Un español en el día D

El pasado día 1 de junio celebramos el Día de las Fuerzas Armadas, ese jornada especial que le dedicamos a esos más de 120.000 efectivos en activo, hombres y mujeres, que conforman la Armada Española, los Ejércitos de Tierra y Aire , junto a la Guardia Civil. No pocas veces me planteo si en verdad somos conscientes de lo que realmente les debemos, ya que gracias a su labor podemos seguir disfrutando de nuestra vida diaria en libertad y democracia. A esto hay que añadir la misión que desempeñan más allá de las propias fronteras siempre que son llamados, acudiendo allí donde son necesarios por encima del país al que sirven, desarrollando su labor con el desinterés más absoluto, una entrega sin límites, un sacrificio incalculable y una inconmensurable vocación de servicio hasta el punto de dar su vida en la tarea encomendada. Si hace cinco días reconocíamos esta labor, hoy 6 de junio de 2019 se cumplen 75 años del comienzo del desembarco en Normandía y nuestro deber es que este día no pueda ni deba permanecer en el olvido.

El 6 de junio de 1944, aquel Día D como también se le conoce, comenzaba la operación «Overlord», nombre en clave de la operación militar llevada a cabo por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial que con el objetivo de liberar Europa Occidental del yugo nazi. Cerca de las 06.30 horas de la mañana se producía la primera incursión en la playa conocida como «Omaha Beach», que a punto estuvo de echar al traste la estrategia para derrotar a Hitler debido al alto número de bajas. Pero no sería hasta la segunda oleada sobre las 07.40 horas cuando el protagonista de esta historia pisaba arena normanda. Manuel Otero Martínez era soldado de primera clase en la 1ª División de Infantería, 16º regimiento, primer batallón, compañía A, la misma unidad en la que participaría en el Día D un año después de alistarse como voluntario, en cuya placa identificativa figuraba número 32868826. El Objetivo de la «Big Red One», de la que formaba parte Otero, era desembarcar en el sector de la Ruquet, Easy Red, defendido por el alemán WN65.

El soldado español y sus compañeros fueron los que sufrieron los primeros impases del desembarco. Así, la sección al mando del teniente Dillon consigue aproximarse a la base de los altos que cerraban la playa pero, detenidos por una línea de alambradas se ven obligados a abrir brecha en ella para facilitar el paso a los infantes americanos, de los cuales formaba parte el soldado Otero, con tal mala suerte que tras avanzar unos pasos, pisa una mina, y ya no podría ver cómo sus compañeros cruzaban ese foso y tomaban las defensas alemanas, porque en ese mismo momento entregaba su vida en un acto de servicio encomiable en aras de la libertad.

Por ello tal día como hoy quise que el gran público conociese su historia, la que tuvo como punto de partida su decisión de «ir a hacer las Américas», como tantos miles de gallegos tras la Guerra Civil española, que es cuando Manuel llegó a Estados Unidos y se asentaba en Westchester City, Nueva York. Según las cartas que aún conserva su familia, él siempre les contaba que tenía un buen trabajo, que ganaba dinero y que estaba bien. La cuestión de por qué se alistó en el Ejército estadounidense el 19 de marzo de 1943, a la edad de 27 años, no se conoce con certeza. Quizá por obtener la nacionalidad estadounidense, tal y como defiende en su libro Manuel Arenas, aunque las motivaciones pudieron ser económicas o patrióticas. Pero esto simplemente es divagar, el secreto fue con él entre las olas de aquella playa teñidas en rojo de sangre.

Precisamente el dramatismo de aquella batalla y el poder poner nombre, apellidos y cara al único español que hasta el momento se sepa participó en ella, nos brinda la oportunidad de poder honrar a través de su persona la memoria de miles de hombres que sacrificaron sus vidas en aquellas arenas normandas, las de los que siguieron adelante. Y en definitiva, la de todos los caídos en acto de servicio en cualquier época de la Historia, a todas las personas que forman parte de las Fuerzas Armadas y a los que lleguen para seguir luchando por la libertad, la democracia y la seguridad de cada uno de nosotros, tanto en España como en el mundo entero.

A todas y cada una de ellas las uno en la figura del héroe Manuel Otero, porque la entrega de un soldado no conoce fronteras.

Rossana López Salgueiro

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