¿Último tango en Argentina?

A veces da la impresión de que Argentina y la crisis económica hubieran nacido al mismo tiempo, como una pareja de siameses. De hecho, se trata del único país desarrollado (lo era hasta alrededor de la Segunda Guerra Mundial) que ha logrado salir de ese grupo a golpes de desorganización y desgobierno.

Sin embargo, con todos sus defectos, a las elites que gobiernan Argentina nunca les ha faltado arrogancia, viéndose al mismo nivel que las grandes potencias y sin temer jamás enfrentarlas cara a cara.

Por ejemplo, en Buenos Aires es buscarse pelea sugerir que el fútbol argentino no es el mejor del mundo, a pesar de haber ganado la Copa Mundial 2 veces, detrás de Brasil (cinco), Italia (cuatro) y Alemania (tres) y haber sido igualada por su pequeño vecino, Uruguay. Si bien muchos expertos, fanáticos y jugadores consideran que Pelé es el mejor futbolista de todos los tiempos, es sensato mejor no discutir con la insistencia local de que los mejores son los compatriotas Maradona o Leonel Messi.

Hace poco, en Hong Kong (¿quién lo hubiera pensado?) un joven bailarín de tango de Buenos Aires se alteró notoriamente cuando el anfitrion mencionó al fútbol brasileño por delante del argentino.

Esa desfachatez o frescura, ha permitido que la actual Presidenta Cristina Fernández de Kirchner insista que la inflación en Argentina, que se eleva muy por sobre el 20%, sigue bajo el 10%. En 2007, reemplazó a estadísticos profesionales del Instituto Nacional de Estadística y Censos con protegidos políticos cuando el Instituto comenzó a publicar índices inflacionarios que se elevaban a un ritmo alarmante. Desde entonces, las cifras oficiales y la realidad han seguido caminos distintos.

Más aún, los académicos y economistas del sector privado han advertido que publicar cifras diferentes podría ser motivo de juicios penales por difusión de falsos rumores. De hecho, un académico recibió una multa de $125.000 por publicar cifras de inflación bastante mayores a los datos oficiales.

Por supuesto, si uno controla la agencia oficial de estadísticas puede afirmar cualquier índice inflacionario que desee, pero eso no hace que el pan baje de precio. Cualquiera que compre comida en el supermercado o use taxis sabe que la verdadera tasa de inflación de los últimos años ha estado entre el 20 y el 30%. Está claro que el mercado ha dado su propio veredicto, que se refleja en la brecha entre el tipo de cambio oficial de 4,6 pesos argentinos por dólar y el tipo del mercado negro, que hace poco llegó a los 6,8. Algunos economistas susurran que no va a pasar mucho tiempo antes de que alcance los 8 pesos.

Argentina no solo se ha negado a pagar los $100 mil millones de deuda externa por los que entró en impago hace una década: también se ha encogido de hombros ante las críticas a la expropiación en abril de la petrolera española Repsol. Ha ofrecido compensarle a un valor de mercado "justo" que se determinará en alguna fecha futura, supuestamente cuando las acciones de la compañía dejen de estar por los suelos: al principio cayeron un 60% con respecto a su nivel más alto, y todavía siguen un 40% por debajo.

A pesar de que siguen aumentando las señales de que la crisis económica está empeorando (la última es que quienes compran en los supermercados tienen un límite de una botella de aceite de cocinar por persona), el gobierno no da señales de preocupación. Las autoridades han desafiado al Fondo Monetario Internacional, dejado de pagar sus deudas y proclamado con altanería que Argentina ha trascendido las reglas de la economía tradicional. El gobierno sigue "en negociaciones" con el FMI sobre la mejor manera de reunir, medir e informar la inflación, como si no hicieran cotidianamente los estadísticos en el resto del mundo.

Puede que la altanería de Argentina la haya llevado a convertirse en una economía de segundo orden, pero la misma actitud le ha funcionado bien en su gran y única contribución a la cultura mundial; el tango, reconocido por la UNESCO como parte del "patrimonio cultural intangible" del mundo.

Año tras año en la Competencia Mundial de Tango, los bailarines argentinos dominan los primeros lugares del Tango Escenario, más glamoroso y difícil que la otra categoría, Tango Salón. Este año no fue distinto: las tres primeras parejas eran de Argentina.

Bailar bien el tango no es solo asunto de habilidades técnicas, que se pueden aprender. Los japoneses las dominan con maestría sin igual y han participado en las competencias internacionales desde sus comienzos, en 2003. En 2009 una pareja japonesa, Hiroshi y Kyoko Yamao, hicieron historia al ganar el campeonato de Tango de Salón, en que una conexión amorosa entre los bailarines es más importante que una actitud altanera. En el Tango Escénico, donde la altivez es fundamental, solo una vez una japonesa, Chizuko Kuwamoto, logró llegar a los primeros lugares... y eso solo por bailar con un varón argentino.

Juan Fabbri, dueño de Tango Porteño y Esquina Carlos Gardel, los dos clubes de tango más exclusivos y costosos de Buenos Aires, cree que a los extranjeros (incluido yo, que he estudiado tango por años) les falta el factor "El Cachafaz". Se trata del sobrenombre de José "Benito" Bianquet, un legendario bailarín de principios del siglo veinte. La palabra, que viene del "lunfardo", evoca impudicia, peligro, hombría, malicia y desvergüenza.

Mario Morales, un importante coreógrafo de tango que ha entrenado a una serie de campeones de tango, me lo expresó de manera ligeramente distinta: "Para bailar bien el tango, se necesita corazón y pasión. Los extranjeros son más circunspectos. Los argentinos ponemos primero el corazón y tal vez pensamos después".

Probablemente esa sea la mejor explicación de por qué Argentina destaca en el tango y no logra permanecer en ese Primer Mundo en el que estuvo alguna vez.

Sin-ming Shaw, exinvestigador visitante de la Universidad de Oxford. © Project Syndicate, 2012.

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