Un científico en el banquillo

¿Sabían ustedes que el fútbol necesita científicos? Sin embargo, la mayor parte de los equipos de fútbol de élite permanecen ajenos a las posibilidades que la ciencia les ofrece. El ejemplo paradigmático es el análisis del rendimiento de un jugador durante un partido. Sabemos cuántos metros recorre, con o sin balón, a qué velocidad se mueve, cuántos pases y recuperaciones realiza, o su posición en el campo mediante mapas de calor. Sin embargo, todos esos datos, números y estadísticas no siempre permiten deducir si su rendimiento ha sido el deseado o, en última instancia, en qué medida ha contribuido a la victoria o derrota de su equipo. ¿Por qué es tan difícil cuantificar de forma objetiva el rendimiento de un jugador de fútbol? Básicamente porque las acciones que realiza se basan en las interacciones tanto con sus compañeros de equipo como con los jugadores rivales. Es decir, no es posible comprender el rendimiento de un jugador sin tener en cuenta a todo el conjunto.

Añadan a este conjunto, si quieren, a los árbitros. Curiosamente, este principio es la base del funcionamiento de los sistemas complejos. Pero, ¿qué es un sistema complejo? Su definición es más sencilla de lo que piensan: son aquellos sistemas cuyo comportamiento no puede explicarse mediante el análisis de sus componentes de manera aislada, es decir, obviando las interacciones entre sus partículas fundamentales. Y eso ocurre, por ejemplo, en las moléculas de agua, explica su transición al estado sólido al congelarse, pero también en los atascos de tráfico, o en la aparición de un trending topic en Twitter. Trasládenlo al fútbol y ahí tienen la célebre frase “no soy yo solo, es el equipo”.

Déjenme ahora que les hable de la ciencia de las redes. Combinando la teoría de grafos, la física estadística, la dinámica no lineal y el big data, esta joven disciplina científica proporciona un nuevo enfoque al estudio de cualquier sistema cuyos componentes estén organizados en red. Desde las redes sociales, pasando por la propagación de enfermedades, o la red de tráfico aéreo hay infinidad de sistemas cuyo comportamiento puede ser explicado mediante el análisis de su intrincada red de conexiones. Y una de sus aplicaciones más fascinantes es el estudio del juego de un equipo de fútbol.

¿Sabían que en todos los campos de primera división se graba y almacena la posición exacta de cada jugador en cada instante del partido? De esta forma se obtienen de forma automatizada la mayor parte de los indicadores del rendimiento físico de un jugador. De la misma manera, es posible obtener la red de pases realizados, formada por dos elementos básicos: nodos (jugadores) y enlaces (pases) entre jugadores. A continuación, se puede trasladar la información de la red de pases a una matriz, un objeto matemático formado por filas y columnas de números. Aquí entra en juego la ciencia de las redes, que se encarga de analizar la matriz de pases, permitiendo obtener una serie de indicadores que contienen la información de toda la red. Mejor aún, es posible definir indicadores a nivel macroscópico (de todo el equipo), microscópico (de cada jugador) y mesoscópico (de un subconjunto de jugadores). Es decir, se puede cuantificar cómo es de importante un jugador para todo el equipo, pero también la alineación de un grupo específico de jugadores. Se pueden evaluar (y predecir) los efectos que tendría la sustitución de un jugador, o incluso plantear un partido en función de la red de pases del equipo contrario. Y todo ello simplemente llevando las matemáticas al fútbol.

Seguramente estén pensando que la cosa es mucho más complicada de lo que parece. Llevan razón, en realidad la red de pases no es un ente estático; todo lo contrario, varía constantemente a medida que avanza el encuentro. Fluctúa y evoluciona en función de multitud de parámetros. No se preocupen, la teoría de redes multicapa permite el análisis de redes que evolucionan en el tiempo, pudiendo cuantificar el rendimiento de un jugador a lo largo del partido.

Sin duda, esta metodología y otras provenientes de la ciencia de la complejidad, trascenderán al fútbol y serán la base del análisis de cualquier deporte de equipo.

Así que no lo olviden, dentro de poco, en los banquillos, junto a cada entrenador, se sentará un científico. 

Javier M. Buldú es profesor titular de la Universidad Rey Juan Carlos y miembro fundador de ComplejiMad.


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