El debate sobre un posible uso de armas nucleares rusas en la guerra de Ucrania ha generado un creciente interés público en las últimas semanas. Si bien Vladimir Putin afirmaba el pasado 27 de octubre que «no ve la necesidad» de recurrir a las armas nucleares, dichas declaraciones contradicen sus sucesivas amenazas desde que comenzó la guerra. Joe Biden, por su parte, parece dar escasa credibilidad a las últimas declaraciones de Putin, a quien acusa de continuar avivando la retórica nuclear. ¿Es el recurso constante a la retórica nuclear por parte de Putin simplemente un intento de prevenir una intervención militar occidental y asustar a Ucrania? Como afirmaba hace unos días Scott Sagan, experto estadounidense en disuasión nuclear, no lo saben el director de la CIA ni el jefe de estado mayor ruso. Ni siquiera el propio Putin sabe exactamente qué tendría que ocurrir para cruzar el umbral nuclear.
Aceptando la incertidumbre como punto de partida, la pobre actuación de las fuerzas armadas rusas en Ucrania, y la probabilidad de una derrota militar, parecerían ser el principal incentivo para Putin a la hora de considerar la opción nuclear. Según la tesis del mal menor, si bien el uso de armas nucleares podría tener unos costes políticos elevados para Rusia, podría ser preferible a la secuencia: derrota militar=humillación geopolítica=caída del régimen=muerte de Putin.
Sin embargo, cabe recordar que Rusia aún cuenta con «bazas convencionales», como la movilización; la posibilidad de que los ataques desde Bielorrusia en el frente norte dispersen la atención ucraniana; y la esperanza de que el invierno ralentice la contraofensiva y de tiempo para que las tropas rusas movilizadas vayan tomando cuerpo. Si bien ninguna de estas bazas parece ser especialmente halagüeña, mientras no se hayan agotado las opciones convencionales, la posibilidad de recurrir a lo nuclear se supone más lejana.
La idea de que las armas nucleares son instrumentos de disuasión y no deben ser utilizadas en el campo de batalla está ampliamente aceptada en la comunidad internacional. Romper ese tabú podría acarrear importantes costes políticos para Putin. A menudo se especula con la idea de que el llamado «sur global», que se ha hecho el remolón desde el inicio de la guerra y no ha acabado de alinearse con Occidente, cruzaría el Rubicón y se volvería contra Rusia en caso de que Putin usase armas nucleares. En concreto, según esta lógica, la presión para países como China o la India (que hasta ahora han mirado para otro lado ante la invasión rusa de Ucrania) sería políticamente insoportable en caso de que Putin usase armas nucleares, e incluso podría forzarles a apoyar sanciones serias a Rusia. Pero, ¿estaría China dispuesta a cambiar su política hasta el punto de unir fuerzas con EEUU y Europa para ahogar económica y políticamente a Putin? Esto es lo único que podría afectar el cálculo político de Rusia. Y la respuesta no es clara, porque el apoyo tácito de China a Putin se basa en el cálculo de que el contrapeso que ejerce Rusia a EEUU es instrumental para los intereses estratégicos chinos.
En lo que se refiere a EEUU (y Europa), la pregunta clave es si el uso de armas nucleares llevaría a un cambio cualitativo en su actitud, más allá de un posible incremento de las sanciones económicas y políticas. Hablando en plata: ¿intervendría EEUU militarmente? Joseph Biden afirmó hace unas semanas que «seguramente no es fácil usar un arma nuclear táctica y que eso no acabe en un Armageddon». Por otra parte, su asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, ha avisado a Rusia de que sufrirá «consecuencias catastróficas» si cruza el umbral nuclear y ha afirmado que dichas consecuencias le han sido comunicadas a Rusia bilateralmente.
Sin embargo, tanto Biden como Sullivan han evitado expresamente aludir públicamente a una respuesta militar de EEUU. Cabe recordar unas declaraciones de Obama en 2016, en las que afirma que Rusia tiene un interés vital en Ucrania, y EEUU un interés secundario. Biden parecería haber aceptado esta «asimetría de intereses», al descartar explícitamente una intervención militar estadounidense a principios de año, cuando según la CIA Rusia estaba preparada para entrar en Ucrania. ¿Va EEUU a arriesgarse a una guerra con Rusia por Ucrania, un país donde, según Obama y Biden el interés estratégico de EEUU es secundario y el de Rusia central? ¿O acaso lo que cambiaría el cálculo de EEUU no es Ucrania en sí sino la defensa de una norma internacional (el no uso de armas nucleares)? No parece fácil convencer a Putin a estas alturas de que EEUU intervendría con ataques militares a fuerzas rusas.
Dicho esto, el uso de armas nucleares por parte de Rusia podría llevar a una escalada significativa en la respuesta de EEUU y Occidente, que podría incluso contener elementos militares, si bien probablemente no un ataque directo a las fuerzas rusas, ni siquiera en territorio ucraniano. Dicha respuesta podría incluir la denuncia del Acto Fundacional OTAN-Rusia de 1997, que prohibe el despliegue permanente de fuerzas de combate aliadas en Europa Central y del Este, y aún sigue vigente. Un paso en esta dirección representaría un importante revés geopolítico para Rusia. Sin saber lo que EEUU pueda haber comunicado a Rusia bilateralmente, este tipo de medidas podrían llegar a tener un efecto disuasorio.
En última instancia, es fundamental valorar el posible impacto de un uso nuclear en la correlación de fuerzas sobre el terreno. Tal y como afirma William Alberque, ex director del Centro de no Proliferación de Armas de la OTAN, si unas hipotéticas explosiones «tácticas y de baja detonación» tuviesen lugar en el campo de batalla (es decir, en territorio que a ojos de Rusia es ruso), cabe tener en cuenta dos factores relevantes. El primero es el posible impacto de la radiación en las tropas rusas desplegadas sobre el terreno y en su moral (sobre todo si hablamos de detonaciones múltiples). El segundo está relacionado con el hecho de que una potencia que utilice armas nucleares en su propio territorio perdería su legitimidad ante la población de ese territorio, lo cual alejaría la posibilidad de un ataque «en el teatro operacional». Teniendo esto en cuenta, se plantean tres opciones: 1) una demostración de fuerza a través de un test en un área sin poblar, como el Mar Negro; 2) un ataque contra el ejército ucraniano en el frente; 3) o un ataque contra un centro de población que busque la capitulación política de Kiev.
Según Alberque, un test seguramente no afectaría la voluntad de luchar de Ucrania, con lo cual sería improbable o insuficiente. Un ataque en un centro urbano seguramente reforzaría la voluntad de luchar de Ucrania y generaría una enorme presión política internacional. Esto nos dejaría con la segunda opción: una detonación en el campo de batalla. Sin embargo, no parece haber objetivos militares atractivos porque Ucrania no opera con una concentración de fuerzas suficientes como para justificar un lanzamiento entre 10 y 100 kilotones. Por otro lado, los efectos de las bombas por debajo de 10 kilotones podrían ser inferiores a la artillería de alta precisión, como los sistemas lanzacohetes múltiples tipo Tornado-G, Tornado -S, TOS-1 y TOS-2, sobre todo si usan ojivas termobáricas (o sea, bombas de combustible).
Más allá de las consideraciones morales, Putin tendría dos opciones nucleares malas: utilizar múltiples detonaciones en el campo de batalla (cuya efectividad sería cuestionable, cuyos efectos de radiación y moral en las tropas rusas serían considerables y además conllevarían un importante riesgo de escalada) o utilizar una bomba de mayor detonación con el fin de obtener un efecto político (que conllevaría un riesgo de escalada e intervención). Si bien la opción nuclear no puede descartarse, un análisis coste-beneficio parece jugar en su contra.
Luis Simón es director de la oficina del Real Instituto Elcano en Bruselas y profesor en la Vrije Universiteit Brussel.
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Estas cosas suelen operar sobre las élites. La gente común no suele utilizar las categorías de las relaciones internacionales. Pocas personas molientes y corrientes recitarán de corrido las claves del principio de disuasión nuclear. Lo que sí ha conseguido el camarada Putenko es trasladar a don Francisco y doña María que tiene planes para achicharrarles cual insectos proliferantes. No sé cómo les irá a los rusos en el futuro. Esas cosas se instalan en la noción que las personas tienen sobre lo que va sucediendo y cómo son las cosas.