La guerra de Siria se inicia en 2011, en medio de las denominadas primaveras árabes, y al igual que sucede con el caso libio, parece no tener fin el conflicto militar y contar con un mayor número de intereses en juego. Al complicado tablero se ha incorporado Turquía, que siempre había tenido una actividad indirecta, y que parece ser que sus líderes no han querido desaprovechar la ocasión para lograr establecer su liderazgo, en este caso, en el área del norte de Siria o en su caso aprovechar la ocasión para generar una especie de “glacis de seguridad”.
Turquía iniciaba una ofensiva contra las milicias kurdas en el norte de Siria, denominada “Operación Manantial de Paz”, oficialmente Ankara considera “terroristas” a las Unidades de Protección Popular (kurdos sirios) por sus posibles vínculos con el proscrito Partido de los Trabajadores de Kurdistán, la guerrilla kurda activa en Turquía, y por tanto la versión oficial es que suponía un alto riesgo de inestabilidad a través de una frontera que se convertía en un coladero para los movimientos y acciones terroristas kurdas en suelo turco. Dicha versión del oficialismo turco olvidaba que dicha frontera fue a su vez un coladero de armas y puerta de acceso de miles de combatientes extranjeros que acudieron a la llamada del Estado Islámico de Irak y Levante, área de contrabando –en especial petróleo-.
En el inicio de esta ofensiva, los sirios kurdos controlaban alrededor del 25% del territorio sirio – obviamente esta acción militar generaba otra huida masiva. Ya hay más de seis millones de desplazados internos y cerca de seis millones de refugiados acogidos acumulados en el conflicto sirio. No debe olvidarse que uno de los objetivos de Ankara es reubicar a dos de los tres millones y medio de refugiados sirios que alberga en su país, en un intento de arabizar con población afín el sur de su frontera que quedaría bajo el control de descontroladas milicias insurrectas locales aliadas.
Esta ofensiva supone el final de un periodo transitorio -tras una previa ofensiva turca que tuvo lugar en 2018 y por la que las tropas turcas ocupaban el cantón kurdo de Afrin con el apoyo de facciones locales sirias- que bajo la mediación de las tropas norteamericana había supuesto un periodo de calma, y en la que por ejemplo, los kurdos sirios detonaron los túneles defensivos cavados en posiciones fronterizas con Turquía, así como la retirada de sus hombres de una franja de seguridad de cinco kilómetros, ahora la aspiración turca es que dicha franja se amplié a unos 30 kilómetros. Por tanto, reiterando lo ya indicado, los objetivos de esta ofensiva turca en el noreste de Siria suponía: alejar de su frontera a la milicia YPG y crear un espacio dentro de Siria en el que pueda asentar a dos millones de refugiados sirios que actualmente se encuentran en Turquía.
Esta intervención de un nuevo actor en el avispero sirio podía provocar un empeoramiento de la situación existente en la evolución del conflicto del país, en su caso cabe plantearse qué papel tienen los vencedores oficiales –hasta el momento- del mismo en especial Irán y Rusia, ya que sobre el terreno y junto a las unidades leales al gobierno de Al Asad son quienes gobiernan el tablero del conflicto. Moscú defiende el derecho de defenderse de Ankara, sin embargo como aliado básico del régimen sirio aboga por preservar la unidad del territorio, la cuestión es hasta dónde los intereses rusos pueden verse afectados por una operación militar como esta, en la que todavía no quedan muy claro la extensión en el tiempo y en el territorio de dicha ofensiva, y sin olvidar que en Libia los intereses rusos y turcos son muy diferentes.
Por parte norteamericana, la primera acción –y sabiendo que los hechos son determinantes- supuso retirar sus tropas del área donde estaban junto a los kurdos, alrededor de unos mil soldados, Estados Unidos abandonaba así a los kurdos, cuyas milicias fueron el principal aliado de Washington en la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI). Para las FDS, con su decisión, “Estados Unidos estaba a punto de destruir la confianza y la cooperación" entre las fuerzas kurdas y los militares estadounidenses.
Otro aspecto es qué va a suceder con lo poco que queda del Estado Islámico en combate y en qué situación quedan los prisioneros que están custodiados por las milicias kurdas, cerca de 12.000 combatientes radicales internacionales —de ellos al menos 4.000 occidentales- y 80.000 yihadistas mujeres y sus hijos, que se hacinan en cinco campos al norte y noreste del país. Un problema de seguridad interno que hasta ahora el poder kurdo sirio había solventado pero que desde el momento en que tiene que dedicar grandes esfuerzos a hacer frente la ofensiva turca, supondrá con total seguridad una disminución del control y vigilancia de los combatientes y sus familias y un nuevo problema para el conjunto de los actores implicados en el conflicto, una cuestión no menor en la actual realidad siria, y que en su caso puedan trasladarse a otros focos de conflicto como es el caso libio o afgano a seguir combatiendo.
El nuevo frente que se ha abierto presumía un posible enfrentamiento sirio-turco: cabe la posibilidad, el ejército regular sirio se preparó para moverse hacia el norte de Siria, los propios milicianos kurdos planteaban un nuevo escenario de negociación con Damasco, tras encallar las conversaciones que se entablaron con la derrota del califato, cuando Damasco rechazó las demandas de autonomía que los kurdos ponían como condición para volver bajo el ala gubernamental.
Ahora, la acción turca puede modificar los intereses de las partes en el conflicto, y consecuentemente Damasco si lograra recuperar el territorio bajo control kurdo supondría estar frente al poder ofensivo turco, una ofensiva siria en el norte conllevaría un alto nivel de tensión con Turquía, cabe no olvidar que en estos momentos sigue abierta la ofensiva sobre el último bastión rebelde sirio, con el apoyo ruso: ¿qué sucederá en el momento que el régimen sirio tenga enfrente los intereses turcos en su territorio?, ¿qué arriesgan y que intereses en juego ponen el resto de los actores intervinientes en el conflicto, con especial interés iraní y ruso?, ¿intenta la operación turca asemejarse a las llevadas a cabo por Israel cuando ha tenido que establecer áreas de seguridad frente Hezbollá?, ¿qué nuevas fichas moverá la administración norteamericana, cuando no parece nada claro su papel en la operación turca o más bien hay una clara inacción?, ¿quién se va a hacer cargo de las bolsas de combatientes del Califato Islámico?, ¿hasta dónde está dispuesto Damasco a permitir la intromisión turca y cuyo único interés no es la estabilidad sino la su particular guerra contra los kurdos?. La operación turca puede que resulte la última operación militar que exista una vez que el conjunto de operaciones militares desarrolladas en el conflicto sirio desde 2011 finalicen, entonces las partes tendrán que plantear y diseñar un futuro estable en la siempre porosa frontera sirio-turca.
Fernando Martín Cubel, Máster en Relaciones Internacionales. Miembro del SEIPAZ.