Un engaño histórico

Cuando Hillary Clinton nació en 1947 hacía 30 años que su antecesor imperial, el ministro de Asuntos Exteriores británico, tras reunirse con líderes sionistas, había escrito en un documento oficial que se encuentra en la Biblioteca Británica: «Su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para los judíos […] Se entiende que en nada perjudicará los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías de Palestina».

La población judía allí en 1917 era el 9% del total. Esta hábil presentación del robo sirvió para engañar a los palestinos y para que los sionistas entendieran que era cuestión de tiempo el disfrutar del botín.

En 1947 nuevas reuniones confirmaban el latrocinio. La ONU dividió el mandato británico de Palestina en dos estados. Los judíos, gracias a la emigración, constituían el 33% de la población y poseían menos del 7% de la tierra. Obtuvieron el 56,6% del territorio. Los palestinos, que eran el 65%, recibieron el 43% y Jerusalén quedó como corpus separatum. Los beneficiados aceptaron, pero los dueños, lógicamente no.

No se quiso prestar atención al Comité Especial enviado por la ONU a Palestina, que avisó en su informe: «El programa sionista sólo se podría realizar mediante las armas». Dicho y hecho: una vez instalados en Palestina, los sionistas se quedaron el 78% del territorio, bastante más del adjudicado.

En verano de 1967, cuando Clinton abría su corazón veinteañero a un amigo -«no acabo de aceptar que mi destino no sea el de una estrella», le escribió en una carta-, Israel atacaba lo que le quedaba sin ocupar de territorio palestino -y sigue hoy- en contra de la resolución 242 de la ONU: «Retirada de las fuerzas israelíes del territorio ocupado en la guerra». Ésta llegaba tarde. Israel ya sabía que las reuniones y los documentos valen menos que la fuerza militar. Israel ha librado en sus 60 años de existencia seis guerras e innumerables ataques contra los palestinos, pero no deja de acudir a una reunión tras otra. Mientras tanto, acrecienta su territorio, concita más apoyos y aumenta su poder.

Ha habido decenas de reuniones entre Israel y los palestinos, sobre todo desde la de Madrid en 1991. Tras esta sucesión de encuentros, dos millones y medio de palestinos malviven en enclaves territoriales en Cisjordania seccionados del mundo por un muro y separados entre sí por cientos de puestos de control militar israelíes, un millón y medio sobrevive bajo asedio genocida en Gaza, a cinco millones de refugiados les prohíben regresar y Jerusalén es «la capital eterna e indivisible de Israel».

Hillary es por fin una estrella… y Abu Mazen y Obama, aunque no entre los palestinos. Están agotados y la resistencia es muy castigada. Sin embargo, ésta no desaparece. Saben que, si se mantiene, Israel no conquistará su objetivo: quedarse con Palestina y expulsar a los palestinos.

La delegación palestina tenía siete miembros en Washington, la resistencia 7.000 en prisiones israelíes y siete millones en lucha. ¿Por qué prestar atención a una conversación?

Agustín Velloso es profesor de la UNED y experto en temas de Oriente Próximo.

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