Un discurso de agua fría

El pasado sábado noche todos los españoles esperábamos ansiosos la comparecencia del presidente del Gobierno. Todos esperábamos más medidas, Más información. O, al menos, algunas concreciones útiles de las montañas de normas que esta situación está generando.

Un tsunami burocrático que está ahogando y paralizando innumerables iniciativas provechosas para paliar esta situación por parte tanto de las Administraciones Públicas como de la sociedad civil. El “no preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”, de John F. Kennedy, es algo que, desgraciadamente, el Gobierno ha descartado por completo.

Lo confirmó en su mitin sabatino, en el que nos cenamos una serie de datos irrelevantes, como la caída del consumo de combustible y el incremento del uso de internet. Un logro cuyo mérito es tan solo del COVID-19 y que cualquiera podía intuir sin necesidad de que nadie se lo confirmara.

También ofreció, delante de todo el país, una gran falta de respeto a las Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad del Estado, de las que dijo que “ahora percibimos como un escudo insustituible y no como un gasto superfluo”. Un piropo muy desagradable que estoy seguro no aumentó la “moral de victoria” de todos sus miembros, sobre todo ahora, que se están jugando la vida, como tantos compatriotas.

Pero lo más indignante llegó con dos de sus alusiones a la Comunidad de Madrid, porque demostró que todo su sobreactuada performance era un truco para atacar a su gobierno, liderado por el PP, a quien anunció que enviaría al Ejército para desinfectar las residencias de ancianos y de quien subrayó su número de casos.

Y lo hizo a pesar de que justo una semana antes señalaba que este virus no entiende ni de “partidos” ni de “fronteras”. Y lo hizo a pesar de permitir en la capital de España el último 8 de marzo numerosas manifestaciones y concentraciones que el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) desaconsejaba.

Y lo hizo a pesar de que fue esta región la primera en tomar medidas drásticas, como el cierre de colegios e institutos. Y lo hizo a pesar de que en Alemania, con un número de contagiados similar, los fallecidos no superaban este jueves los 50 y aquí en España nos dirigimos ya a los 2000. Y lo hizo, no lo olvidemos, a pesar de que ahora ostenta el mando único.

A pesar de todo ello, de este discurso de agua fría, nuestra lealtad con el Gobierno de la nación sigue intacta, porque la misma no es para él, sino para el pueblo al que nos debemos. Un pueblo que ya ha asumido el “sangre, sudor y lágrimas”, pero a cambio de cierta competencia y de todos los recursos sanitarios que los profesionales están exigiendo para poder paliar esta situación.

Un pueblo que está volviendo a demostrar que está muy por encima de algunos dirigentes políticos que estoicamente sufre cada cierto tiempo. Un pueblo que está brillando especialmente en sus médicos, cajeros, limpiadores, policías, militares… y todos aquellos que, ahora, y que es imposible enumerar aquí, se encuentran en el frente de batalla.

Un pueblo que, en definitiva, no puede volver a soportar otro mitin más desde la Moncloa porque no se puede robar el tiempo de nadie, y menos en estos tiempos donde tantos compatriotas lo han perdido ya para siempre, independientemente de su clase social, al contrario de lo que dijo la semana pasada Pablo Iglesias, a quien aconsejo que se entere de una vez que lo único que divide ahora a la sociedad de nuestra nación es la vida y la muerte.

Antonio González Terol es vicesecretario general de Política Territorial del Partido Popular.

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