Al comienzo de la guerra, Ucrania aguantó en Kiev y Járkov, y aquello fue ya una victoria. En verano, Ucrania resistió en el Donbás, y su derrota en Severodonetsk quedó empequeñecida ante los hechos de septiembre, en los que la ofensiva de Izyum-Kupiansk demostró que la iniciativa estratégica estaba en manos de Zelenski.
Con todo, hasta ahora nunca habíamos vislumbrado que Ucrania pudiera derrotar de tú a tú al gigante ruso. Pero eso ha cambiado. Y con ello nos asomamos a la posibilidad de una derrota total rusa.
Y de una eventual escalada nuclear.
En la cabeza de puente de Jersón había entre 20.000 y 40.000 soldados rusos, que a un kilo de comida diaria suponen entre 20 y 40 toneladas diarias. Esto es, entre cuatro y ocho camiones logísticos Ural. No parece un reto especialmente difícil, habida cuenta de que las barcazas usadas por Rusia para abastecer la cabeza de puente no han podido ser atacadas hasta la fecha.
Lo anterior es un pequeño ejemplo que demuestra que, salvo momentos de intensa ofensiva como los vividos a inicio de septiembre o mediados de octubre, la cabeza de puente no presentaba una debilidad que hiciera imposible su defensa.
Es más, el ritmo de avance sostenido ucraniano desde octubre (20 kilómetros ganados en 70 días) indica que tomar Jersón habría obligado a combatir durante varios meses más. Por tanto, y a falta de datos fiables, no parece que la cabeza de puente fuese indefendible per se.
Todo lo expuesto coincide con las expectativas previas ucranianas de que la lucha por Jersón sería larga y costosa.
Pero no parece haber sucedido así.
Sólo hay dos explicaciones posibles. La primera es política y supondría que estamos ante la ejecución de una cláusula que forma parte de un acuerdo secreto mayor. La explicación militar es que para sostener el frente, los rusos tenían que renunciar a Jersón.
Renunciar al frente de Jersón ofrecía algo que las renuncias de Lugansk, Donetsk, Melitopol o Mariúpol no ofrecían: un frente mucho más sólido. No es sólo que renunciar a Jersón permita acortar el frente un 10%, de 1.000 a 900 kilómetros. Sino que, ante todo, permite convertir el río Dniéper en el mismísimo frente.
El río Dniéper tiene una anchura de 400 a 6.000 metros. Asaltar la orilla por parte de Rusia o Ucrania sería una acción audaz, pero muy arriesgada, ante la dificultad de construir un puente o de usar el sistema de barcazas mientras el enemigo aguarda en la otra orilla.
Lo importante es que renunciar a Jersón permite convertir 400 kilómetros de río en el 40% del frente. Gracias a esta reducción, Rusia podrá aumentar enormemente la densidad de sus defensas y, a la vez, concentrar sus mejores tropas en reservas operacionales con las que tratar de taponar los envites ucranianos.
Sabemos que Ucrania mantiene la iniciativa estratégica. Sabemos también que su última ofensiva exitosa se lanzó en el norte de Lugansk hace tres semanas y que los rusos sabían que Kiev atacaría de nuevo, aunque nadie sabía dónde.
A Kiev se le presentaban, y se le presentan, dos grandes opciones.
a) Plan conservador
Atacar Lugansk Norte, un territorio de cierto valor y más factible que otros, pero con la desventaja de que su conquista no va a suponer el fin de la guerra. Tampoco va a servir para poner a Rusia de rodillas.
b) Plan ambicioso
Atacar cualquiera de las grandes ciudades cerca del mar de Azov, penetrar cien kilómetros en el frente ruso y romper completamente el corredor terrestre y el único territorio en el que Moscú avanzó con éxito en marzo. En último término, abrir la posibilidad de un asalto directo sobre Crimea.
Por todo esto, y teniendo en cuenta que los rusos han abandonado su única capital de provincia con tal de sostener el frente, lo más lógico es que Kiev opte por el plan ambicioso y ataque cualquiera de los ejes que se dirigen a Berdiansk, Mariúpol o Melitopol.
Una acción de este tipo perseguiría varios objetivos estratégicos:
1. Abrir una brecha en el corredor terrestre de Rusia.
2. Amenazar todas las posiciones rusas en la orilla oriental del río Dniéper. Los rusos se verían obligados a retirarse de manera apresurada.
3. Hundir la moral rusa y elevar la ucraniana.
4. No dar tiempo para que la movilización rusa tenga efectos prácticos.
5. Abrir las puertas a una ofensiva directa contra Crimea.
Pero el principal objetivo de semejante acción sería acabar la guerra rápido con una victoria ucraniana. En el momento en que Crimea sea "asaltable" podrán suceder dos cosas. O bien el Kremlin demuestra voluntad de uso de su arsenal nuclear iniciando una escalada que probablemente forzará a las partes a negociar y congelar el frente. O bien la moral rusa se hunde y Crimea resulta capturada con rapidez.
Por tanto, si Ucrania aprovecha las posibilidades que se le presentan, puede llegar su hora. El momento de vencer definitivamente a Rusia. Por mucho que ello nos exponga a una escalada nuclear.
Yago Rodríguez es analista militar y geopolítico, y director de The Political Room.