Ucrania elige al payaso

En los inicios del siglo XXI, El ala oeste era la serie de televisión favorita de muchos. Trataba de una administración estadounidense de ficción que luchaba contra el terrorismo sin librar guerras sobre una región o religión enteras, se negaba a pisotear el estado de derecho y, por lo general, tomaba decisiones que iban dirigidas al mejor interés de la nación. Muchos deseaban que Martin Sheen, el calmado y tranquilo presidente en la serie, reemplazara al presidente cowboy George W. Bush y a su belicoso compinche Dick Cheney.

En cierto sentido, eso es exactamente lo que ocurre hoy en Ucrania. El comediante Volodimir Zelensky, cuyo único mérito para la fama hasta ahora ha sido personificar a un profesor devenido en presidente en la popular serie televisiva Servidor del pueblo, ganó la presidencia por una abrumadora mayoría en abril. Sin embargo, lejos de la fantasía de un presidente idealizado, este es otro ejemplo de realidad deformada –tan familiar para los ucranianos- en que los personajes, no los líderes, definen la política.

Zelensky no es la primera persona carismática y no política en ganar el poder político en los años recientes. El ejemplo más obvio es el magnate inmobiliario y presentador de “reality TV” Donald Trump. Pero también en Austria, Hungría, Italia, Rusia y otros países existen personajes mediáticos que han apelado a la retórica populista para llegar a la gente común que se siente ignorada por las élites. En Italia, Beppe Grillo, otro cómico, cofundó el Movimiento Cinco Estrellas que en la actualidad es el mayor partido de gobierno, aunque él renunció en enero de 2018, semanas antes de la elección que llevó a su creación al poder.

Es una tendencia con matices. Después de que Trump ganara las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos, recordéUn mundo feliz, en el que Aldous Huxley describía un futuro en que la humanidad había sido destruida por la ignorancia y la adicción a la entretención sin sentido. Trump encarna esta actitud, devorando hamburguesas mientras ve historias de Fox News acerca de sí mismo.

Mientras una combinación de demasiada diversión y muy poca información contribuyó a la elección de Trump, los ucranianos eligieron a Zelensky en reacción a la traición de los políticos a los ideales de las protestas de la Plaza Maidán en 2013 y 2014, que intentaban sacar a Ucrania de la esfera de influencia directa de Rusia. Uno de los principales tránsfugas fue el Presidente Petro Poroshenko, héroe del Maidán que acabó representando al viejo sistema oligárquico. Hoy la mayoría de los ucranianos apoya cambios radicales en la economía, la sociedad y los asuntos exteriores.

Así, sin nada más que un personaje televisivo atractivo, Zelensky pudo convencer a los votantes que su inexperiencia podría ser una apuesta mejor que otro mandato del corrupto gobierno de Poroshenko. Sin un equipo político ni una plataforma de medidas discernible, obtuvo el 73% de los votos, cifra que normalmente obtienen los gobernantes autoritarios que acallan a sus opositores y llenan artificialmente las urnas.

Fue una opción desesperada. Como se lamentaba un joven amigo abogado ucraniano, “Cualquier persona pragmática y pensante habría votado por Poroshenko, o quizás por Yuliya Timoshenko (ex Primera Ministra)” porque, a pesar de sus defectos, “hicieron mucho por nosotros”. Y añadía, “pero, como sociedad, no pensamos con pragmatismo”.

Los debates de los candidatos eran reveladores en este respecto: enfrentado a Zelensky en un estadio –recinto no estándar escogido por el cómico-, Poroshenko destacó sus propios logros, desde luchar contra Rusia en el este del país a lograr el ingreso sin visa a la Unión Europea para todos los ciudadanos de Ucrania. Mientras tanto, Zelensky hacía bromas, hablaba ruso con irreverencia, y prácticamente se burló a carcajadas del eslogan patriótico de su oponente: “Ejército, Idioma, Fe.”

Como señalara mi amigo abogado, la política de lo irracional no es nada nuevo en Ucrania, cuya historia ha sido “un carnaval constante encabezado por una tropa de payasos”. El Príncipe Volodimir, que trajo el cristianismo a la Rus de Kiev a fines del siglo X, dijo que “beber es la alegría de la Rus”. En siglos posteriores, los cosacos, los guardias de espíritu independiente de Catalina la Grande, eran figurantes inveterados, con sus largos bigotes, gorras de piel y despliegues de machismo exagerados, casi carnavalescos.”

Incluso cuando no ha sido particularmente cómica, a menudo la política ucraniana ha estado dotada de una dosis de espectáculo. En la Revolución Naranja de 2004, cuando los ucranianos rechazaron la victoria de Víctor Yanukovich en unas elecciones amañadas, Timoshenko no solo surgió como una líder política. Ejecutaba el papel de una heroína folclórica, guiando a los manifestantes a las barricadas con un trenzado rubio ucraniano tradicional en su cabeza.

Otro amigo ucraniano, científico de edad madura, observó que el antecedente más directo de Zelensky puede ser Andriy Danilko, el animador más famoso de Ucrania, comediante musical que se presenta en drag con el nombre artístico de Verka Serduchka. En 2007 intentó sin éxito formar su propio partido político.

Según este amigo, el motor del apoyo de los ucranianos a Zelensky fue el mismo espíritu revolucionario que animó las protestas de 2004 y 2013-14. Explicaba que, si bien la pro-occidental Timoshenko habría hecho realidad el cambio que los ucranianos desean, este año el electorado deseaba incluso más rechazar de raíz el sistema actual. El hecho de que Trump gobierne unos Estados Unidos con una economía en auge solo fortaleció esta disposición a apostar por un personaje de televisión.

Pero es posible que Zelensky no sea la opción rebelde que parece ser. Algunos han cuestionado sus relaciones con oligarcas como Igor Kolomoisky, propietario del canal de TV que emite su show. Muchos sugieren que, en la práctica, este ha comprado las elecciones de manera de dirigir Ucrania tras las cortinas. También se especula, aunque sin fundamentos, que Zelensky es en realidad un proyecto del Presidente ruso Vladimir Putin.

Como sea que haya llegado al poder, hoy Zelensky se enfrenta a la colosal tarea de desarrollar un estado que mejore las vidas de sus ciudadanos a través de servicios de calidad. En cuanto a la guerra en el este de Ucrania, incluso si se las arregla para ponerle fin, Putin no devolverá Crimea, y ningún ucraniano estaría dispuesto a regalársela al Kremlin. ¿Se puede esperar que un comediante sin experiencia, equipo ni plataforma realmente sortee estos retos?

Ucrania es un síntoma y una muestra. En un mundo que cada vez se parece más a la distopía de Huxley, donde escasean los verdaderos líderes políticos (experimentados pero honestos, fuertes pero bondadosos, carismáticos pero serios), todos corremos el riesgo de ser gobernados por payasos.

Nina L. Khrushcheva is Professor of International Affairs at The New School. Her latest book (with Jeffrey Tayler) is In Putin’s Footsteps: Searching for the Soul of an Empire Across Russia’s Eleven Time Zones. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

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