‘Ubuntu’, estamos todos juntos en esto

El secuestro en Nigeria de 276 niñas por el grupo yihadista Boko Haram ha movilizado a la comunidad internacional. Numerosos países occidentales han enviado investigadores a Nigeria para colaborar en la búsqueda de estas indefensas niñas, rehenes del delirio salvaje del extremismo. Entre esos países está España, que envió un equipo de la Policía Nacional. Una herramienta fundamental en la búsqueda de las niñas son las imágenes que, en tiempo real, facilitan dos satélites situados sobre el nordeste del país. Son satélites de la NSRDA, la agencia espacial nigeriana. Uno de ellos ya demostró su valor al ser el primer satélite en proporcionar imágenes de Nueva Orleans durante el huracán Katrina. Ambos han sido construidos por ingenieros nigerianos.

Existen dos Áfricas, que viven la una junto a la otra, a veces solapadas y a menudo enfrentadas. En una de ellas, un grupo de iluminados decide secuestrar a 276 niñas cuyo “pecado” es recibir una educación, para venderlas como esclavas. Es el África de la pobreza, la ignorancia, el hambre, la tiranía y la corrupción. Los derechos humanos no cuentan mucho, en especial los de las mujeres. Es el África que suele retratar la prensa.

Hay otra África que conocemos menos. En ella se forman ingenieros que construyen satélites, se puede pagar la compra con el teléfono móvil y hay cajeros automáticos en los que en lugar de introducir un PIN se pone el dedo sobre un lector de huellas dactilares. La importancia de esa nueva África es difícil de cuantificar, pero podemos aproximarnos a su magnitud con un ejemplo. En la misma Nigeria de Boko Haram existe una industria del cine, popularmente conocida como Nollywood, que produce 2.500 películas al año, más que Hollywood, emplea a un millón de nigerianos y contribuye más de 5.000 millones de dólares al PIB del país. Conocemos estas cifras con cierta exactitud porque a principios de año Nigeria recalculó desde cero su PIB, con el endoso del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, para incluir nuevos sectores económicos hasta ese momento no reflejados en las estadísticas, como Nollywood. El resultado fue el descubrimiento de que el PIB del país es un 89% mayor de lo que se creía, y supera los 500.000 millones de dólares. Casi la mitad del PIB de España.

Estas dos Áfricas compiten hoy por el futuro. La antigua África sigue usando la violencia para que las mujeres permanezcan sometidas; en la nueva África se encuentra el primer país del mundo en tener un parlamento con mayoría de mujeres, Ruanda, donde 6 de cada 10 diputados son mujeres. En la antigua África los dictadores son una forma de gobierno aceptable; en la nueva África son una especie en vías de extinción, la democracia se extiende junto con los derechos humanos y los ciudadanos exigen que su voz se oiga. La antigua África está habituada a la pobreza y la desigualdad; la nueva África crece por encima del 5% y en ella viven más de 300 millones de africanos de clase media. La antigua África depende de la deuda externa y sólo cuenta con la ayuda de la cooperación al desarrollo; la nueva África moviliza sus propios recursos, emite sus propios bonos en el mercado internacional y alberga mercados de valores modernos, como el de Ghana, que ha duplicado su valor en el último año.

El enfrentamiento entre las dos Áfricas se libra a diario. Una combate con bombas, fusiles y machetes. La otra con votos, con inversiones y con leyes. A mí no me cabe la menor duda de a cuál de las dos Áfricas pertenece el futuro, pero la batalla no está aún ganada. Debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para apoyar a la nueva África, porque es lo que los africanos desean y porque lo que es bueno para África es bueno para España. La población de África será en 2050 el doble de la actual y alcanzará los 2.300 millones de personas. Más de 1.000 millones de ellos pertenecerán a la clase media, según el Banco Africano de Desarrollo. Esa cifra es mayor que la de la actual clase media en China o la India. Para España, dada su proximidad a África, ese futuro encierra una oportunidad única. Pero no es el único futuro posible y si queremos que se haga realidad debemos trabajar por él desde ahora.

La Unión Africana se reúne hoy en la capital de Guinea Ecuatorial. La Presidencia de la Unión Africana, que corresponde a Mauritania, ha decidido invitar a España a participar en esta Cumbre como invitado de honor. Realmente es para mí un gran honor representar a España ante los líderes africanos y compartir tribuna con el Secretario General de las Naciones Unidas y el Presidente de Palestina.

He venido a Malabo a decir que España apuesta por la nueva África, por la paz, la democracia y el crecimiento económico. No son palabras huecas: nuestro comercio con África supera ya al que tenemos con América Latina; nuestras inversiones en África, aunque todavía pequeñas, no han dejado de crecer durante la crisis; nuestra cooperación al desarrollo se concentra progresivamente en África; y nuestros soldados están desplegados en misiones de paz en Mali, Somalia y la República Centroafricana.

He venido a Malabo, en suma, porque España no puede quedarse al margen del enfrentamiento entre dos visiones de África muy distintas. No somos un simple espectador en ese enfrentamiento, debemos tomar partido. No podemos contentarnos con emitir juicios morales desde la distancia. Todos nos jugamos mucho y todos debemos hacer un esfuerzo para que el futuro pertenezca a la nueva África.

El sudafricano Mark Shuttleworth es parte de esa nueva África. En 2004 desarrolló un sistema operativo basado en Linux que hoy usan más de 20 millones de ordenadores en todo el mundo. Lo bautizó con el nombre de Ubuntu, un antiguo concepto africano ligado a la colaboración, la apertura y la comunidad. Es difícil traducir el significado de ubuntu, pero Mandela lo resumió en una ocasión con una frase sencilla: estamos todos juntos en esto.

Mariano Rajoy es presidente del Gobierno de España.

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