TV3 y la apoteosis de la propaganda

Desde su fundación, a principios de la década de 1980, los medios públicos catalanes (TV3 y Catalunya Ràdio) han estado siempre en manos de partidos nacionalistas, también durante el periodo de los gobiernos tripartitos liderados por el PSC-PSOE, que tuvo la ocurrencia de confiar en ERC la Consejería de Cultura y Medios de Comunicación. El nacionalismo, con la inestimable colaboración de los socialistas catalanes, siempre ha concebido los medios como la principal herramienta, junto con la educación, para operar la ingeniería social necesaria para intentar convencer al catalán de a pie -que en palabras de Josep Pla “siempre ha sido un español cien por cien”- de que tiene que ser otra cosa y de que “Cataluña” y “España” son dos realidades diferentes y oponibles entre sí.

Así, los tópicos y prejuicios antiespañoles del nacionalismo se convirtieron pronto en la jerga oficial de TV3 y Catalunya Ràdio, esa neolengua perversa en la que la palabra España está prohibida y se sustituye por la perífrasis “Estado español”; que distingue entre deportistas “catalanes” y “españoles”; que se refiere a Andalucía como “la España profunda” y que llama “expolio fiscal” -remedo apenas tamizado del “España nos roba”- a la redistribución interregional de la riqueza. Ese marco mental de enfrentamiento con el resto de España se ha ido agrandando conforme a los partidos nacionalistas se les iba cayendo la careta e iban manifestando cada vez más abiertamente su afán separatista.

Desde el inicio del procés los medios públicos que pagamos entre todos los catalanes se han volcado con la causa separatista, legitimando todas y cada una de sus barbaridades, presentando a los catalanes no separatistas como enemigos internos y el resto de España como un país atrasado y autoritario, e intentando denigrar la imagen de nuestra democracia. TV3 y Catalunya Ràdio se han ido degradando al calor del proceso, degradación que ha llegado a cotas nunca vistas en ninguna otra televisión pública de nuestro entorno democrático. Hemos visto cosas que ni el mismísimo Orwell pudo imaginar.

Un reportero, en riguroso directo, saltando alborozado sobre un coche de la Guardia Civil literalmente destrozado por una turba que trataba de impedir el normal funcionamiento de una comitiva judicial; la conductora del programa estrella de Catalunya Ràdio pidiendo a los oyentes que, en un contexto de alerta 4 antiterrorista, llamasen a la radio para informar de los movimientos de la Guardia Civil y la Policía Nacional el día de los registros en la sede del departamento de Economía; un presentador anunciando a un terrorista de Terra Lliure -el asesino Carles Sastre- como un “gran reserva del independentismo”. Son solo algunos de los centenares de ignominiosos ejemplos que demuestran que TV3 se ha convertido en un auténtico aparato de agitación y propaganda al servicio de los partidos secesionistas, un club privado de separatistas y para separatistas, pero pagado, guste o no guste, por todos los catalanes.

TV3 ha ido degenerando desde 2012, cuando se convirtió en Teleprocés con la matraca del inventado 80% de los catalanes a favor de un referéndum de secesión. Luego se transformaría en TelePuigdemont, cuando llegó incluso a dedicar un ¡informativo infantil! al referéndum ilegal del 1 de octubre, una oda para niños al incumplimiento de las leyes en el que se presentaba a un prófugo como Puigdemont como un auténtico superhéroe. Y, finalmente, se ha acabado convirtiendo en TeleCDR, la televisión pública que blanquea a diario la violencia de los grupos radicales que, espoleados por el siniestro “apreteu” (apretad) de Torra, actúan como auténticos fascios de combate, señalando, intimidando y agrediendo a ciudadanos y representantes de partidos constitucionalistas por toda Cataluña.

Con el director de TV3 reprobado por el Parlament e imputado, junto con el director de Catalunya Ràdio y la presidenta de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA), por desobedecer al Tribunal Constitucional, los medios públicos autonómicos desatan ahora la apoteosis de la desinformación con motivo del inicio del juicio a los líderes del golpe a la democracia perpetrado desde las instituciones de la Generalitat. Así, en el programa Preguntes Freqüents entrevistaban hace unos días al abogado del preso Jordi Cuixart, a quien presentaban como “especialista en juicios políticos” (sic), justo antes de la entrevista con la fugada Marta Rovira para explicarnos “cómo es la vida en el exilio” (sic). Neolengua en estado puro.

Esos medios, que pagamos entre todos, actúan impunemente como mero altavoz de la defensa de los autores del golpe con el que los acusados trataron de liquidar de un plumazo nuestro ordenamiento jurídico. Resulta hilarante ver cómo, en su afán desesperado por blanquear el golpe, optan ahora por intentar vender que los golpistas eran, como mucho, unos simples trileros que iban de farol y no lo que realmente son, presuntos delincuentes. Qué rápido se les ha olvidado el editorial vespertino de Catalunya Ràdio del día 27 de octubre de 2017, cuando la esperpéntica proclamación de la independencia desde el Parlament, en el que Mònica Terribas saludaba así a sus oyentes: “Buenas tardes, ciudadanas y ciudadanos de la República Catalana”. Por no hablar del impúdico intento de presentar a Junqueras como un enamorado de España, como si nunca hubiera hablado de diferencias genéticas entre “catalanes” y “españoles” o de que España expolia a Cataluña y, sobre todo, como si no fuera, junto con el prófugo Puigdemont, el principal responsable de la intentona golpista y de la división de Cataluña.

El separatismo seguirá despreciando a la mayoría de los catalanes, que no somos separatistas, utilizando impunemente los medios públicos para bombardearnos con su pedagogía del odio a España, pero, ante la pertinaz inacción de Pedro Sánchez, nosotros seguiremos denunciándolo cada día.

Nacho Martín Blanco es diputado de Ciudadanos en el Parlamento catalán.

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