al mensaje de optimismo y tranquilidad que Zapatero transmitió la semana pasada a nuestro común amigo Jano, el riesgo de que en las próximas semanas el mercado interbancario se cierre para nuestras entidades de forma más hermética aún que en mayo o en noviembre es bastante grande. El detonante podría ser la constatación de que las cajas de ahorros están mucho peor de lo admitido.

La hora de la verdad llegará cuando haya que ir a Bruselas a pedir la autorización correspondiente para inyectarles más dinero del FROB. Se habla de entre 15.000 y 30.000 millones. Almunia y sus colegas accederán a regañadientes, pero si al mismo tiempo se comprueba que nadie tiene interés en aportar capital a la reconversión de las cajas en bancos, los mercados pueden darnos la última vuelta de tuerca. Hay que tener en cuenta que esa inyección del FROB se financiaría con una emisión de deuda adicional a la ya prevista y en pleno calendario de vencimientos de las anteriores.

Estaríamos ante un escenario muy similar al irlandés pese a la mejor salud de nuestras dos grandes entidades. Durante un tiempo dependeríamos de la liquidez que nos proporcionara el Banco Central Europeo, mientras que los tipos de interés en la colocación de la deuda rebasarían el fatídico 6% y se acercarían al letal 7%. Pronto España caería como fruta madura en manos de las autoridades europeas o de las del Fondo Monetario Internacional, que aportarían los cientos de miles de millones necesarios para reflotarnos bajo severas condiciones.

¿Cuáles serían? Pues, para empezar a hablar, una nueva subida del IVA hasta situarlo entre el 20% y el 25%, un aumento del IRPF, una drástica reducción de las prestaciones por desempleo y la introducción del copago en la Sanidad. Y todo bajo el «estigma» -la expresión es de Zapatero- de habernos convertido en un país tercermundista incapaz de ejercer su soberanía sin organizar un desaguisado planetario. Sería muy difícil que todo eso sucediera sin un estallido social a la griega de incalculables consecuencias.

La única forma de conjurar tal pesadilla es acelerar al máximo las reformas para transmitir a los acreedores seguridades adicionales sobre nuestra solvencia futura y hacerlo con el máximo consenso posible. Una vez que ya tiene poco menos que garantizado su triunfo electoral, el PP debería conciliar el reproche implacable a la conducta anterior de Zapatero con el respaldo a la reforma del sistema de pensiones -retraso de la jubilación a los 67 incluida- y a la de la negociación colectiva. Por muy impopular que sea lo uno y muy grande que vaya a ser la oposición de los sindicatos -y, probablemente de la burocratizada patronal- a lo otro, son dos medidas clave que si tuvieran el respaldo del 90% del Parlamento mejorarían notablemente la percepción exterior de España.

Es alentador que el encuentro secreto que mantuvieron Zapatero y Rajoy el miércoles 8 de diciembre durante varias horas resultara muy cordial en lo personal y haya allanado el camino a un final de legislatura menos turbulento que lo vivido hasta ahora. En las ruedas de prensa del jueves vimos sus frutos. Todo indica que el líder de la oposición ha llegado a la misma conclusión que yo saqué de mi última conversación con Jano: Zapatero es consciente de que el único papel que le queda por representar para salvar su imagen de cara a la posteridad es la del gobernante que, tras cometer muchos errores, es capaz de anteponer en una situación límite el interés general al suyo propio.

La responsabilidad de lo que pueda ocurrir recae íntegramente en quien gobierna, pero Rajoy es el primer interesado en llegar al poder en un país soberano y no en un protectorado del FMI. Ni que decir tiene que en estas circunstancias nuestro periódico apoyará resueltamente las medidas que se adopten a favor del equilibrio presupuestario, la productividad y la solvencia de España.

2.- Que la legalidad constitucional impere en toda la nación.

Todavía no ha llegado el momento del gran pacto PP-PSOE -reforma constitucional incluida- para fortalecer las competencias del Estado, garantizar la igualdad de los españoles y reducir el coste de las autonomías. Ese será probablemente mi primer anhelo para el 2012. Pero, entre tanto, es de desear que los poderes públicos tengan la consistencia necesaria para responder a los desafíos inmediatos de las fuerzas nacionalistas empeñadas en romper España a plazos.

Después de que 2010 haya sido el primer año completo de normalidad democrática en el País Vasco desde el inicio de la Transición, es esencial que, diga lo que diga el inminente comunicado de ETA, nadie sufra ahora un ataque de amnesia. Si los terroristas hablan de «alto el fuego», exijamos su autodisolución; y si utilizan el adjetivo «verificable», advirtamos que de la misma forma que el tiempo ha levantado acta de su ignominia, sólo el tiempo podrá acreditar un cambio de actitud. Eso implica que los moderados invitemos a Batasuna a presentar candidaturas en 2015 y los más exigentes lo retrasen hasta 2019.

Con igual claridad y firmeza debe toparse la Generalitat de CiU si, con el apoyo del PSC de Montilla -patético e indigno hasta en la gestión de su debacle-, insiste en desobedecer a la vez al Constitucional y al Supremo. Mientras los términos de la sentencia sobre el Estatut eran ambiguos, los de la Sala Tercera acotan bastante la cuestión: las autoridades autonómicas están obligadas a cambiar su modelo educativo para que el español sea tan lengua vehicular de la enseñanza como el catalán.

No es la panacea. Lo ideal sería que cada familia pudiera decidir en qué lengua estudia su hijo. Pero precisamente por lo poco ambicioso y muy viable de esta exigencia, estamos ante una piedra de toque en la que tan importante es el huevo como el fuero. Pronto veremos si Artur Mas tiene un mínimo de buena voluntad y disposición a acatar la legalidad o si pretende arrastrar a la burguesía catalana a un proceso de insumisión soberanista. Si fuera este el caso, cuanto antes quedaran las cartas boca arriba, mejor. De ahí que sólo quepa animar al PP, a Ciutadans y a las admirables entidades sociales que luchan por la igualdad de derechos lingüísticos a que hagan cuanto esté en su mano para contribuir a la ejecución de lo ordenado por el Supremo. Aquí tendrán siempre un altavoz.

Y ojo con lo que ocurre en Baleares, pues ya está demostrado que el tal Antich es tan iluminado como Maragall y tan mediocre como Montilla. Hace tiempo que las subvenciones otorgadas por su Pacte de Progrés vienen incubando el huevo de la serpiente del que salieron los polluelos violentos que el jueves trataron de tomar la calle. En pocos lugares es tan imprescindible el cambio como en esas islas.

3.- Que la Prensa de calidad se fortalezca para servir a la verdad.

El cierre de CNN+ y su elocuente sustitución por bazofia audiovisual de la peor especie no sólo demuestra que mientras algunos nos esforzamos en intentar mejorar la sociedad, desde un prisma ideológico u otro, hay quienes se esmeran con gran ahínco en empeorarla sin que, por ahora, les tiren tomates podridos por la calle. Es también un anticipo de lo que le espera al periodismo en España si no reaccionamos a tiempo.

A la hora de la verdad, en nuestro país sólo existen media docena de redacciones de otros tantos diarios con los suficientes efectivos, talento y determinación como para satisfacer el derecho a la información de los ciudadanos mediante una cobertura completa de la actualidad. Eso no significa que otros medios pujantes no aporten múltiples noticias de interés en uno u otro ámbito, pero sin el oneroso despliegue permanente de esos diarios de referencia dentro y fuera de España, las tertulias de la radio y la televisión así como la mayor parte de los foros digitales se convertirían en cáscaras vacías, condenadas al onanismo de comentar sus propios comentarios.

Sólo de esas redacciones bien nutridas y altamente profesionalizadas pueden brotar esfuerzos sistemáticos como el que ha llevado a EL MUNDO a demostrar en sede judicial las falsedades de la sentencia del 11-M o el que puede permitir a un colega digerir y divulgar el excipiente de cientos de miles de documentos de desigual interés fruto de una filtración masiva. Pues bien, si no somos capaces de encontrar pronto un nuevo modelo de negocio en el sector, sólo nos quedará la opción de gestionar nuestra propia decadencia.

2010 ha sido el año del gran autoengaño en el que todos hemos puesto una cataplasma en la herida y en el que algunos -hablo en plural- han cruzado la suicida frontera de regalar hasta un millón de ejemplares mensuales, en España o en el extranjero, para tratar de enmascarar el declive vertiginoso de la actividad tradicional. No será convirtiéndonos en semigratuitos con tendencia a gratuitos como obtendremos los recursos para mantener el periodismo de calidad que requiere una sociedad bien articulada. La pasividad con que la OJD y los propios protagonistas del sector asisten al falseamiento de las cifras de difusión sólo servirá para hacerlas cada vez más irrelevantes en el mercado publicitario y restringir su utilidad a la pueril autojustificación de los malos gestores.

Hay otro camino. Tal y como se han dado cuenta los grandes quality papers mundiales, el futuro de la prensa pasa por el desarrollo multisoporte y el cobro por productos con alto valor añadido, distribuidos electrónicamente. En medio de tantas malas noticias generales, nuestro grupo editorial está viviendo el pequeño gran milagro particular del despegue de Orbyt, una plataforma que permite leer los periódicos en cualquier dispositivo a cualquier hora y en cualquier lugar del mundo a un precio muy atractivo y con muchos servicios adicionales. En menos de nueve meses hemos obtenido 20.500 abonados, más de la mitad de los cuales son compradores nuevos, y estoy seguro de que el crecimiento será mayor a medida que vaya aumentando la penetración del iPad y demás nuevas tabletas táctiles.

Aunque sólo sea porque soy director de periódicos desde hace 31 años, me siento emocionalmente implicado en su futuro, más allá de las pequeñas cuotas de vanidad sobre subidas y bajadas. Unos podremos salir mejor parados que otros, pero las salvaciones individuales serán más difíciles si no existe un escenario que haga viable al sector en su conjunto. Por eso estoy convencido de que nuestro grupo atenderá con la mejor disposición a cualquier otra publicación que quiera incorporarse, en igualdad de condiciones comerciales y tecnológicas, al quiosco electrónico de Orbyt.

¿Altruismo navideño, optimismo existencial o visión de luces largas? Pinchen en Orbyt el tráiler de Three Coins in the Fountain, escuchen a Frank Sinatra y se darán cuenta de que lo que siento es una mezcla de las tres cosas.

Pedro J. Ramírez, director de El Mundo.

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