Trump y el arma del petróleo

En una entrevista publicada en 'The New York Times' el pasado 26 de marzo, Donald Trump, más que probable candidato republicano a la Casa Blanca, afirmaba que si fuera elegido presidente no dudaría en utilizar para conseguir sus objetivos geopolíticos lo que coloquialmente se ha venido en denominar el arma del petróleo. Concretamente, el magnate inmobiliario comentó que paralizaría las importaciones estadounidenses de petróleo provenientes de Arabia Saudí y otros países de Oriente Medio, si estos países no se comprometían a enviar fuerzas terrestres para combatir a los yihadistas islámicos y a reembolsar a EEUU los gastos derivados de su defensa. «Si no fuera por el manto de protección de los EEUU, no creo que Arabia Saudí existiera», dijo Trump. El problema es que los destinatarios de la amenaza saben desde hace mucho, por propia experiencia, que utilizar el petróleo como armaes una estrategia que no funciona.

Arabia Saudí participó en el embargo petrolero de 1973-74, decretado por los países árabes e Irán contra los EEUU, Holanda, Portugal, Rodesia y Sudáfrica, en represalia por su apoyo a Israel durante la guerra del Yom Kippur. Pero, contrariamente a las expectativas de sus promotores, el desenlace del embargo solo sirvió para romper las rigideces del mercado y estimular el comercio internacional, lanzando de paso un serio aviso a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sobre las limitaciones de su pretensión de controlar los precios, actuando como un cartel.

El desarrollo del conflicto permitió aprender una lección importante: el petróleo es un bien fungible, en el sentido de que un barril de una determinada procedencia puede ser sustituido y reemplazado por otro proveniente de otro lugar sin que apenas se advierta diferencia alguna. Lo que significa que si EEUU se decidiera a seguir la estrategia formulada por Trump, prescindiendo de los cerca de un millón de barriles por día que compra a Arabia Saudí (lo que representa poco más del 14% de las importaciones totales) la petrolera de este último país, Saudi Aramco, encontraría rápidamente otros clientes en el mercado, del mismo modo que los compradores estadounidenses no tendrían demasiadas dificultades en encontrar otros proveedores.

La decisión podría importunar a Arabia Saudí, pero apenas le causaría daño. Sin embargo, algunas de las empresas estadounidenses forzadas a implementar el embargo sí que podrían salir perjudicadas. Ese sería, por ejemplo, el caso de Motiva Enterprises, una compañía con sede en Houston y participada al 50% por Saudi Aramco, que da empleo en sus refinerías a muchos trabajadores estadounidenses.

La aplicación de la estrategia sugerida por Trump podría tener repercusiones más negativas para EEUU que para Arabia Saudí que no sentiría ninguna presión especial para plegarse a la voluntad del Gobierno de Washington. De hecho, la situación podría alentar al reino a coordinar su respuesta con China, un cliente mucho más importante para su petróleo que los EEUU y que también ha sido objeto de amenaza por parte del multimillonario neoyorquino: la de aplicar un sustancioso arancel a los productos chinos. Alguien debería preguntarle al magnate qué beneficios espera obtener de la declaración de guerras comerciales a diestro y siniestro.

Por otro lado, la defensa de Arabia Saudí no es un acuerdo tan gravoso para EEUU como Trump parece sugerir. Por ejemplo, un informe del Departamento de Estado del pasado 1 de marzo afirma que, según datos del Bureau of Political-Military Affairs, el reino saudí es el principal cliente de los EEUU en lo que respecta a las ventas al extranjero de material militar, de modo que solo los contratos en curso totalizan un valor cercano a los 100.000 millones de dólares.

Además, de forma paralela a estas ventas, diversos organismos estadounidenses prestan servicios de asesoría y entrenamiento al ministerio saudí de Defensa, ayudan a la modernización del Ministerio de la Guardia Nacional y están activamente involucrados en la protección de diversas infraestructuras estratégicas y en la seguridad pública.

Asimismo, conviene recordar que desde la década de los 50 del siglo pasado el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EEUU ha participado en la construcción de las infraestructuras civiles y militares del reino. Cuando esgrime el arma del petróleo,Trump está muy poco informado, no solo sobre algunos contextos históricos y contemporáneos de gran importancia para su propuesta, sino también sobre la esencia de esta. El candidato ha manifestado en alguna ocasión que en materia de política internacional se deja guiar por su instinto. Y esta vez le está fallando.

Mariano Marzo, Catedrático de Recursos Energéticos. Facultad de Geología (UB).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *