Turismo: cambio de ciclo

El comportamiento de los turistas en España durante los nueve primeros meses del año evidencia que se ha viajado el mismo número de días pero se ha gastado menos. La reducción del gasto por turista durante los meses de verano por excelencia, julio y agosto, puede haber alcanzado el 8% (datos de Europ Assistance), aunque en el cómputo hasta septiembre la caída será del 5%-6%. Este recorte del gasto turístico repercutirá en un porcentaje parecido en los beneficios de las empresas del sector. Si se confirma, la caída del gasto turístico habrá sido muy parecida al recorte en comercio (5%) y bastante inferior al de las rebajas (15%), los electrodomésticos (17%), los coches (40%) o los pisos (80%), por establecer algunas comparaciones provisionales del impacto de la crisis en algunos sectores.

Un primer análisis de estos datos confirma que el turismo es uno de los sectores menos castigados por la crisis; el ocio es un bien inexcusable. Para conseguir el binomio mismas vacaciones, menos gasto, se las han apañado de la mejor manera posible: han sustituido unos productos o destinos por otros más cercanos y menos costosos, como el turismo rural o el apartamento, y han reducido las salidas al extranjero; han consumido menos componentes del viaje, como no comer en restaurantes o frecuentar los más baratos, y no pagar a plazos; han comprado a través de otros canales que presentaban precios más asequibles o interesantes ofertas, y han cambiado las fechas de los viajes para acercarse a los periodos valle, los más baratos.
Un segundo análisis confirma que, pese a tratarse de uno de los sectores menos castigados por la crisis, el impacto en el interior del sector va a ser importante. La reducción del gasto tu- rístico no es un fenómeno nuevo, pues ya se percibía ligeramente en años anteriores. Lo que ocurre es que las empresas del sector han vivido unos años espléndidos gracias al crecimiento ininterrumpido de la oferta, lo cual ha dado muy buenos resultados económicos. El brusco frenazo de los beneficios en el 2008 exigirá una revisión profunda del ritmo de crecimiento y de las estrategias a seguir.

Y un tercer análisis conduce a preguntarnos si esta actitud de consumo turístico más austera va a ser flor de un día. Extrapolando la crisis actual con lo que aconteció en otros momentos no lejanos, 1988-1992 o 1996-2000, por ejemplo, hay que decir que a estos dos periodos de expansión del consumo sucedieron otros de fuerte reducción del gasto. En base a esta referencia a los periodos cíclicos de la economía, hay que pensar que la moderación del consumo turístico va a durar un tiempo prudencial que no será de uno o dos años.

Los turistas seguirán buscando precios más baratos que les permitan mantener su estructura de ocio sin reducir el número de días. ¿Quiere decir que vamos irremisiblemente hacia el low cost? Por una parte, se requerirán más productos básicos, baratos, con precios dinámicos y estructuras de empresa muy flexibles y delgadas que satisfagan las demandas de low cost existentes. Para fijar este tipo de precios, habrá que contar con el incremento de los costes de producción tras el encarecimiento general de las materias primas, como el queroseno para aviones. Eso facilitará que las empresas low cost tal cual las hemos vivido en la última década, asociadas a las gangas, den paso a otras que, manteniendo precios más baratos que los de referencia (entre el 20% y el 30%), sean capaces de incorporar algún valor añadido. Eso no quita que algunas empresas prefieran seguir compitiendo en la zona de los precios más bajos, donde los riesgos serán cada vez mayores. Por otra parte, los turistas, incluso en tiempo de crisis, siguen asociando productos y servicios a sensaciones, a vivencias y, así, están dispuestos a pagar más por lo exclusivo, por la marca de prestigio y por la calidad evidente. Por ello, los turistas van a seguir demandando la mediana y alta gama de productos. En este segmento del mercado, el éxito de las empresas consistirá en ser capaces de presentar producto adecuado al valor, siempre a buen precio gracias a la dinamicidad de los mismos y a la racionalización de los costes de producción, dos características que no tienen por qué ser exclusivas de las low cost.

La industria turística deberá forzosamente reducir el ritmo de crecimiento en su sector, al menos en lo que afecta a los destinos españoles: menos inversiones en España y asociadas más a la mejora de la oferta existente que al crecimiento de la misma. Sin embargo, frente a la reducción de las inversiones en el país, se presenta una oportunidad histórica: la de acceder a la internacionalización del sector turístico que hasta el momento ha sido timorata. Es decir, aprovechar los beneficios económicos alcanzados aquí para fructificarlos en otros lugares donde la rentabilidad resulta superior. Esta moratoria involuntaria de construcción y de crecimiento de la oferta le va a sentar muy bien al medio ambiente, maltratado en los últimos años tanto en la costa como en el interior y en las ciudades turísticas.

Josep Francesc Valls, catedrático de Esade.