Un congreso para hacer reconocible al PSOE

Estaba cantado el desenlace, pero hasta que no se consuman los hechos las reacciones emocionales no alcanzan su plenitud. Era evidente que el desalojo de Pedro Sánchez de la Secretaría General del PSOE llevaba a la investidura de Mariano Rajoy. Sánchez era el gran obstáculo para ello, pero quizás algunos o algunas no entendieron que los costes de la operación acabarían siendo tan alarmantes.

La operación, concebida desde una perspectiva orgánica, intramuros de la organización, despreció sus efectos en la base política del partido y en la opinión pública. El pánico desató la alarma general.

El mismo día de la proclamación de Rajoy, quien fue máximo dirigente socialista y candidato en una investidura a la Presidencia del Gobierno siete meses antes renunciaba a su escaño en el Congreso ante la tesitura de votar aquello que nunca estuvo dispuesto a hacer o votar en contra de la decisión de su organización, que aún no hacía un mes aún dirigía.

El hecho de que la gestora que actualmente dirige el PSOE no accediera a limitar la abstención del grupo parlamentario a lo estrictamente necesario no dejaba más salida a Sánchez que la renuncia, presentada de un modo que venía a representar un testimonio moral y político no desprovisto de carga emocional. Sobre ese testimonio, y en ese ambiente, Rajoy comparecía en su sesión de investidura más instrumental que nadie; eso sí, advirtiendo que asumía la responsabilidad, pero que bromas, las justas.

El peso del desenlace y su coste se trasladaron absolutamente al grupo socialista. De ello vinieron a sacar provecho personajes de la talla de Rufián, que utilizó el dolor ajeno para su disfrute. ¿Cómo alguien que desprecia tanto al Partido Socialista puede sentir consideración o lástima por quienes, queriendo ese proyecto, sufren cuando lo ven naufragar? Como si él y los que le jaleaban no tuvieran que ver con que Rajoy lleve más de diez meses ejerciendo de presidente en funciones. Cómo si él y su partido no estuvieran manteniendo a un presidente en Cataluña que ha tenido que cambiar el nombre de su partido para escapar al estigma de la corrupción. Aunque también hay que reconocer que difícil no se lo pusimos.

La investidura de Rajoy, cuyo efecto más importante es que Rajoy sigue siendo presidente, ha arrojado de momento efectos colaterales que desplazan la atención sobre la etapa que se abre con el nuevo Gobierno. La primera cuestión que se plantea es cómo, de qué forma y con quién se va a ejercer la oposición. La segunda es cuál es la alternativa política a la derecha en este país.

La gestora pide tiempo para reorganizar el partido, pero el problema es que no hay tiempo, que el juego sigue, que los demás no esperan, que los acontecimientos van definiendo las cuestiones planteadas y que nuestra base política -sean militantes, simpatizantes o votantes- espera una reacción inmediata que haga reconocible al PSOE. Esa reacción ha de tener tal efecto innovador que está lejos de limitarse a una visión organicista tan estrecha como la que ha representado el debate sobre la disciplina en el grupo parlamentario.

La convocatoria para configurar un nuevo PSOE debe ser una oportunidad de esperanza para el espacio que se reclama socialdemócrata, de modo que movilice la participación y evite la desafección. Hay que ir a un congreso que aborde el modelo de partido, el papel de la participación política y el establecimiento de garantías en los procesos orgánicos y sobre los derechos de los afiliados; que asegure la autonomía de nuestro proyecto y que defina los rasgos sobre qué socialdemocracia queremos.

Como miembro del Comité Federal participé en el debate y posterior votación sobre la propuesta de abstención de nuestro grupo parlamentario a fin de evitar nuevas elecciones. Aunque mi posición fue contraria, el hecho de haber participado en la definición final me obligó a asumir lo aprobado por ese órgano, y como diputado hube de llevarlo a efecto personalmente.

Del mismo modo, pues, exijo que la gestora cumpla la resolución del Comité Federal que insta a la convocatoria del congreso ordinario del partido “una vez haya gobierno en España”. Esa condición se dará esta semana. Cúmplase con la misma disciplina, el mismo rigor y la misma rotundidad esa resolución como hube de cumplir yo con una abstención que nunca acabaré de digerir.

José Luis Ábalos Meco es portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista en el Congreso.

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