Trudeau quiere legalizar la marihuana, pero ¿por qué con tanta prisa?

Una mujer fuma un cigarrillo de marihuana frente a un par de policías luego del allanamiento de un dispensario, el 9 de marzo, en Vancouver. Credit Darryl Dyck/The Canadian Press
Una mujer fuma un cigarrillo de marihuana frente a un par de policías luego del allanamiento de un dispensario, el 9 de marzo, en Vancouver. Credit Darryl Dyck/The Canadian Press

El pasado 13 de abril, el primer ministro canadiense Justin Trudeau presentó ante el parlamento canadiense una propuesta para legalizar la producción, distribución y consumo de marihuana recreativa. Si todo marcha según lo previsto, Canadá sería en julio de 2018 el primer miembro del G-7 en introducir una medida de tal calibre y, de igual manera, seguiría los pasos de Uruguay, donde ya se están llevando a cabo varias disposiciones al respecto.

La adopción de estrategias alternativas sobre el cannabis gana peso en el mundo, ya que la criminalización ha fracasado. Las experiencias de control y tolerancia no borran todos los problemas, pero arrojan resultados positivos: el consumo puede aumentar al principio y luego se estabiliza (e incluso desciende).

En Canadá, el humo del cannabis flota en el aire con asiduidad y la propuesta sobre la marihuana recreativa ha sido muy esperada. De hecho, está permitida la marihuana para uso medicinal. Las encuestas indican desde hace años que dos tercios de los ciudadanos de ese país están a favor de legalizarla y gran parte de las fuerzas políticas apoyan la idea. El problema es que la iniciativa de Trudeau ignora detalles significativos y llega con prisa.

La propuesta establece que la edad mínima de compra será de 18 años. Cada hogar podrá cosechar un máximo de cuatro plantas y las personas tendrán el derecho de portar hasta treinta gramos. La producción y comercialización fuera de los canales legales podrán acarrear un máximo de 14 años de prisión y la publicidad estará prohibida. Existirán controles a los automovilistas para detectar la presencia de THC, el principal psicoactivo de la marihuana. A su vez, el gobierno federal emitirá las licencias para las compañías productoras y las provincias decidirán sobre precios y sitios de venta.

Trudeau ha dicho que un motivo primordial de su propuesta es la protección de la juventud. No obstante, la Asociación Médica Canadiense considera que la edad mínima de compra debería ser entre los 21 y los 25 años por el impacto del abuso del cannabis en el desarrollo cognitivo de los jóvenes. Asimismo, la iniciativa no especifica qué porcentaje de THC se encontrará en los tipos de cannabis a la venta.

En una reciente entrevista, Justin Trudeau contó que su hermano Michel tuvo problemas con la policía en los años noventa por posesión de marihuana. La situación no pasó a mayores por razones precisas: “Fuimos capaces de hacerlo porque teníamos recursos, mi padre tenía un par de conexiones y estábamos seguros de que mi hermano menor no terminaría cargando el peso de un expediente criminal de por vida”, aseguró. Trudeau recurrió a esta anécdota para subrayar que muchos jóvenes no han corrido con la misma suerte y que su propuesta ayudará a remediar esta situación. Algunas voces le han pedido declarar una amnistía para las personas ya envueltas en este tipo de aprietos judiciales. El primer ministro ha señalado que primero será necesario que los reglamentos cambien para visualizar cualquier posibilidad de perdón.

Otra justificación de envergadura citada por Trudeau es que los grupos criminales perderán ganancias en el mercado de la marihuana, ya que los usuarios no estarán obligados a recurrir a los vendedores callejeros y estos últimos recibirán sanciones más altas.

La Asociación Canadiense de Jefes de Policía ha manifestado que el proyecto carece de medios de control rigurosos en materia de producción y distribución para evitar que los traficantes participen en el nuevo marco legal. El mismo colectivo de policías ha expresado las dificultades que tendrá para intervenir en el cultivo en hogares, el consumo en zonas públicas (la propuesta no detalla en qué lugares se podrá fumar) y la implementación de controles automovilísticos, ya que es necesario que el gobierno brinde más información sobre mecanismos, formación y sensibilización.

Por su parte, los grupos pro cannabis que han luchado por cambios en la materia desde hace décadas han tildado a la propuesta como muy restrictiva y dicen que solo un puñado de empresas se enriquecerá rápidamente.

Políticos provinciales –partidarios del plan para legalizar– critican el pesado paquete de responsabilidades que les impone Ottawa en tan poco tiempo, debido a que deberán modificar normas en esferas como la salud, la justicia, la educación y el comercio. Además, lamentan que el gobierno federal no ofrezca ayudas económicas para realizar estas tareas.

El proyecto permite a Trudeau pasar a la historia como el político que cambio el juego. Pero si algunos puntos causan problemas, siempre existe la posibilidad de culpar a las autoridades provinciales.

La legalización uruguaya contempla que la marihuana podrá comprarse en farmacias a partir de julio de este año. Mientras que los liberales canadienses no han dado directivas específicas, por lo que cada provincia deberá tomar decisiones afines. Al mismo tiempo, la iniciativa carece de detalles sobre cómo el dinero recaudado por impuestos al cannabis será repartido entre la federación y las provincias. Incluso el alcalde de Montreal ha señalado que las arcas de la ciudad también deberían recibir beneficios.

¿Cómo explicar la premura de la propuesta? La política conlleva elevadas dosis de cálculo. Durante su campaña electoral, Trudeau no fue avaro en cuanto a hacer promesas. Dos de ellas se distinguieron por su magnetismo: realizar una reforma electoral y legalizar la marihuana recreativa. En febrero, el primer ministro tiró la toalla –citando una falta de consenso entre la población– respecto a su intención de hacer cambios en el sistema de votación. La noticia fue acogida con suma decepción en el país. Semanas más adelante, mostró el comodín del cannabis. ¿Acaso el gobierno decidió presentar la iniciativa para evitar cualquier erosión?

Donald Trump también aparece en el paisaje. La propuesta de la marihuana favorece a Trudeau para marcar distancias ideológicas con Trump y fijar una imagen de hombre de acción antes de que arranque la renegociación del TLCAN.

La palabra déficit también puede dar pistas sobre la decisión. Trudeau prometió que su gobierno gastaría de forma considerable en distintos proyectos, y ha cumplido. Legalizar la hierba va a permitir una buena recaudación de impuestos. Cada dólar ayudará a apaciguar el coro de críticas sobre el manejo de la economía.

Los liberales cuentan con mayoría en el parlamento. Por ende, la iniciativa va a obtener los votos necesarios. Luego llegará al senado para su estudio. Sería provechoso que algunos diputados y senadores alcen la voz y logren modificaciones que mejoren sustancialmente este proyecto. Por ejemplo, la medición de los niveles de THC y la edad de los consumidores merecen una atención cuidadosa.

Salvo una colosal sorpresa, la marihuana recreativa será legalizada en Canadá en julio de 2018. El deseo mayoritario es que la ley funcione para paliar problemas en esa nación y servir de ejemplo a otros países. Pero una propuesta presurosa y con lagunas no ayuda; puede dar más argumentos a los opositores de siempre y decepcionar a quienes están a favor.

Jaime Porras Ferreyra es doctor en ciencia política por la Universidad de Montreal. Es consultor en temas internacionales y escribe en medios de España y América Latina.

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