Un encuentro de mentes sobre el VIH/SIDA

Según la famosa cita de Benjamín Franklin, un gramo de prevención equivale a un kilo de cura, pero eso no es siempre cierto cuando se trata de investigar enfermedades infecciosas. Si bien tradicionalmente los científicos han tendido a centrarse en la prevención o la cura, para derrotar el VIH/SIDA será necesario que los investigadores (y quienes les financian) colaboren para enfrentar el reto desde ambas direcciones.

Los avances en prevención y tratamiento han reducido en un tercio las infecciones anuales de VIH en la última década y en un 30% las muertes relacionadas con SIDA en los pasados cinco años. Sin embargo, todavía 35 millones de personas viven con el virus. El año pasado, 2,1 millones se infectaron y 1,5 millones de personas murieron por causas relacionadas con el SIDA. Incluso en el mejor escenario de aprovechamiento de los recursos de prevención y tratamiento actuales, de aquí al año 2050 se producirían al menos medio millón de nuevas infecciones de VIH al año en países de ingresos bajos y medios.

El mundo necesita tanto una vacuna como una cura para dejar atrás esta enfermedad, y se han logrado grandes avances en ambas áreas. Sin embargo, aunque la investigación en estos dos distintos campos está comenzando a superponerse, demasiados científicos siguen pensando que forman parte estrictamente de un campo o del otro.

Los mecanismos de financiación de la investigación del VIH/SIDA refuerzan esta separación, pues rara vez permiten, ni mucho menos fomentan, el tipo de enfoques interdisciplinarios e innovadores que se necesitarán para hacer que los avances recientes se traduzcan en productos que se puedan someter a pruebas. La brecha es evidente incluso entre activistas y defensores de la investigación en VIH/SIDA. No debemos permitir que se profundice.

Puesto que el VIH/SIDA es ya la enfermedad infecciosa más estudiada del mundo, ser diagnosticado de VIH ya no equivale a una condena a muerte. No obstante, estamos lejos de haber derrotado al virus. Las tasas de infección siguen en aumento en regiones y grupos poblacionales específicos, y más de la mitad de quienes viven con el VIH en el mundo no saben que lo tienen. Tres de cada cinco personas seropositivas no reciben terapia antirretroviral. Más aún, el tratamiento de largo plazo no es lo mismo que una cura, y ningún instrumento de salud pública (aparte del agua potable limpia) ha logrado estar a la altura de una buena vacuna preventiva.

El VIH es un virus extremadamente complejo. Muta rápidamente dentro de una persona y entre lugares geográficos, creando reservorios latentes dentro de células que le permiten resurgir y multiplicarse meses y hasta años más tarde. Evade el sistema inmune, limitando así la capacidad natural del cuerpo para combatirlo o eliminarlo.

Aunque no hay precedentes que puedan guiarnos hacia una vacuna o una cura, en los últimos cinco años hemos aprendido mucho sobre cómo funciona el VIH y cuáles son sus debilidades. Por ejemplo, en 2009 los investigadores encontraron la llamada “prueba de concepto” cuando un ensayo clínico mostró que una vacuna podría prevenir  la infección de VIH en seres humanos, y Timothy Ray Brown (conocido como “el paciente de Berlín”)  se curó del VIH a través de un trasplante de médula humana.

Además, los investigadores están aprendiendo mucho de las respuestas de tres grupos de pacientes. El primero es el de “grupo de control post-tratamiento”, en el que un tratamiento temprano permite el control de largo plazo de la infección incluso después de haberse detenido la terapia antirretroviral. El segundo es el “grupo de control de élite”, seropositivos que pueden portar el virus por más de diez años sin enfermar. El tercer grupo, “los neutralizadores de élite”, está compuesto por pacientes cuyos cuerpos producen naturalmente anticuerpos contra una amplia gama de variantes del VIH.

Gracias a las conclusiones logradas con el seguimiento a estos pacientes, los investigadores están reconociendo cada vez más que los mismos estudios nos pueden llevar tanto a una vacuna como a una cura. Las dos vías de investigación, que por largo tiempo se han llevado a cabo en laboratorios y proyectos por separado, han ido convergiendo en varias áreas promisorias.

Por ejemplo, los científicos que trabajan en el diseño de una vacuna que induzca la producción de anticuerpos de amplio poder de neutralización para proteger a las personas de la infección de VIH se han dado cuenta de que estos también controlan, e incluso eliminan, la infección de la versión del virus en simios. Se ha alcanzado un resultado similar, que se ha dado en llamar una “cura funcional”, con una vacuna en simios que apunta a inducir respuestas de sus “células T asesinas”, otra de las armas del arsenal del sistema inmune. Mientras tanto, los estudios que apuntan a la cura en grupos de control de élite están dando pistas sobre regiones del virus que mutan menos, lo que podría dar lecciones importantes para los investigadores de las vacunas.

A medida que la ciencia avanza en diversas disciplinas y enfermedades de maneras inimaginables hace apenas cinco años, deben caer las divisiones entre prevención y cura. Tenemos que dejar de contraponer gramos a kilos y colaborar en el desarrollo de las herramientas necesarias para eliminar el flagelo del VIH/SIDA de una vez por todas.

Françoise Barré-Sinoussi, co-winner of the 2008 Nobel Prize in Physiology or Medicine for the discovery of HIV and former President of the International AIDS Society, is Research Director at Inserm and a professor at the Institut Pasteur, where she leads the research unit on regulation of retroviral infections. Margie McGlynn is President and CEO of the International AIDS Vaccine Initiative (IAVI). Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

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