¿Un Brexit muy griego?

A medida que el tren del Brexit avanza sin dirección clara, merece la pena recordar otro episodio dramático de la política de la Unión Europea como una posible guía: el Grexit que nunca ocurrió. Si bien casi todos durante la crisis del euro entre 2010 y 2015 estaban convencidos de que Grecia acabaría fuera de la eurozona, si no de la UE, el país sigue siendo miembro de ambas.

En apariencia no hay mucho que comparar. A diferencia del Reino Unido, Grecia es una de las economías más pequeñas de la UE, tristemente célebre por la debilidad de sus instituciones y economía, y receptora neta de fondos de la UE. Se la amenazaba con la expulsión de la eurozona (aunque no había ninguna vía legal), mientras que el Reino Unido eligió por abandonar la UE. Y, sin embargo, la saga del Grexit guarda importantes lecciones para la etapa final de las negociaciones del Brexit.

La perspectiva de un Grexit, que estuvo sobre la mesa después del estallido de la crisis en 2010, se fue desvaneciendo tras el logro de una mayoría parlamentaria para el segundo rescate bancario de Grecia en 2012 y la restructuración de la deuda que conllevaba. La amenaza se difuminó más todavía después de que Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo, declarara ese verano que el BCE estaba dispuesto a “hacer lo que fuera” para preservar el euro.

El riesgo de un Grexit volvió con fuerza en 2015, cuando un gobierno griego recién electo jugó a la gallina y llevó las negociaciones al borde del despeñadero. Fue una motocicleta contra un camión alemán, y cuando la UE se negó a ceder, Grecia se vio obligada a pasar por una experiencia cercana a la muerte antes de su viraje final. Una semana después de un referendo en Grecia en el que un 61% votó en contra de un acuerdo, el parlamento griego pasó por alto el resultado y aprobó abrumadoramente un tercer rescate, con lo que se evitó el colapso y el Grexit se enterró definitivamente.

Esta historia tiene una serie de lecciones útiles en el contexto del Brexit. La primera es que nunca un país individual es un poder negociador, lo que significa que la UE no se puede chantajear ni dividir mediante la creación de alianzas de conveniencia, especialmente si se trata de un país que abandona el club. Tampoco un estado miembro de la UE puede hacer un llamado a los políticos por sobre los “burócratas”, ya que ninguna negociación política puede pasar por alto los problemas técnicos o legales que ocurrirán.

Igual que Grecia, el Reino Unido no entendió la dinámica política e institucional de la UE, lo cual llevó a una estrategia de negociación equivocada que se basó en la apreciación errónea del peso que le daría su tamaño. Además, el gobierno británico careció de una estrategia de largo plazo clara. No basta con querer salirse de la UE: también hay que tener un plan de cómo hacerlo y que pasará al día siguiente.

Como en el Grexit, el tiempo ha jugado a favor de la UE. Para 2015, la UE estaba mejor preparada para gestionar un posible Grexit, igual que hoy con el Brexit. El temor inicial a un contagio tras el referendo británico de junio de 2016 dio pie al surgimiento de un frente de la UE sorprendentemente cohesionado, sin duda ayudado por consideraciones geopolíticas más amplias de cara a Estados Unidos y China. En lugar de favorecer fuerzas centrífugas, la debacle del Brexit aumentó la confianza en la UE y el euro.

Como de costumbre, la UE ha manejado el Brexit con una combinación de principios, burocracia y adherencia a las reglas. Es más, el estrambótico proceso de toma de decisiones del Reino Unido en torno al Brexit ha reforzado la inclinación de la UE a ejercer la cautela y prescindir de una perspectiva estratégica, como lo hiciera durante la crisis de la eurozona.

A medida que avanzamos a esta etapa final del Brexit, desde el lado de la UE se pueden señalar varias consideraciones, como la conciencia de que no hay una mayoría clara en la Cámara de los Comunes para ninguna de las opciones del Brexit; el convencimiento de que la Primera Ministra británica Theresa May carece de apoyo para un arreglo realista; la sospecha de que los partidarios de línea dura del Brexit están contra el reloj hacia el plazo del 29 de marzo de 2019 para que el Reino Unido salga de la UE; y la creciente duda sobre la sensatez de realizar un segundo referendo, conocido popularmente como el “Voto del Pueblo”. Hoy parece que el sentimiento predominante tras la postura unificada de la UE sobre el Brexit es el que tuvo en el caso de Grecia: “ya basta”.

Todo esto sugiere que la UE no pestañeará, contrariamente a las expectativas de los partidarios del Brexit. Puede que haga algunas concesiones cosméticas en un último intento de ganar una mayoría parlamentaria, pero no mucho más. En lugar de ello, se centrará en su propia unidad y se preparará para todas las eventualidades. Aceptará cualquier propuesta de ampliación del plazo del 29 de marzo para evitar que se la culpe por un desastre en el Reino Unido, pero no habrá negociaciones de 17 horas a último minuto como con Grecia en 2015.

Sabemos ahora que el plan del Brexit del gobierno británico consiste en encontrar la proverbial cuadratura del círculo, pero ¿tiene la UE un plan? Solo dos resultados le resultarían aceptables: un acuerdo de unión aduanera con el Reino Unido, o un Voto del Pueblo que revierta de manera convincente el resultado del referendo de 2016. A pesar de que en las capitales europeas hay cada vez más apoyo al primero, este último es la alternativa preferida de largo plazo para la UE. Aunque el Reino Unido podría autodestruirse en un segundo referendo, la UE debería ayudarlo de cualquier modo que le permita reconsiderar una decisión errónea basada en mentiras.

Por supuesto, la UE no puede hacer eso abiertamente. Afortunadamente, todo lo que tiene que hacer ahora es mantener sus principios y dejar que el tiempo haga su trabajo. Debe resistir la tentación de empujar al Reino Unido hacia un “acuerdo razonable” que incluya un arreglo sobre la unión aduanera. Puede sonar cínico, pero mantener al Reino Unido en la UE es lo que más conviene a ambas partes. La falta de acuerdo por parte de la UE es lo que impidió que Grecia saliera de ella en 2015.

George Papaconstantinou, a former finance minister of Greece who negotiated the country’s first bailout, is the author of Game Over – The Inside Story of the Greek Crisis.

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