Un arma contra la pobreza

Charla de educación sexual en Bangalore (India). GETTY IMAGES
Charla de educación sexual en Bangalore (India). GETTY IMAGES

El mundo lleva demasiado tiempo cerrando los ojos ante un problema que podríamos resolver entre todos.

La generación actual de adolescentes, 1.200 millones de personas, es la más grande que ha existido. Estos adolescentes, como los miembros del baby boom de posguerra en los países industrializados, tienen la capacidad de provocar una oleada sin precedentes de crecimiento económico y prosperidad en todo el mundo.

Ahora bien, aunque su futuro es prometedor, no está asegurado en absoluto. Si esta generación entra en el siguiente capítulo de sus vidas sin las herramientas y los apoyos que necesitan, es posible que veamos una avalancha de embarazos adolescentes, con consecuencias devastadoras.

En la actualidad, el 60% de las adolescentes de los países en desarrollo que no quieren quedarse embarazadas no está utilizando anticonceptivos. No los tienen a su alcance, o no los pueden pagar, o no hay nadie que los aconseje y les explique cómo actúan. Esta situación es intolerable. Para una de cada cinco, el resultado es un embarazo antes de cumplir 18 años. Las consecuencias pueden ser trágicas: son la principal causa de mortalidad de las jóvenes entre 15 y 19 años. Cuando la madre adolescente sobrevive, la vida empieza a ser más difícil. Si abandona la escuela, el camino se vuelve todavía más escarpado. Sus posibilidades de ganarse la vida disminuyen y, con ellas, las de impulsar el desarrollo de su país.

Ahora que el mundo se aproxima a un punto de inflexión demográfico y más de mil millones de menores están a punto de entrar en su edad reproductiva, no podemos permitirnos el lujo de dejar que las cosas sigan así. Y afortunadamente no tenemos por qué hacerlo. Podemos asegurarnos de que las jóvenes tengan acceso a anticonceptivos modernos, así como a información y asistencia. Podemos darles la capacidad de evitar embarazos, terminar su educación, incorporarse al mercado de trabajo y crear sus propias familias cuando les convenga.

La transformación sería increíble. Cuando la gente tiene acceso a los anticonceptivos, las familias suelen ser menos numerosas. Las mujeres tienen más libertad para trabajar fuera de casa, ganar un sueldo y contribuir a la economía. Las madres y los padres pueden dedicar más recursos a la salud y educación de sus hijos, lo cual les prepara para un futuro más productivo. Si multiplicamos esa situación por millones de familias, es fácil ver por qué los anticonceptivos son una de las mayores innovaciones contra la pobreza que jamás han existido. Son, además, una de las inversiones en cooperación más inteligentes que puede hacer un país, porque, cuando la gente puede salir de la pobreza, hay economías enteras que crecen y se vuelven autosuficientes, y la ayuda al desarrollo deja de ser necesaria.

Los países europeos están a la vanguardia en planificación familiar y pueden propiciar los avances en este sentido. La tasa de embarazos adolescentes en Europa occidental es la más baja de su historia. Las políticas públicas, la educación y el acceso a anticonceptivos de más larga duración lo han hecho posible. Los países donantes, los países en desarrollo y organizaciones no gubernamentales como la creada junto a mi marido, Bill Gates, vamos a colaborar con el sector privado para ampliar el acceso a métodos anticonceptivos modernos como los implantes y los inyectables. Nos asociaremos con el sector privado para organizar cadenas de suministro y garantizar que haya reservas cuando se necesiten.

Y, sobre todo, trabajaremos más para levantar a las adolescentes de todo el mundo y que ellas, a su vez, levanten el mundo. Nunca me olvidaré de la estudiante de bachillerato a la que conocí en Indonesia este año. Cuando le pregunté por qué quería usar anticonceptivos, me miró y respondió que era por algo que sus padres le habían dicho. “Este es un país en desarrollo”, le dijeron. “Tú tienes la tarea de desarrollarlo”. Nunca la olvidaré. Como tantas personas de su generación, quiere hacer un mundo mejor y sabe que la planificación familiar es el primer paso.

Al utilizar la ayuda al desarrollo para ampliar el acceso a los anticonceptivos, los países de Europa occidental están haciendo una inversión práctica y rentable en un futuro en el que más jóvenes puedan crecer sanas, hacer realidad todo su potencial y contribuir a la economía. Un futuro en el que los países pobres sean prósperos. Un futuro en el que 1.200 millones de jóvenes puedan trabajar con nosotros y construir un mundo mejor para todos.

Melinda Gates es copresidenta de la Bill & Melinda Gates Foundation. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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