Tres variables para el 2010

Naturalmente, al aproximarnos al final del año en curso, tendemos a hacer balance y, muchas veces, grandes propósitos de enmienda para el año entrante. Y la verdad, no sabemos muy bien por qué los seres humanos hacemos esto al final del año y no, por ejemplo, por San Juan, o el 1 de septiembre. Todo esto hace referencia a las personas de carne y hueso, pero, curiosamente, los gobiernos, los estados, las instituciones, tienden a hacer lo mismo o algo parecido: balances e intenciones. La contradicción no es tal, pues los gobiernos, las instituciones, se expresan a través de personas como usted y como yo.

Puestos a hacer balances y propósitos, el panorama global que todo Gobierno debería tener en cuenta cara al 2010 incluirá las siguientes tres variables. Todas ellas de complejo perfil, ninguna de ellas susceptible de ser resuelta desde la fuerza bruta o desde supremacías unilaterales (o supuestamente tales).

Primera variable: la recurrencia de los conflictos (se entiende: armados). Si desde 1989 hasta el 2003 la media de conflictos armados en el mundo se mantuvo entre 35y 45, desde el 2005 se detecta un ligero descenso, que llega a ser significativo (se puede ver a este respecto la serie Alerta- Médicos Sin Fronteras/ Unidad de Alerta de la Escola de Cultura de Pau de la UAB). Pero, a la vez, se identifican hasta 56 escenarios de alto riesgo, de los que una buena parte están en Africa, Por tanto, la conflictividad –más desordenada que nunca–es una de las variables recurrentes de un sistema político mundial sustancialmente inestable. ¿Qué debería hacer cualquier Gobierno responsable?
Segunda variable: fragmentación creciente del mundo actual y vuelta a la geopolítica. La fragmentación significa que no solo el mundo no es ya posbipolar (esto lo sabemos desde hace exactamente 20 años), sino que también sabemos que no es «multipolar». Y aquí andan (andamos) expertos y analistas a la búsqueda del concepto gadget que sustituya aquello tan agradecido de la guerra fría y sobre todo, el equilibrio de poderes. Si fuera multipolar, bastaría identificar cuántos poderes hay cuando ya no son solo dos, nombrarlos, y ver si entre ellos se equilibran de modo estabilizador o no. Pero solo aparecen los nombres de «potencias emergentes», como Brasil, China y la India. ¿Por qué? ¿No hay en el proceso político global otros actores? Y sobre todo ¿los parámetros de medición del poder de unos y otros son comparables?
La supremacía militar (cuantitativa) de EEUU ¿le permitió gestionar unilateralmente la agenda en Irak? No, y en Afganistán, tampoco. Pero, sin China y la India, ¿se puede pensar seriamente en llevar a Irán a la mesa de negociación sobre la cuestión de su agenda nuclear? Irán, actor ineludible, además, para estabilizar Afganistán. Nada de mundo multipolar, si acaso un mundo como «sistema de poderes fragmentados», o, según Sarkozy, «de poderes relativos».
La idea es atractiva, porque sugiere una tercera variable: interdependencias. Más interdependencias que nunca. Por ejemplo, el tema de la energía, que se suele presentar de manera poco responsable –y según criterios de oportunidad discutibles– como un factor de dependencia unilateral de uno en relación a otro, y por vía de consecuencia, como factor de debilidad geopolítica. Un ejemplo muy citado: Europa estaría poco menos que atada de pies y manos ante Rusia, porque cada invierno aparece el tema de la penuria energética. Ahora bien, ello debe ser muy matizado. Para empezar, la mitad prácticamente de los intercambios económicos de Rusia (es decir, sus importaciones y de sus exportaciones) son con… la UE, y el segundo cliente de Rusia, que es China, estaba el año pasado en un modesto 12%, muy lejos. ¿Quién depende de quién? ¿Rusia de la UE, o al revés?La buena noticia es que unos de otros. Esta interdependencia es en sí misma un factor inductivo de seguridad, porque se basa en una balanza de necesidades mutuas que no es responsable cuestionar a la ligera.
Otro ejemplo de ello es la importancia de la vuelta de EEUU y Rusia a la mesa de negociación (real, no retórica) acerca de las armas nucleares, en torno a una nueva versión del Tratado Start (o como se vaya a llamar la nueva versión). ¿Por qué? Pues porque en este 2010 el Tratado de No Proliferación (TNP) nuclear que va a estar sobre la mesa, es un tratado útil, pero en precario, incluye muchas de las contradicciones del sistema contemporáneo, subraya la prepotencia de los estados frente a las instituciones internacionales.

Pero no es verosímil reabrir el debate, reforzar el TNP, sin que antes o en paralelo las –aquí sí—dos superpotencias nucleares restablezcan la credibilidad funcional de los controles que construyeron en el pasado. Cuando, además, se enfrentaban en serio. Hay más ejemplos, pero la tarea para el 2010 sale de este tipo de balance: conviene levantar acta de nuestras muchas interdependencias, reforzarlas, y dotarlas de mecanismos formales e informales de consolidación. No hay plan B.

Pere Vilanova, catedrático de Ciencia Política (UB) y analista en Defensa.