Un compromiso con África

Un compromiso con África

El mundo no se librará de la pandemia de COVID‑19 hasta que todos los países se libren del coronavirus que la provoca. Este sencillo hecho pone de manifiesto la urgencia de la conferencia global de donantes que se celebrará el 4 de mayo: el único modo de evitar una segunda ola del virus el próximo otoño boreal es ayudar ahora a los países en desarrollo a mejorar su capacidad de combatir la enfermedad.

Los países desarrollados han ofrecido kits de testeo, respiradores y equipos de protección individual, y los gobiernos de la Unión Africana lo agradecen. Pero para empezar a ganarle a la COVID‑19, es necesario que los países más ricos oigan y respondan los pedidos del mundo en desarrollo en el sentido de adoptar una estrategia integral para superar la doble crisis, sanitaria y económica, que enfrentamos.

Hasta ahora, ha habido una enorme divergencia entre la retórica de los dirigentes de los países ricos, que hablan de una crisis global histórica y existencial, y el apoyo que parecen dispuestos a dar a los países pobres y en desarrollo. De hecho, hasta la semana pasada, los países africanos gastaban más en pago de la deuda que en salud.

En 34 de los 45 países de África subsahariana, el gasto anual per cápita en salud es inferior a 200 dólares (y en muchos de esos países, apenas llega a 50 dólares). Niveles de gasto tan bajos hacen imposible destinar fondos a camas de terapia intensiva, respiradores y los fármacos necesarios para enfrentar enfermedades como la COVID‑19. Afrontar el costo de médicos, enfermeros, radiólogos y otros profesionales sanitarios con su correspondiente equipamiento puede parecer casi un lujo.

Para colmo, muchas de las medidas para mitigar la enfermedad disponibles en las economías más ricas (la cuarentena, el aislamiento hogareño y algo tan sencillo como el lavado de manos frecuente) no son fáciles de implementar en buena parte del mundo en desarrollo. En ciudades a menudo abarrotadas, el distanciamiento social es prácticamente imposible, y no hay recursos suficientes para proveer saneamiento adecuado y, en muchos casos, agua corriente para la población.

¿Qué hacer entonces? Para empezar, los gobiernos de África necesitan un flujo inmediato de fondos para invertir en salud y redes de seguridad social. En esto, el punto de partida más eficaz es el alivio de deudas. Hasta ahora, los 173 miembros de la Asociación Internacional de Fomento (la división del Banco Mundial que se encarga de otorgar préstamos en condiciones concesionarias a los países en desarrollo más pobres) sólo tienen alivio de deudas bilaterales hasta diciembre. Para satisfacer nuestras necesidades inmediatas y hacer planes a futuro, necesitamos que ese alivio se extienda también al año siguiente.

Además de una reducción de la deuda, es necesario un aumento sustancial de los límites aplicables a subvenciones y préstamos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de otros bancos multilaterales de desarrollo. Y se necesita lo antes posible una emisión de dinero internacional (los derechos especiales de giro del FMI) para recaudar 1,5 billones de dólares.

Los africanos no pedimos esta ayuda solamente para nosotros (aunque es posible que nunca la hayamos necesitado tanto como en esta crisis). Pedimos la ayuda de los países desarrollados (incluida China) para ser más capaces de proteger al mundo entero contra la posibilidad de que este flagelo regrese.

Pero el tiempo se acaba. Aunque África sea uno de los últimos lugares de la Tierra golpeados por la COVID‑19, la enfermedad sigue siendo tan potente y letal como siempre. Para eliminar esta amenaza es necesario que cada país haga lo más posible por acelerar la búsqueda de una vacuna y garantizar su disponibilidad universal.

En este sentido, la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) necesita financiación suficiente (3000 millones de dólares ahora mismo, y más en 2021 y los años siguientes) no sólo para desarrollar y producir una vacuna para quienes puedan pagarla, sino también para estar en posición de distribuirla en forma equitativa en todo el mundo. Y Gavi (la alianza para la vacunación) también necesita fondos para garantizarlo.

En tanto, un esfuerzo global coordinado puede dar un gran envión a la producción de equipos de protección individual, kits de testeo y respiradores, necesarios en cada país y en cada continente, y garantizar que estos suministros vitales se distribuyan en forma justa en vez de terminar siendo acaparados por una minoría rica. Los países con pocos casos de coronavirus que ya superaron el pico de la pandemia deben mostrarse dispuestos a ayudar a los países más pobres enviándoles equipos vitales. Y a futuro, debemos comenzar a formar inventarios de estos suministros para poder ayudarnos mutuamente en futuras emergencias.

Todos estos temas figuran en la agenda de la conferencia global de donantes del 4 de mayo. A todos los países que están en condiciones de hacerlo, les pedimos que participen, que escuchen, que aconsejen y, lo más importante, que den.

Abiy Ahmed, Prime Minister of Ethiopia, was awarded the Nobel Peace Prize in 2019. Traducción: Esteban Flamini.

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