Turbulencias mexicanas

Por Sergio Aguayo Quezada, profesor del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México (EL PAÍS, 15/05/06):

Reaparece el espectro de las irregularidades electorales y podría mancharse la elección presidencial del próximo 2 de julio; son tan preocupantes los acontecimientos que México pidió a la Unión Europea una observación electoral poco común ya que, después de todo, forma parte de la selecta Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Toda elección competida se carga de pasión, sobre todo cuando se enfrentan opciones ideológicamente diversas. Durante más de un año, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), encabezó las intenciones de voto; en abril lo alcanzó Felipe Calderón, del conservador Partido de Acción Nacional (PAN), al que también pertenece el presidente Vicente Fox.

Calderón está empatado en las encuestas por sus méritos, por los errores de López Obrador y por algunas cosas más. Una de ellas es la campaña negativa, ese virus maligno que envilece la cultura democrática porque mezcla verdades a medias con mentiras descaradas, y eso irrita, enoja y transforma en enemigos a los adversarios. Los diseñadores del juego sucio son asesores estadounidenses que presentan sus millonarias facturas en el nombre de la democracia; término que también invoca el Washington conservador para justificar sus guerras de agresión.

Las campañas negativas enturbian el ambiente porque se enganchan con otros acontecimientos. En marzo pasado, senadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI), del PAN y del Verde reformaron las leyes de medios y de comunicaciones para conceder enormes favores a las dos empresas que monopolizan el mercado. Los aspirantes a la presidencia, Roberto Madrazo (PRI) y Felipe Calderón (PAN), sancionaron el regalo convencidos de que las televisoras favorecerán sus aspiraciones; en las semanas por venir conoceremos las modalidades de la recompensa que recibirán ambos candidatos por doblar su independencia ante los gigantes de las comunicaciones.

Se multiplican, por otro lado, los indicios de que los tres principales partidos se lanzarán a la compra del voto pobre; y en México la pobreza alcanza a la mitad de la población. Como integrante del Consejo Consultivo -un cargo honorífico- de la Secretaría de Desarrollo Social impulsé una investigación inédita para averiguar la forma en que se utiliza el gasto público durante los comicios (el texto completo aparece en www.fundar.org.mx). Así nos enteramos que antes de la elección del próximo 2 de julio unos cuatro millones de marginados -tal vez más- recibirán la visita de alguien que les ofrecerá dinero o regalos (sobre todo, materiales de construcción) a cambio de su voto. Es necesario añadir que una operación de este tipo requiere de enormes cantidades en efectivo, y eso podría facilitar la entrada masiva del cada vez más poderoso crimen organizado en unas elecciones presidenciales.

Otra forma de manipular el voto es con los programas sociales federales, estatales y municipales. En las próximas semanas, ejércitos de promotoras -en este oficio destacan las mujeres- recorrerán los barrios marginales para ofrecer la inscripción o amenazar con la desincorporación a programas muy atractivos porque aseguran beneficios en el corto y mediano plazo. Y si bien los tres principales partidos realizan este tipo de actividades, los programas federales que controla el PAN son estratégicos porque cubren todo el territorio y porque Vicente Fox está lanzado a un frenético periplo para apoyar a Calderón y descalificar a López Obrador; lamentable que, para mantenerse en el poder, el primer presidente panista termine haciendo lo que su partido condenara una y otra vez desde su creación en 1939. En este escenario, la única señal alentadora es que Oportunidades, el programa federal más importante (beneficia a 25 millones de personas), anunció medidas de emergencia para reducir los riesgos de compra y coacción del voto.

La vulnerabilidad de las elecciones se acentúa por el paradójico estado del Instituto Federal Electoral (IFE): nadie duda de su capacidad para organizar elecciones o contar votos; son numerosas las voces que ponen en duda su autoridad moral. El déficit en credibilidad se inició por la forma desaseada en que fueron elegidos, porque en su selección dejó de participar el PRD -en parte por la propia desorganización de ese partido- y por la tibieza con que han reaccionado frente a las campañas negativas y otros excesos de candidatos y/o partidos.

Cuando se observan en conjunto los factores que afectan la equidad de los comicios, el más perjudicado es el izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Si los resultados de los comicios fueran muy cerrados, y es probable que así sea, puede configurarse una elección legal pero ilegítima; como en 1988 cuando Carlos Salinas triunfó por una cantidad enorme de irregularidades que le forjaron un sólido prestigio como el "apóstol del fraude electoral".

En aquel lejano 1988, el perdedor, Cuauhtémoc Cárdenas, frenó a las masas dispuestas a tomar las calles para oponerse a una elección de Estado; en su decisión pesó la debilidad y desorganización del movimiento que encabezaba. ¿Sucederá lo mismo si este 2 de julio una parte de la población queda convencida de que hubo irregularidades? Imposible asegurarlo, aunque tampoco podemos desecharlo por el temperamento de López Obrador y por la fuerza que tiene la izquierda mexicana en algunas regiones y, sobre todo, en la conflictiva y rijosa capital. Nos acercamos a una elección que pone en tensión máxima a las instituciones democráticas y en riesgo a la estabilidad; México navega por aguas turbulentas.

Por ello, partidos, Gobierno y autoridad electoral aceptaron solicitar a la Unión Europea una misión de observación que en el momento de enviar esta colaboración todavía estaba siendo evaluada. Independientemente del dictamen de Bruselas, la petición de ayuda subraya la fragilidad de las instituciones democráticas mexicanas. Lo más preocupante de la situación que vive este país de 100 millones de habitantes es que el espectro del fraude reapareció en buena medida por las acciones de una derecha que abanderó la ética y la decencia hasta que llegó al poder y se dedicó a empobrecer una cultura democrática ya de por sí epidérmica.