Un digno sucesor

Hace ya tiempo, todavía estaba Felipe González en La Moncloa que oí la más cabal definición de la gobernanza socialista: «Son expertos en solucionar los problemas, que ellos mismos han creado.... aunque la mayoría de las veces no los solucionan». Nadie ha llevado ese arte —si arte puede llamarse— más lejos que Alfredo Pérez Rubalcaba, ni ofrecido mejor ejemplo que el programa electoral que expuso en la conferencia política de su partido, celebrada en Madrid este fin de semana. Con el aplomo de un prestidigitador renombrado, el candidato socialista mostró su absoluta confianza en resolver los problemas que aquejan al país, en especial el del paro. ¿Cómo? Pues aplicando las mismas recetas que han producido ese paro, lo que diría roza lo milagroso si no estuviera hablando de personas que evitan toda referencia a lo divino. Recetas, desde luego, «progresistas», que empiezan con obligar a las grandes empresas a establecer la igualdad de sexos en sus consejos de administración, siguen con el aumento de impuestos sobre el tabaco y el alcohol, continúan con un desbloqueo de las listas electorales, se complementan con el cierre de las centrales nucleares y culminan con un pacto nacional por el empleo. Garantizando a lo largo de todo ello el subsidio de paro, la sanidad pública y la enseñanza gratuita O sea, lo que hemos tenido con el Gobierno en el que Rubalcaba ha sido vicepresidente corregido y aumentado.

Lo primero que se le ocurre a uno es por qué el candidato socialista, si asegura tener la fórmula para salir del pozo en que nos encontramos, no la aplicó a tiempo para que no cayéramos en él o no la está aplicando ya. Pero como se le ha hecho esa pregunta un montón de veces sin que la haya contestado, prefiero concentrarme en esa fórmula y ver qué hay detrás de ella.

A primera, e incluso a segunda y tercera vista, no parece haber mucha relación entre aumentar el número de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas y solucionar la crisis, a no ser que se piense que las mujeres son mejores administradoras que los hombres. La experiencia de los gobiernos de Zapatero, sin embargo, y el mismo hecho de que hayan preferido como candidato a un hombre sobre una mujer —Carme Chacón— indica que ni ellos mismos lo creen. Es decir, que estamos ante un gesto electo-ralista que nada tiene que ver con la crisis.

Más consistencia parece tener el aumento de los impuestos sobre el tabaco y el alcohol, objetivo favorito de los gobiernos en apuros. Hasta que nos enteramos de que se excluyen el vino y la cerveza, con lo que la gravación queda reducida a los licores, y con ello la recaudación. En cuanto al tabaco, ya se incrementó su tasa a principios de año. Con lo que disminuyó el consumo, obligando a las tabacaleras a entrar en una guerra de precios que bajó estos, y lo recaudado. Total, y se lo voy a decir con el titular de «El País», nada sospechoso de antirrubalcabismo: «Subir los impuestos especiales no garantiza más recaudación». O sea, otro gesto a la galería.

El desbloqueo de las listas electorales es una medida que venimos pidiendo muchos desde hace años para ventilar nuestra democracia Pero basta echar una ojeada a la propuesta del candidato socialista para darnos cuenta de que se queda bastante lejos de las «listas abiertas» que soñábamos. Las listas seguirán haciéndolas los partidos, con los nombres y el número de candidatos que ellos deseen. Los electores solo podremos alterar el orden de dichos candidatos, sin introducir a quienes pensemos son los más capacitados para defender nuestros intereses o ideas. Se trata, pues, de una reforma limitada, a la que le queda mucho camino hasta convertirse en la general que deseamos. Y en cualquier caso, no tiene nada que ver con la salida de la crisis y la solución del problema del paro, que era de lo que Rubalcaba estaba hablando.

Y el anuncio del cierre de las centrales nucleares, todavía menos. Primero, porque se anuncia para 2028, cuando bastantes de nosotros estaremos muertos, si no nos matan antes. Y segundo, porque, hoy por hoy, la energía nuclear es absolutamente necesaria al no haber alternativa para cubrir nuestras necesidades energéticas y porque es muchísimo más barata que todas las demás, especialmente las renovables. Quiero decir que, si se intentase acelerar ese plan, lo que tendríamos sería más déficit más paro y más problemas.

Por último, la propuesta de un pacto nacional por el empleo suena a sarcasmo en labios de un miembro del Gobierno que intentó meter en un lazareto al principal partido de la oposición y aún lo tacha de amenaza para los españoles. Además, ¿no habíamos quedado en que tenía la fórmula contra el paro?

El plan ofrecido por el candidato socialista para salir de la crisis, en suma, es tan incompleto, tan voluntarista y equívoco como cuantos ha venido ofreciéndonos el Gobierno del que formaba parte. Lo que no le impide asegurarnos que seguirá garantizando la continuidad de los seguros de paro, la sanidad pública y la educación gratuita Algo que ya roza la estafa Desde que otro magnate socialista, Tierno Galván, dijo que «las promesas electorales se hacen para no cumplirlas», aceptamos un grado de exageración, de demagogia, de picaresca incluso en ellas. Pero que tras lo ocurrido en España en los últimos tiempos, tras los errores de bulto cometidos y las falsas predicciones, nos salga el que fuera vicepresidente del Gobierno con la misma cantinela, sobrepasa las líneas rojas, no ya de la política, sino de la decencia El señor Rubalcaba no puede presentarse como defensor del Estado del Bienestar, primero, porque ha tenido abundante oportunidad de defenderlo y lo que ha hecho es hundirlo; segundo, porque las fórmulas que expone no ofrecen las menores garantías de lograrlo. y tercero, porque el Estado del Bienestar, tal como lo conocemos, ya no es sostenible, como él sabe muy bien, y si no lo sabe no merece presidir el Gobierno español.

Aunque lo más grave es que su «programa» no dice palabra de lo que viene siendo la espada de Damocles sobre nuestro país desde hace un año: la exigencia de Bruselas de que llevemos a cabo los reajustes y reformas necesarios para seguir considerándosenos socios de fiar. Reajustes y recortes contenidos en la carta confidencial enviada el pasado agosto por Jean-ClaudeTrichet, presidente del Banco Central Europeo, a los gobiernos italiano y español, donde se detallaban las condiciones para seguir ayudándoles comprando sus bonos. La primera de ellas era reformar la Constitución para introducir un techo a la deuda Exigía además, «aumentar la eficacia de los servicios públicos y el diseño de los sistemas reguladores y fiscales a fin de apoyar la competitividad de las empresas y la eficiencia del mercado de trabajo, la plena liberalización de los servicios públicos y profesionales», e incluso se refería a «privatizaciones en gran escala». El Gobierno italiano ha hecho pública la carta, el español, no, lo que demuestra que, contra lo que parece, aquel es más serio que el nuestro. Es más, la única referencia de Rubalcaba a ella fue decir que «tal vez nos hayamos pasado en las medidas de ahorro». Para salimos luego con que se refería a Alemania. ¿Por qué usó entonces el «nos»? ¿O es que aspira también a aquella cancillería? Y es que antes se coge a un mentiroso que a un cojo, aunque haya corrido los 100 metros en 10,9 segundos.

Sus cuentas, en fin, recuerdan las del Gran Capitán cuando el Rey Católico le exigió balance de sus campañas de Italia, solo que a la inversa Si Gonzalo Fernández de Córdoba mostró batallas ganadas y territorios conquistados, el candidato socialista oculta como malamente puede derrotas humillantes y terrenos perdidos, ofreciéndonos pura nada. O viento, como digno sucesor del que pretende sustituir con nuestra aquiescencia.

José María Carrascal, periodista.

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