¿Un acuerdo de EE.UU. con Irán?

Se afirma que la última ronda de negociaciones entre Irán y el grupo P5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y Alemania) que se celebró en la capital kazaja de Almaty los días 5 y 6 de abril ha sido la más franca hasta la fecha. Por primera vez, las conversaciones incluyeron un intercambio directo de puntos de vista Estados Unidos-Irán de unos 40 minutos de duración; entre Wendy Sherman, subsecretario de Estado estadounidense, y Said Yalili, jefe negociador sobre la cuestión nuclear de Irán y secretario de su Consejo Supremo de Seguridad Nacional. Según se ha informado, Sherman planteó a Yalili una serie de preguntas específicas a las que según se ha señalado Yalili respondió con notable detalle.

Catherine Ashton, jefa de Política Exterior de la UE, que presidió el encuentro de delegados del P5+1, admitió que las dos partes se mantuvieron alejadas de la “sustancia” de las negociaciones. No obstante, no se mostró en absoluto pesimista o displicente. “Hemos hablado con mucho más detalle que nunca –dijo– y nuestros esfuerzos continuarán en esa dirección… Por primera vez, que yo haya observado, hubo auténticas idas y venidas entre nosotros; pudimos debatir los detalles, plantear preguntas y obtener respuestas directamente”. Los participantes, dijeron, “volverán a sus capitales respectivas para valorar el punto en que nos hallamos en el proceso”. Ashton, por su parte, se mantendría en contacto con Yalili en cuestión de “días, no meses” a fin de comprobar si se puede reducir la distancia entre las partes y seguir adelante.

Se informó asimismo de que Irán está deseoso de programar una nueva reunión, pero, dadas las grandes diferencias entre las dos partes, el P5+1 ha dicho que quiere evitar “conversaciones sólo por ganas de mantener conversaciones”. Parece poco probable, por tanto, que haya una nueva ronda de negociaciones antes de las importantes elecciones del 14 de junio en Irán, que traerán consigo el término de la polémica presidencia de ocho años de Mahmud Ahmadineyad.

Si hubiera que atender a Catherine Ashton, la perspectiva de un acuerdo con Irán parecería razonablemente optimista. Pero ¿se trata de un cuadro real de la situación? La principal incertidumbre se refiere a las intenciones de Estados Unidos. No está claro en absoluto si Washington quiere realmente un acuerdo con Irán o si su objetivo encubierto consiste en derrocar a la República Islámica. Aquí radica, sin duda, la principal sospecha de Irán, no del todo sorprendente teniendo en cuenta su larga disputa con EE.UU., que se remonta al nacimiento de la República Islámica en 1979. Al igual que muchas personas en Estados Unidos sospechan que Irán prolonga las conversaciones para ganar tiempo en relación con su programa nuclear encubierto, gran número de iraníes cree que Estados Unidos no está negociando de buena fe. Sospechan que EE.UU. está utilizando el pretexto del programa nuclear de Irán para imponerle sanciones cada vez más agobiantes con el objetivo de derrocar al régimen islámico. Ciertamente, no hay indicios hasta ahora de que Estados Unidos reconozca que un acuerdo con Irán ha de implicar necesariamente un grado de compromiso; muy probablemente, un acuerdo que permita que la República Islámica enriquezca uranio con fines industriales bajo estricta supervisión internacional.

Catherine Ashton es, evidentemente, persona bien intencionada. Parece haber logrado disipar algunas de las sospechas más negativas sobre Irán. Al tiempo que numerosos comentarios estadounidenses sobre Irán son hostiles, Ashton ha dado a entender que desea que las conversaciones tengan éxito y, rompiendo la tendencia a presentar a Irán como un enemigo siniestro, ha hecho un verdadero esfuerzo de entablar amistad con Said Yalili, el negociador jefe de Irán, a fin de comprender sus preocupaciones y quebrar el lenguaje de la condena y la amenaza adoptado con demasiada frecuencia por los funcionarios y comentaristas estadounidenses. No está claro, sin embargo, que el Gobierno de Estados Unidos comparta su enfoque positivo. Hay fuerzas poderosas en Estados Unidos que no quieren un acuerdo con Irán en relación con sus ambiciones nucleares.

Por una parte, Israel, que ejerce una influencia considerable sobre la política de EE.UU. sobre Oriente Medio, quiere el cierre total de la industria nuclear de Irán y no oculta su disposición a usar la fuerza para lograr este objetivo. Se opone totalmente a cualquier compromiso que permitiera a Irán seguir enriqueciendo uranio. A Yuval Steinitz, ministro de Asuntos Estratégicos de Israel, le ha faltado tiempo para desechar las conversaciones en Almaty por considerarlas una pérdida de tiempo; de hecho, por juzgarlas un fracaso.

“Este fracaso era predecible”, declaró. Y añadió: “Israel ya ha advertido que los iraníes están explotando las conversaciones con el fin de ganar tiempo mientras hacen nuevos progresos en el enriquecimiento de uranio para una bomba atómica. Ha llegado el momento de que el mundo adopte una postura más firme y deje inequívocamente claro a los iraníes que el juego de las negociaciones ha llegado a su fin”. Steinitz, con el respaldo del primer ministro Netanyahu, ha presionado para marcar una línea roja con Irán, insistiendo en que abandone su programa nuclear civil. El nervioso Steinitz ha dicho incluso que el cierre debe tener lugar “en el plazo de un par de semanas, de un mes como máximo”, advirtiendo que “¡Irán haría frente a un ataque inmediato si no actúa así!”.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha adoptado un tono más calmado, razonando que Irán necesitaría por lo menos un año, si no más, para construir un arma nuclear. Pero no está claro en absoluto hasta dónde puede distanciarse de la agenda más apremiante de Israel. En estas circunstancias, las negociaciones entre bambalinas entre Estados Unidos e Israel pueden ser perfectamente tan importantes como las existentes entre Irán y el P5+1, o incluso más.

Irán ha insistido siempre en el reconocimiento internacional de su derecho a enriquecer uranio con fines pacíficos en su tierra natal. Desde un inicio esta ha sido su posición de principio. “Nosotros hemos subrayado nuestro derecho a enriquecer –ha declarado a la prensa Said Yalili–. Un derecho que es igualmente cierto para un 5% o para un 20%. Ustedes saben perfectamente que el 20% de uranio enriquecido se utiliza con fines médicos. Un millón de pacientes iraníes están utilizando estos isótopos… Hoy el combustible se utiliza exclusivamente para cuestiones humanitarias, con fines médicos, con fines pacíficos únicamente”. Yalili explicó que las propuestas de Irán implican que se reconozca “nuestro derecho a enriquecer y a acabar con actitudes que muestran toda clase de indicios de hostilidad hacia el pueblo iraní… En atención a nuestras nuevas propuestas, depende del P5+1 demostrar su buena disposición y sinceridad para tomar medidas adecuadas de fomento de confianza en el futuro”.

De todos modos, en Almaty, la delegación iraní mostró cierta flexibilidad al sugerir que, como medida de “fomento de la confianza”, Irán podría estar dispuesto a congelar la producción de una parte de su uranio enriquecido si, a cambio, Occidente estuviera dispuesto a levantar sus sanciones económicas. Parece poco probable, sin embargo, que Irán se muestre de acuerdo para cerrar su planta de enriquecimiento en Fordo, una instalación subterránea bajo una montaña, a menos que se reconozca su derecho legal a la energía nuclear según el tratado de No Proliferación Nuclear.

¿Quiere decir esto que Irán y el P5+1 se encuentran en una peligrosa situación de estancamiento? Es de esperar que el abandono del cargo en el próximo mes de junio del belicoso presidente iraní Ahmadineyad facilite el camino a un acuerdo internacional, que ahorre a la región los horrores de la guerra.

Patrick Seale, experto británico en Oriente Medio. Autor de la reciente obra ‘The struggle for Arab independence’ (Cambridge University Press, 2010). Traducción: José María Puig de la Bellacasa.

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