Un ejemplo de cambio en América Latina

El mes próximo, el presidente colombiano Juan Manuel Santos será el anfitrión de la VI Cumbre de las Américas. Todos los gobernantes de América Latina (32 en total, con excepción de Cuba) asistirán para tratar una ambicioso temario de cooperación regional. El evento podría marcar el punto más alto de la presidencia de Santos, que lleva ya 19 meses.

Las percepciones externas sobre Colombia han mejorado notablemente en la última década, lo que se refleja en el aumento de la inversión extranjera y las exportaciones; en 2011 ambos indicadores llegaron a los niveles más altos nunca alcanzados. Colombia ya no es temida por sus vecinos como un país cuyos guerrilleros y narcotraficantes producen un efecto desestabilizador. Más aún, la democracia ha madurado y su economía avanza hacia la modernidad, impulsada por la bonanza económica creada por los recursos minerales, principalmente petróleo, carbón y oro.

La diplomacia colombiana también vive una época de oro. Santos ha mejorado las relaciones con los países vecinos y la subregión andina como un todo, a pesar de un profundo desacuerdo ideológico con sus gobernantes: Hugo Chávez de Venezuela, Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia y Ollanta Humala de Perú.

Cada uno de ellos gobierna su país en la tradición caudillista y nacionalista tan común en la región. También emplean un modelo económico que, a diferencia del neoliberalismo que promueve Santos, no confía en el libre mercado y -sobre todo en el caso de Chávez y Morales- obstaculiza el libre comercio. Las diferencias se extienden a otros temas vitales, como su concepción de la democracia y sus relaciones con Estados Unidos.

Colombia mantiene estrechas relaciones con EE.UU., que ha proporcionado US$ 6 mil millones en ayudas durante los últimos diez años, casi la totalidad en forma de asistencia militar para fortalecer la capacidad del gobierno de hacer frente a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y a los narcotraficantes. Además, ambos países acaban de ratificar un acuerdo de libre comercio. Por el contrario, para Chávez y en menor medida para otros gobernantes andinos (Perú es una excepción notable), el gigante del norte es un peligroso enemigo imperialista.

El predecesor de Santos, Álvaro Uribe, tuvo tensiones con Venezuela y Ecuador por su presunto apoyo a las FARC, grupo guerrillero marxista-leninista que se financia en gran medida a través del tráfico de drogas. Las relaciones diplomáticas de Colombia con ambos países se suspendieron, y el apoyo de Chávez a las FARC, que sufrieron sus peores derrotas militares durante los ocho años de presidencia de Uribe, llevó al país al borde de una guerra con Venezuela.

Sin embargo, en agosto de 2010, pocos días después de asumir el cargo, Santos abandonó la actitud de confrontación de Uribe y buscó normalizar las relaciones con los vecinos de Colombia. Preparó una agenda de cooperación sobre múltiples temas, que incluía la seguridad como máxima prioridad. Ecuador y Venezuela, interesados en dejar atrás el conflicto, comenzaron a participar en operaciones contra los grupos ilegales (guerrillas izquierdistas, paramilitares derechistas y narcotraficantes) que utilizan sus fronteras para eludir a las fuerzas armadas de Colombia.

Santos fue un aliado político de Uribe y se desempeñó como Ministro de Defensa en su gobierno, pero como Presidente ha transformado radicalmente la política exterior del país. Ha dejado de lado el enfoque excesivamente ideológico y la retórica combativa de Uribe, adoptando en su lugar una actitud pragmática que apunta a fomentar las buenas relaciones con sus homólogos.

Además ha adoptado un conjunto de prioridades más diverso, en lugar de centrarse en temas de seguridad y cooperación militar con EE.UU., como había hecho Uribe. Como resultado de sus políticas, ha aumentado la estatura diplomática de Colombia. El país se ha convertido en miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, una ex canciller, María Emma Mejía, es ahora secretario general de la Unión de Naciones Sudamericanas, y el propio Santos ha visitado más países y asistido a más foros multilaterales que cualquier otro gobernante de Colombia desde su independencia hace 201 años.

Durante un año y medio, las políticas de Santos han ido avanzando en círculos concéntricos. Tras normalizar las relaciones con los países vecinos, comenzó a abordar los problemas regionales, suavizando las posiciones radicales e impopulares de Uribe. Ahora está buscando estrechar los lazos con las regiones y potencias de más allá de las Américas. En la actualidad, Colombia espera entrar en la OCDE y el Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC).

Estos proyectos no se harán realidad de inmediato. Para tener éxito, Santos tendrá que demostrar persistencia a lo largo de su segundo mandato si, como se espera, es reelecto en 2014. Algunos críticos creen que sus intenciones son demasiado ambiciosas o que son insostenibles en el largo plazo. Sin embargo, sus resultados y el apoyo nacional y extranjero que han recibido sus cambios indican que va en la dirección correcta. De hecho, cabe esperar que otros sigan su ejemplo.

Por Rodrigo Pardo, exministro de asuntos exteriores de Colombia. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *